Muy de mañana Diana despertó. Y tan pronto como su corazón percibió la calidez del amor nublándole los pensamientos y invitándola a pasar todo el día con él, salió a toda marcha. Se duchó, se aseó y se marchó sin despertarlo. Huyendo de aceptar que ya lo amaba intensamente. Fred se acomodó luego de las insistentes llamadas que ingresaban a su teléfono, pestañeando se dio cuenta que una vez más había amanecido solo. Suspiró y tomando sus cosas regresó a su habitación para tener la higiene debida antes de desayunar. Casi a las ocho telefoneó a Eliot. Tuvo un día ajetreado y con muchos pendientes. Por la noche la ansiedad de volverla a ver no lo dejó concentrarse en sus cursos. Quiso llamarla al número al cual el día anterior había recibido los mensajes de ella. Pero al redactar un par d
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