CAPÍTULO DIECISÉIS Thanos entró hecho una furia en el salón del trono, agarrando con fuerza el pergamino firmado por el rey –el abominable documento que contenía las órdenes de ejecución de Ceres. Su corazón retumbaba contra sus costillas mientras sus pies golpeaban el mármol blanco que había bajo ellos y la rabia ardía dentro de él de la cabeza a los pies. Thanos siempre había pensado que aquella habitación era irracionalmente espaciosa, los techos arqueados ridículamente altos, la distancia desde la enorme puerta de bronce hasta los dos tronos al final no era más que espacio desperdiciado. O espacio envenenado. El salón del trono era el espacio donde se forjaban todas las normas y, para Thanos, era el origen de todas las desigualdades. Los consejeros y los dignatarios estaban sentados