—¿Por qué me bloqueaste? ¿Y por qué estás aquí sola? —Él busca alrededor del claro, buscando sin duda a mis padres. Resopla y se acerca.
—No quería estar cerca de ellos —respondo y él asiente con la cabeza.
Su lobo me olfatea, presionando su rostro en mi cuello antes de lamerlo. Lo aparto. Su pelaje es suave bajo mis palmas y su enorme cabeza peluda me empuja, forzando su cabeza debajo de mi brazo queriendo que le acaricie, su lengua extendida hacia un lado mientras su cola se mueve con entusiasmo.
—Perdona, mi lobo está un poco emocionado —se disculpa.
Me río ante la torpe confesión.
—¿Cómo se llama? —le acaricio el pelaje cuando se aleja de debajo de mi brazo. Mueve su cola con más fuerza y mete la cabeza entre mis piernas, oliendo intensamente. Aparto su cabeza grande y le muestro
