Aspen endureció el gesto tras esa pregunta que le pareció verdaderamente tonta. ¿Por qué sentiría él vergüenza? Ella es la mujer más ardiente y jodidamente fuerte que ha conocido en todo lo que lleva de vida. Además su belleza es inusual con esos ojos que son un reflejo de la luna.
―Mel…
―No respondas. ―Melinda se le adelantó, su gesto y ese tono ya le indicaba que lo que vendría era un golpe más a su corazón.
Ella se puso en pie y miró a su alrededor, pero no vio su ropa por ningún lado y recordando que ella no vive ahí y, por lo tanto, no tiene nada de ropa, decidió salir de la habitación con la camisa de Aspen puesta. Le queda enorme y, por lo tanto, es como estar en un vestido.
―¿A dónde crees que vas? ―Aspen la tomó del brazo a medio pasillo, se había quedo descuadrado por la reacción de esa mujer. ―¿Pretendes irte sin más? ―Para Melinda ese era el colmo. ―Eres mía, te he marcado y me perteneces, lo sabes.
―¡Eres un tonto! ―Lo empujó enfurecida. ―Sabe que era demasiado bueno para ser verdad. ―Parpadeó para no soltar las lágrimas. ―Déjame en paz o te castro mientras duermes. ―Aspen con la boca abierta al igual que sus ojos la dejó ir y solo la siguió con la mirada. ¿Qué le pasaba ahora? No comprendía nada.
Melinda estaba destrozada, sabía que él planeaba algo y aun así se entregó como una tonta. Él solo deseaba marcarla para mantenerla atada a él sin importar como la tratara, él la unió de por vida a él y no puede hacer más nada, ahora ella le pertenece en cuerpo y alma.
―¡Estás aquí! ―Sebastián corrió a los brazos de Melinda al igual que el resto de los niños.
―¡Llegaste! ―Sentirse amada fue todo para ella, su corazón adolorido ahora sentía más que pesadez, se sentía ligero al saber que esos pequeños la habían extrañado.
―Lamento haber tardado tanto. ―Besó a cada uno. ―Prometo que no pasará nuevamente. ―Los miró con una sonrisa en sus labios. ―¡Los extrañé demasiado! ―No podía contenerse, se sentía explotar por la emoción que siente en su pecho. ―¿Dónde está Gregor? ―Frunció el ceño al no verlo.
―Está castigado. ―Una de las cuidadoras, Luz, la miró. ―Atacó al alfa y él ordenó al beta castigarlo hasta el amanecer sin parar. ―Melinda sintió el corazón caerle al estómago y cerrarse tan abruptamente que las ganas de vomitar la invadieron.
―No quiero que salgan de aquí. ―Dándose media vuelta caminó con determinación.
¿Por qué lo castigaría tan fuerte si apenas es un niño? Cada vez odiaba más a Aspen, ser tan despiadado para él es como un deporte y siempre es el campeón indiscutible. ¿Cómo puede ser un hombre tan estúpido y cruel?
―Luna, es mejor que no siga. ―Uno de los soldados se interpuso en su camino. ―Estamos en media práctica y…
―Si no te quitas en tres segundos. ―Lo miró a los ojos, asombrándolo por el tono. Su dulce y reconfortante voz no sonaba más que como una amenaza. ―Juro que te voy a quitar yo y no te agradará la manera en la que lo haré. ―El hombre pasó saliva, el alfa le ordenó que nadie se acercara, ¿Qué hará ahora?
―El alfa…
―¡Me vale una mierda lo que diga el alfa! ―Gritó sorprendiéndose a sí misma por la palabrota que dijo. ―¡Quítate de una vez o no respondo! ―Los quejidos de Gregor la estaban desesperando, ¿Qué le estaban haciendo como para que se quejara de esa manera?
Sabedora de que el hombre no se quitaría, Melinda se transformó y corrió hacia el campo de práctica. Muchas quisieron detenerla, pero tenían rotundamente prohibido tocarla y nadie quería perder la vida a manos del alfa oscuro.
La loba de pelaje negr0 y brillante con ojos tan claros como la luna misma se detuvo en seco y miró perpleja la escena. Gregor, convertido en lobo se ve cansado, herido y desesperado, no hacen más que atacarlo y cada vez que cae al piso lo azotan con cadenas de plata.
Enfurecida por todo lo que le están haciendo se abalanzó contra quien pretendía golpearlo nuevamente y con una mordida a su brazo evitó que el golpe llegara al cachorro tendido en el suelo. Ella no se detuvo ahí, atacó a los tres lobos que estaban atacando a Gregor y no fue amable, ella realmente les estaba haciendo daño y que no se pudieran defender se lo facilitó al punto de casi acabar con sus vidas.
{¡Ya basta!} Aspen llegó convertido en lobo, fueron con la noticia y el terror en los ojos de su guerrero le advirtió que no podía llegar en su forma humana.
{¡Apártate o te mataré a ti también!} Amenazó la loba colérica. {Juro que lo haré, ¡Lo lastimaron!} No se lo podía creer {¿Cómo eres capaz de dañar a un niño?} Aspen quien estaba frente a sus guerreros para que ella no se acercara, dio un paso al frente, pero la loba atacó sin pensárselo.
{Tiene que aprender} Respondió él sabiendo que ella no le permitirá acercarse. {Me faltó el respeto, ¡Él atacó a su alfa!} Melinda sabía las reglas, es igual en todas las manadas, pero se le hizo excesivo ese castigo.
{Es solo un niño que apenas domina su lado salvaje, ¿En qué parte de tu estúpido razonamiento creíste que llevarlo al extremo le enseñaría algo? ¡Solo te odiará!}
{No me importa} Gruñó diablo. {Con que me respete y tenga claro su posición me basta} Melinda lo miró decepcionada.
{Te odio, bestia repugnante} Tales palabras hirieron el corazón del lobo. {No te perdonaré el que hayas lastimado a uno de mis cachorros} Dándole la espalda se acercó a Gregor y empezó a lamerlo para limpiarle la sangre y tratar de reconfortarlo.
{No son tus cachorros, no llevan tu sangre} Aspen no se quedó callado. {Solo eres su niñera} La mirada de su luna lo tensó.
{Me lo dijiste, debía protegerlos con mi vida y lo haré sin importarme que sea de ti también} La frialdad en esos ojos hirió un poco más a Aspen. {Los amo como si fueran de mi sangre} Le diría de una vez por todas que ella no podía ser madre, pero no lo hizo. Él es capaz de desterrarla y los niños quedarían solos.