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Una noche para siempre

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Blurb

Todo empieza en una noche en la que Lucía Khanz, decide demostrar a sus amigas que su mejor amigo guapo, adinerado, y aburrido como ninguno, el único que había tocado alguna vez las puertas de su corazón, podría ser sexy y desinhibido si ella se lo propone en la primera noche de él en Italia, por el inicio de su carrera universitaria, en la misma universidad que ella.

En un bar, entre confesiones, martinis, vodka, y margaritas, terminan ebrios y calientes en un motel de carretera fundiendo sus cuerpos como dos amantes desesperados.

Su vida da un giro abismal e inesperado, cuando después de dos meses, Lucía se entera de que como fruto de esa especial noche, ella está esperando un bebé.

Sus padres habían sacrificado todo para que ella estudiara en una universidad de prestigio, acorde a la inteligencia y perseverancia que había demostrado siempre...

La desesperación, el misterio, las ilusiones, y el miedo, están presentes.

¿Un bebé, cambiaría todo?

¿Jerry Moreau, el hombre que jamás pensó que podría estar a su lado como pareja, sería un buen papá para su hijo?

El camino para perseguir todo lo que ella había soñado desde su juventud, no era color de rosas como suponía. Tenía que ponerse una coraza para alcanzarlo, cueste lo que cueste.

