Esa noche después de ver lo que mi jefe estaba haciendo con los collares me fui para mi casa muy inquieta, pensaba en llegar a buscar en internet para qué servía eso o si era una práctica común perteneciente a algún ritual. Al llegar a la puerta de mi casa me percaté de que alguien estaba sentado en el andén, era Julio con los ojos aguados y muy triste. Como todavía seguía enojada con él ni siquiera le pregunté por qué estaba así, ya que eso era evidente, simplemente le dije:
—¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo, tienes que trabajar mañana temprano y la verdad es que no quiero que hablemos. Ve y busca a Rosa, si tanto te gustó, hasta mañana.
—¡Espera amor! Por favor— dijo mientras me tomaba del brazo— lo que te dije hace un rato es en serio. Estando con Rosa me di cuenta que mi cor
