Abril Lara
Hoy me sentía fatal, miraba a papá mientras desayunábamos, él comía muy rápido porque su jefe ya le había advertido que una falta más y lo despediría. Exhalé sin ánimo, peor suerte no pude haber tenido, resulto que el jefe de mi padre es el chico con el que estuve jugando ajedrez en línea todo los días durante dos meses. ¡Aún no lo creía!
Estaba en una encrucijada, me gustaba platicar con Elías, muchas veces en mis días negros fue quien me saco una sonrisa a través de la pantalla. Pero también estaba papá, no podía dejar que Elías supiera que era la hija de uno de sus empleados, además de la razón por la que estuvo a punto de despedirlo, sumándole a todo eso yo no le había contado que estaba en silla de ruedas y por la insistencia en sus mensajes me estaba dando cuenta que le había lastimado el corazón, todo eso me hacía sentir como la persona más cruel y ruin de todo el mundo.
—¿Qué tienes hija? Desde hace rato te notó cabizbaja —me preguntó mamá una vez que papá se despidió de mi madre y de mí con un beso mientras apuraba a mi hermano para que terminara de desayunar, él lo llevaría al colegio.
—Nada mamá… —fruncí los labios recibiendo su mirada de incredulidad.
—Tú tienes algo —sentencia —a mi no me engañas, ¿es por lo que dijo el terapeuta ayer?
Asentí, aunque eso no fuera lo que me tuviera mal.
—No te preocupes por eso, saldré adelante —mi mamá sonrió acariciando mi mejilla.
—Eres igual de terca que tu padre, pues bueno, hoy iré a hablar con el doctor Brin, le pediré una oportunidad para regresar al consultorio, tengo algo de nervios, pero me da más miedo dejarte aquí sola en casa ¿y si necesitas algo? Tal vez debería esperar.
Negué de inmediato.
—No mamá, no aplaces eso, veras que el señor Brin, te dará una oportunidad —Brin, el tío de Elías, el hospital donde mamá trabaja, por donde veía para nada era una buena idea, presentarme ante Elías, todo era mejor así. Aunque sintiera un vacío en el pecho cada vez que pensará en él, suspiré —por mí no te preocupes, puedo moverme entre las habitaciones, además prometo que no usaré la estufa para cocinar, necesito aprender a estar sola en casa para que ustedes puedan recobrar su vida, al menos eso me haría feliz.
Mi madre me dirige una sonrisa, sé que verme fuerte es algo que le traerá paz y eso es lo que quiero.
—Bien, pero le pediré a tu tía que venga a traerte de comer a mediodía, ya vez que la florería queda de pasada.
Asentí.
Me quedé sola en casa sin saber que hacer, mi vida era demasiado aburrida, no salía, el internet me aburría y ahora, ya no podía jugar con Elías. Fui a mi habitación, miré mi móvil, tenía un mensaje de Elías que terminó de quebrarme.
No quería que me odiará.
“No eres tú, soy yo, lo siento”. Escribí un mensaje de texto, después me arrepentí, no se que estaba pensando.
Él no respondió.
Tuve una mañana tranquila, trate de retomar mis estudios de medicina, si regresaría a la universidad el próximo años necesitaría hacer lo posible por aprobar mis materias sin alguna dificultad ya que era seguro que tendría que faltar a clases por mis consultas, a este paso tal vez aún en ese tiempo seguiría en silla de ruedas, a veces yo misma me resignaba a que me quedaría en esta silla por muchos más años.
A mediodía, mi tía Laura llegó a casa. Comimos hamburguesas con papas y refresco, dijo que tenía ganas de consentir a su sobrina. Ella era la única hermana de mi padre, era unos años más joven que papá, no estaba casada y tenía apenas unos meses que había emprendido una florería en un local cercano al edificio donde vivíamos. Lo ha decorado muy bonito, ella siempre quiso ser botánica, pero nunca le he preguntado por qué no terminó la universidad.
No sé que tiene mi tía que con sus ocurrencias siempre me hace reír, es como tener una amiga. No sé como, pero me convenció para ir con ella al local, dijo que me haría bien salir a tomar un poco de aire.
—¡Wooow¡ —exclamé emocionada —tía, amo el jardín vertical que has instalado.
La florería se llamaba Blossom, y justo atrás del nombre, coloco un jardín vertical con una fuente que al entrar al local te hacia sentir un olor exquisito a flores y humedad, respirar aquí era una delicia.
Mi tía al ver mi rostro sonrío divertida.
—Por eso quería traerte, quería que vieras cuánto ha crecido la florería desde la última vez que estuviste, pero ya vez tu papá como es… —hizo una mueca —una cosa es que estés en silla de ruedas y la otra es que tengas que estar encerrada en ese departamento como si fueras Rapunzel.
