Elías Ferrer El doctor Sherman me comunicó que enviaría alguien a recogerme al aeropuerto, ofreció que me quedaría en su casa, quise rechazar su propuesta, pero insistió y ya que me había hecho la invitación por cortesía tuve que aceptar. Para mí, lo más cómodo hubiera sido quedarme en un hotel. Miré a todos lados, luego el reloj en mi muñeca era raro que las personas como el doctor Sherman se retrasaran. De pronto, sentí como alguien me tocó en el hombro. Me di la media vuelta y mi mirada se encontró con la de una joven rubia, de ojos verdes, sonriente. Llevaba en sus manos un cartel con la leyenda “Busco al Dr. Ferrer”, parecía que lo hubiera escrito con su pie, esa letra era demasiado descuidada. Me mira de arriba abajo, su sonrisa juguetona no cambia. —¿Tú eres el doctor Ferrer?