Antes de abandonar la habitación, Liara tomó su linterna para poder ver en la oscuridad. Tomada de la mano del rey Cirdán, bajaron con cuidado las escaleras que el elfo había construido horas antes. El sigilo de la joven intrigó al rey, quien no pudo evitar preguntar: —¿Por qué caminas con tanto cuidado, Liara? —preguntó el rey Cirdán con curiosidad. La rubia sonrió a medias porque se daba cuenta como el pelinegro se comportaba con más confianza con ella y eso le agradaba mucho. Desde que llegaron a la casa hogar, el rey Cirdán había estado llamando a la chica por su nombre. Liara sonreía cada vez que eso ocurría, pero nunca le decía nada, asumiendo que él eventualmente se daría cuenta. Si no lo había notado todavía, seguramente volvería a llamarla "humana" con su habitual tono frío. —E