Frunzo los labios mientras juguetero con los dedos de mis manos apenada.
—Tía, en realidad soy yo quien no quiere salir —suelto bajando la mirada.
Mi tía alza una ceja para después poner los puños en su cintura.
—Pero, ¿Por qué cariño? —mis ojos se humedecen.
—No quiero que las personas me vean con lastima, como si fuera diferente, lo veo, tu no sabes lo que siento cuando mamá me lleva a algún lugar concurrido como un supermercado, todo mundo me mira, extraño demasiado mi vida de antes.
Mi tía se inclina para acariciar mi mejilla con suavidad.
—A veces las cosas no suceden como las queremos, pero debemos aprender a vivir con lo que tenemos Abby, tal vez algún día puedas caminar, no sabemos cuándo, pero puedes vivir tu vida como cualquier jovencita, ahora con mayor razón por qué ya tienes movilidad en las manos.
Exhalo.
—Mientras este así, ningún chico se fijará en mí, incluso Max me abandonó cuando se enteró de lo que me sucedió.
—Tal vez él no te quería lo suficiente Abby… habrá alguien especial que te quiera por tu corazón, no solo eso cariño, tu eres una jovencita hermosa, siempre lo has sido,
Sonrío levemente, quisiera pensar que las cosas son tan fáciles como ella las dice, pero como si pudiera leerme la mente, de pronto dice —Ahora que Martha regresará a trabajar, ¿Por qué no te vienes media mañana a la florería conmigo?
Abro los ojos a unos enormes.
—¿Yo…? —pregunto pestañeando un par de veces.
Asiente dibujando una enorme sonrisa traviesa en su rostro, esa idea no le gustará mucho a papá.
—Necesito un ayudante para que le ponga agua a las plantas y las mantenga muy bellas hasta que las compren… —la voz de mi tía emana gran emoción, casi como si fuera una niña.
—Yo no creo que pueda tía, no quiero echarte a perder la florería.
—Claro que no lo harás, yo te enseñaré —dice —solo déjame ir al baño, si alguien viene a comprar le cobras —me guiña un ojo.
Mi rostro se descompone al instante.
—¿Y cómo sabré cuánto cobrar? —pregunto preocupada, no se nada sobre florerías.
—¡Cada estante y jardinera tienen su precio en una etiqueta! —grita mientras camina por el pasillo que da director al baño.
Recorro la florería, asomo mi nariz más de una vez aspirando el aroma que despiden. El timbre de la puerta suena, las puertas de cristal se abren en automático y desde mi lugar puedo ver al hombre de traje gris que entra. Toda mi espalda se tensa cuando veo que camina hasta la caja mirando hacia todos lados, entonces lo reconozco ¡Elías! Lo he visto en fotografías, en video llamada, no tengo duda de que es él. Trago saliva en seco, ¿Es una coincidencia? El no tiene manera de saber quién soy o donde estoy, eso es imposible.
Toca el timbre de la mesa junto a la caja registradora, muerdo mi labio inferior, debo atenderlo antes de que mi tía salga del baño o ella puede llamarme por mi nombre y el se enterara de quién soy. El miedo me embarga. Aún no me ha visto, los anaqueles me tapan de su vista. Trago saliva una vez más, mis manos están frías y mi corazón acelerado. De pronto sin quererlo suspiro, Elías en verdad es guapo, usa lentes y eso le hace ver muy apuesto, no es como los nerds que conocí en la escuela, este es un nerd evolucionado.
Dirijo mi silla despacio, antes de que pueda llegar unos metros de distancia el se gira. Algo pasa entre los dos que me observa con detenimiento, ambos nos miramos inmóviles. Todo mi cuerpo cosquillea, en especial mi estómago.
—S… ¿Se le ofrece algo? —pregunto con la voz a punto de quebrarse.
—Buenas tardes —me maldigo por dentro, no le di las buenas tardes, e s un hombre educado —busco a alguien —busca algo con su vista, un gafete, todo mi cuerpo se entumece, ¿Estará buscándome a mi?
—¿A quien? —pregunto con un nerviosismo que me es difícil controlar.
Me mira, me analiza y yo siento que explotare por dentro, ¿A quien busca?
—Una joven, Abril se llama, le dicen Abby ¿Está aquí?
Clava su mirada en mi mientras siento como mi quijada cae al suelo de manera imaginaria, ¿Cómo carajos? ¿Cómo supo que yo estaba aquí? No lo entiendo, ¿Me siguió? Pero yo nunca le di mi dirección, en eso la puerta del baño se abre y lo único que hago es aferrar mía manos al posa brazos de mi silla.