Era un alivio para Linka saber que ambos iban armados. Era poco probable que los asaltantes de caminos, que por lo general operaban solos, intentaran detenerlos.
No obstante, tampoco estaba demás, tomar cualquier tipo de precaución.
—Cuídate— dijo Michael, rodeando los hombros de Linka con un brazo.
Le dio un ligero apretón y un beso en la mejilla.
—Y tú ten mucho cuidado— recomendó Linka—. No me sentiré tranquila hasta que te vea regresar sano y salvo.
—No necesitas preocuparte— indicó Michael—. Ahora creo firmemente que estoy protegido por los Ángeles, además de por ti.
Tomó las riendas y Linka reía mientras agitaba la mano de despedida.
Mientras regresaba a la casa, vio a los trabajadores salir de las caballerizas.
El Señor Tebbit, en su calidad de Maestro de Obras, les daba a c
