7. El almuerzo familiar

2102 Words
Seguimos de camino al almuerzo familiar, y Diego no deja de mirarme mientras conduzco ― Ahora, hay ciertas cosas que debo contarte de mi familia para que estés prevenido.― Le informo. ― Dale, te escucho.― Me dice. ― La reunión es familiar, así que no esperes 3 personas, seremos más o menos como unos 50. Vinieron mis primos de Sonora, Ciudad de México, Arizona y probablemente algunos de Chicago así que no te espantes si ves a tanta gente. ― ¿50? ― me dice sorprendido. ― Así es, ahora mi familia cercana, la que veo a cada rato, son mis tíos los hermanos de mi papá y a mi tía María Luisa que es la hermana de mi mamá. Estarán mis hermanos. ― Y ¿cómo se llaman tus hermanos? montaña, prado, jardín― Interrumpe Diego. ― ¿Cómo adivinaste? ― le respondo sorprendida. ―¿Es verdad? ― contesta igual en el mismo tono. ― Obviamente no Diego, es broma, el mayor se llama Carlos, luego está Raúl, Alberto, Alejandro, Rodrigo y Valente que es mi hermano gemelo. Todos son unos cabrones en diferente nivel, se pasan de listos, así que créeles la mitad de lo que te digan. Diego al escuchar eso sonrió porque le causó gracia. ―¿Alguna pregunta? ―Sí ¿podrías dejar de estar nerviosa guapa? Todo estará bien. Me adviertes como si fuera a salir huyendo. ― Créeme, ese sentimiento llegará en un rato ― digo mientras me rio ― ¡Ah! Y otra cosa, no se te ocurra decirles como nos conocimos, eso me traería muchos problemas, diles que fue en― dudo― no sé ¿en un restaurante en Ibiza?― sugiero. ― De acuerdo, en Ibiza, pero yo pongo el lugar, en un restaurante suena muy obvio.― Comenta. ― Ok ― le digo confiada ― y ¿hay algo que necesite saber de ti? ― Pensé que íbamos como amigos, no como algo más ― contesta coqueto. ― No lo digo de esa manera, ¿alergias?, ¿TOC?, ¿antecedentes penales? ― le digo de broma. ― Espero que no sigas pensando que soy un asesino serial ― me contesta de igual manera ― Bueno, soy argentino, nací en Buenos Aires, vivo en Mendoza, soy empresario, más específicamente tengo viñedos, tengo dos hermanos mayores a mí, nos llevamos bien, y... no recuerdo tener antecedentes.― Explica. ― Explicando todo a detalle― me burlo. ― Bueno si te digo todas las pistas, la sorpresa ya no será válida.―Sonrió levemente ― todo va a estar bien Nombre, no te preocupes, me sé comportar. Tuve una buena educación, las personas suelen decir que soy encantador y les creo. ― Si no me preocupas tú ― le dijo entre risas ― me preocupan otros― le advierto. Diego vuelve a reírse y se acomoda sobre el asiento para seguir viendo el camino desértico que hay entre San Diego y Tijuana. Después de algunas horas, llegamos a casa de mi abuela, una casa colorida y llena de flores de colores. Me estaciono lo más cerca que puedo de la casa y me bajo del auto. ― Llegamos, ¿estás listo?― Le pregunto. ― Dios, lo haces demasiado difícil, sí estoy listo ― contesta seguro. ―Estás más nerviosa que yo.― Comenta. Abro el portón azul y lo primero que veo es a Lena que viene hacia mí. ― Lena ¿me ayudas con las cosas?― Le pido. ― Sí Valle, te está esperando tu mamá en la cocina porque quiere que le ayudes con... ― Lena ve a Diego ― ¿Qué hace aquí Diego D’Angelo? Mi sobrina Lena sonríe de oreja a oreja, como si de pronto hubiese nacido un amor por él que no puede evitar disimular y que quisiera que lo hiciera. ― Es una larga historia, sólo ayúdame a bajar las cosas mientras yo llamo a alguien para cargar lo más pesado. Inmediatamente veo a Diego que se acerca cargando algunas de las cosas que venían en la cajuela ― Te dije que iba a ayudarte ― comenta sonriente. Lena de inmediato me ve con cara de sospecha― ¿hay algo que deba saber, Valle?, ¿algo que compartir con la clase?