El encuentro se volvía más pasional y con esa energía elemental que somete a cualquiera a dar y recibir placer. Diana apretaba los ojos, sintiéndolo. No quería que esa mágica sensación en su cuerpo entero y en su alma se hundieran en el olvido de su corazón frío. Uno que a pesar de ese intenso calor que disfrutaba aún no concebía permitirse el lujo que se descongelara del todo.
Fred resoplaba a sus oídos, habían cambiado de postura; la tenía de espaldas contra él y estaban de pie, Diana no podía evitar agitarse en cada movimiento que él le proporcionaba, sabía mantener un ritmo suave pero profundo, complaciéndola intensamente.
Sus manos fuertes sostenían su pecho desnudo, ella estaba aferrada con manos hacia atrás de su cintura. Fred sabía inducirla. En cada beso que recibía en su cuello
