“Yo no follo; yo hago el amor”
Esa oración había quedado tatuada en mi cerebro, la cual se repetía una y otra vez, mientras la ansiedad en saber cómo era hacer el amor con Adrien Dupont, comenzaba a matarme.
Me encontraba con mis piernas envueltas en su cintura, dejando que él me guiase hacia algún lugar de mi departamento, sus labios no dejaban de besar los míos, se sentían tan cálidos, suaves y como si fuera poco, encajaban tan bien con los míos, que no deseaba que dejara de besarme.
Mi corazón latía de una forma tan desenfrenada que temía por él, temía por mí y por todo lo que con un simple beso aquel hombre estaba haciéndome sentir. Jamás me había sentido de aquella manera, lo que comenzaba a aterrarme; estaba a punto de conseguir lo que deseaba de Adrien desde hacía tiempo atrás,