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¡SORPRESA!
Aunque el sol se puso Roma ha seguido hablando, una y otra vez, en un parloteo incesante. Y mientras yo regresaba a casa, un montón de tipos se asoman para vanagloriar mi esbelta figura... ¡Sí supieran que estoy embarazada! Nunca se está exenta de los piropos masculinos. Mi madre decía que yo era una chica muy guapa, que podría conseguir cualquier cosa que me interesara, porque era inteligente y amaba el arte, lo cual era considerado un par de atributos excepcionales en mi clase... ¿Y qué hice con ellos? Además de iniciar a estudiar arquitectura... Seducí a mi profesor, en la universidad. Mantener una relación a hurtadillas, follar en un par de noches libres, escabullirme de mis papás a pesar de ser ya mayor de edad, y por supuesto, no puede negarse que tengo una habilidad abismal para mentir. Todo el que mira mis ojos azules, profundos y llenos de histeria, termina perdido en ellos. En mis 20 años, creo que he presenciado todo tipo de artimañas, las mujeres italianas, realmente son de armas tomar. O al menos lo son cuando te crías en un pequeño y modesto barrio de Andalucía, donde nunca sucede nada, salvo lo cotidiano. Las amables vecinas de mi madre llevando y trayendo los chismes que no les incumben, y por supuesto, las mujeres casadas pretendiendo que sus vidas son perfectas y criticando a las que somos solteras... ¿Cómo se suponía que iba a explicar a mis papás, que tanto esfuerzo hacían para mandarme a estudiar en una universidad en Italia, que me he embarazado de mi mejor amigo? Muchas veces me lo advirtieron. ¡Lucía, cuidado con los hombres! Tienden a usarte, llevarte a las estrellas, y luego terminas en un avasallante desplome, además de ignorada. Lo que nadie sabía, o al menos no mis padres, es que yo nunca he sido una mujer de la que los hombres se aprovechan, normalmente soy yo, la que juega con ellos. Pero en esta tórrida ocasión, al parecer, todo salió mal. Porque estoy esperando un mocoso que no estaba en mis planes cuando quise convertir a Jerry Moreau en mi fogoso novio, siendo este el chico más aburrido de toda España y sus alrededores. Él, un jodido francés, hijo de Grace y Aston, amigos de toda la vida de mis papás. Me dejaban dormir con él, desde que teníamos quince años. Nos divertimos, fuimos amigos, el primer beso de los dos, y en su viaje para inscribirse en la misma universidad que yo, amantes en la cama. ¿Cómo sucedió? Gracias a un par de copas de ginebra con jugo de naranja, un montón de vodka, varias rondas de: ¡FONDO, FONDO, FONDO!, y otras adicionales de ¡SHOT, SHOT, SHOT!, muchas miradas indiscretas por mi parte, un vestido plateado que me quedaba de la muerte, y por supuesto, una actitud que cualquier italiana, parisina, envidiaría de una chica andaluza. Un movimiento de cadera, un susurro, y la mejor de las opciones, un viaje al pasado, cuando empiezas a adaptarte a un sitio nuevo. Jerry yo, terminamos por fundirnos el uno en el otro, sus ojos grises como el hielo, no escondían solo su incapacidad de relacionarse, si no, una avidez s****l que no encontré en ninguno de los italianos experimentados que conocí apenas tuve la libertad de vivir en esta ciudad de encantos. El problema empieza, cuando en una de mis clases de Geometría descriptiva, tengo un ataque de vómitos. Pensé, que era cosa de la resaca del fin de semana, y fui al baño, vomité toda la pizza que había ingerido en la mañana, a pesar de traer rato viviendo en Italia, sigo enamorada de su gastronomía. Reflexioné, que era únicamente un mal momento, y que todo pasaría. No obstante, se siguió repitiendo. Yo seguía vomitando en el transcurso de toda la semana, ya no sabía cuántos omeprazol debía tomar, o cuánta buscapina era recomendable consumir, para parar los mareos, el malestar estomacal, y el asqueroso vómito. Mi compañera de cuarto, Beatríz, se mofaba cada vez que yo tenía que ir al baño durante la noche, y yo no sabía que explicación dar. Hasta que de una vez por todas, ella harta del olor a rancio de mis shows nocturno, terminó por gritarme la posibilidad de que yo estaba embarazada. Y así fue, como terminé por ir a ver a la doctora Paula Stephan, la cual encontré en el directorio de un papel arrugado del instituto, sin decirle a nadie. No quería que nadie supiera que yo, Lucía Khanz, tenía la sospecha de estar embarazada. Era un crimen a mi personalidad y a la estima que los demás tenían de mí... Sí esto fuera una posibilidad, mi sueño de estudiar mi carrera en arquitectura, para inscribir una carrera en Administración de empresas y contaduría, para luego mudarme a Estados Unidos y ser aclamada y cotizada como una profesional completa, quedará aplastada... ¿De verdad, yo podría con semejante atropello a mi ideal de vida? Me lo pregunté una y otra vez, no podía ser cierto. Hasta que la doctora Paula, me lo confirmó en su consultorio. Yo, estaba incrédula. ¿Yo, preñada, de Jerry? No me he acostado recientemente con mi profesor, y él no sería lo suficientemente tonto para embarazarme. —¿Esto es definitivo?—Le pregunto con negación a mi doctora, la cual solo está existiendo en frente de mí, por supuesto, puede permitirse está tranquila, ya le he pagado toda la mesada que me han dado para la semana. —¿Acaso crees que estoy bromeando?—Me devuelve la pregunta seria, sin quitar la vista de mis cristalizados ojos. —¿El aborto es una opción?—Le inquiero intentando no parecer tan avergonzada como lo estoy. —Eso ya es cosa suya, no practico abortos. —, puede ir al lugar adecuado, le proporcionaré opciones, es mi deber. —Responde con el ceño fruncido y empieza a rebuscar en las gavetas de su escritorio, mi gesto es de asombro, sigo estándolo. Después de esa conversación, me quedo merodeando por toda Roma, intentando buscar una solución a toda mi locura. Arruiné todo mi anhelado futuro en una noche. O quizás, no todo está roto. Ahora, una decisión empieza a depender de mí, ¿ese niño debe vivir, y acabar con lo que tanto me he esforzado en materializar? ¿O ese feto, debe dejar de existir dentro de mí, para convertirse en una experiencia que me marcará el resto de mi vida? ¿La culpa me dejará vivir si lo hago? Son las preguntas que me rondan a las 3 AM de la madrugada, cuando me dispongo a volver a mi piso después de esa trágica consulta.

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