Llegar a la oficina al siguiente día fue muy incómodo, saludé casualmente a todos menos al jefe Mateo porque la puerta de su oficina estaba cerrada. No sabía si ir hasta allá para ver cómo actuaba al verme, aunque confieso que me daba algo de miedo enterarme de que ya no quería nada conmigo. Preferí quedarme en mi lugar de trabajo, tenía que enfocarme en mis cosas y dejar de pensar en el absurdo amor. A eso de las 10 de la mañana mi jefe salió para darnos a todos una información. Ni siquiera volteó a mirarme, me ignoraba totalmente, pero no podía dejar en evidencia que eso me estaba afectando.
—Buenos días a todos —dijo Mateo mientras pegaba una hoja en la pared— quiero invitarlos a la integración anual de la empresa, será en este mismo lugar, más precisamente en el salón de eventos. La i
