– Hemos llegado, emperatriz – abro los ojos lentamente cuando lo escucho hablar y me doy cuenta que estamos frente a un restaurante familiar que nunca antes había visitado. Me llena de curiosidad. Me enderezo en mi asiento y no puedo evitar hacer un rápido vistazo de todo el alrededor. Que esté con él no me hace olvidar quien soy y porqué estoy siendo constantemente escoltada. – ¿Todo bien? – asiento y acepto la mano que me ofrece para ayudarme a bajar antes de hacerlo él. Yo sigo estudiando los alrededores mientras tanto. Parece un lugar tranquilo, de clase media alta, silencioso y bonito, no tan diferente a lugares que frecuento, pero he aprendido a que lugares tan pacíficos tampoco son señal de buen augurio. – ¿Estás seguro que podremos hablar aquí? – pregunto directamente voltean