― Me pregunta. ― Sólo guarda silencio Lena, y ve a ayudar― le ordeno mientras entro al patio junto con Diego. Ella se adelanta a la cocina, supongo que no quiere perderse de nada. Entramos a la casa y estoy más nerviosa que la primera vez que llevé a mi primer novio. Diego va detrás de mí, afortunadamente todavía no han llegado todos así que podemos pasar desapercibidos. Pasamos a la cocina colorida donde se encuentra mi madre, mi tía, mi cuñada y Lena. ― Ma― digo tranquila. ― Qué bueno que llegaste Valle, necesito que me ayudes a sazonar los frijoles ― responde sin voltear a verme. ― Mamá― repito con un tono más alto. Para ese momento todas ya están volteando a ver a Diego que yace sonriente debajo del marco de la puerta. ― Sí ya sé que llegaste ― de pronto voltea y ve a Diego detrás mío ― buenas tardes― dice amable pero con tono diferente, como si le gustara lo que ve. «¿Acaso mi madre se está sabroseando a Diego?» ― Valle, no me dijiste que traías a un amigo. Pasa, no te quedes ahí. Diego entra a la cocina bajo la mirada atenta de todas las mujeres que están ahí, pone las cosas sobre la barra y personalmente saluda a todas. Mi Tía me hace un gesto con la mano aprobando lo que ve, lo ignoro por completo. Mi madre lo sienta en una de las sillas del comedor― ¿tienes hambre? ― Mucha sí, gracias― responde Diego sonriente. ― Valle, hazle algo rápido a tu amigo, ¡ándale! ― me ordena mientras hace el típico ademán con la mano para que empiece. Mi madre tiene la costumbre de alimentar a cualquier persona que entra en su casa, siempre su primera pregunta es ¿tienes hambre? Sin preguntar nada más como ¿tuviste buen viaje? o ¿cómo estás?. ―¿Qué no me presentarás a las demás? ― me dice Diego con un tono de reto. ― Ella es Mi tía María Luisa, mi cuñada Brisa y mi sobrina Lena. Ella es mi madre, Concepción.― Las presento. ― Y tú, ¿cómo te llamas guapo? ― pregunta mi tía María Luisa. Cuando menos me doy cuenta todas se encuentran sentadas alrededor de Diego observándolo de pies a cabeza. ― Diego― contesta en tono encantador. ― Estás muy guapo Mijo, no eres de por aquí ¿verdad? ― dice mi tía ― No ma, es de Argentina― dice Lena demostrando que sabe quién es él. ― ¡Oh!, de la Argentina, de allá es Sebastian Rulli, ese actor guapísimo de las novelas― ilustra mi madre al resto. ―¡Cierto!, el güero ese está bien guapo― responde mi cuñada Brisa. Diego empieza a sonrojarse pero veo que se encuentra divertido, yo solo quiero que paren, así que con un gesto se los pido; obviamente no sirve de nada. ― ¿Y a qué te dedicas? Eres modelo ― pregunta mi tía. ― No, soy empresario, en realidad, tengo viñedos― Explica. ― Qué interesante, ¿estás soltero? ― agrega. ― ¡Tía― expreso haciéndola voltear―¿podrían dejarlo en paz y ayudarme? ― comentas molesta mientras le doy a Diego un plato con comida. ― Mi hija cocina bien rico Diego, ya le dije que ya se puede casar.― Comenta mi madre. ― ¡Mamá! ― Expreso de inmediato. Diego sólo se ríe, la situación se le hace muy divertida y claro porqué no si todas le alaban. Yo, en cambio, me pongo a cocinar el frijol mientras todas siguen sentadas a su alrededor embobadas con él. ― ¿Qué mija? Pues es verdad― se defiende mi madre. ― Esto está muy bueno― dice él feliz. ― Son quesadillas con queso Oaxaca en tortilla de harina, Valle hizo las tortillas. No cualquiera las hace ¿eh? se necesita tener buena mano ― Le cuenta mi mamá mientras le sirve algo de beber ― también hace buen arroz y otros platillos, es la chef de la familia. Siempre le gustó cocinar. Yo siempre le digo: mija, la comida es como la cama, entre más caliente mejor. ― ¡Madre! ― le digo apenada. Diego lanza una carcajada y mi madre le sigue la corriente. ― ¡Ay Valle! Hasta al argentino le dio risa ― comenta sin sentir vergüenza ―lo siento, Valle es un poco más reservada. ― Creo que es un dicho bastante acertado ― dice Diego mientras me ve con esa mirada pícara con la que acostumbra insinuar cosas. Al parecer, todos parecen disfrutar de la compañía de Diego y él se ve bastante cómodo sabiendo que tiene toda la atención de las mujeres, así que me relajo un poco más y me dedico a hacer lo mío. Después de un rato platicando con él y de hacerle todo tipo de insinuaciones con mi nombre, todas salen para recibir a los invitados que han ido llegando a la fiesta poco a poco. ― Tu madre es genial ― dice mientras se acerca a mí poniéndome de nuevo nerviosa, sobre todo porque ya descubrió el evidente poder que tiene. ― Sí, lo siento por todo lo que te dijo. ― ¿Bromeas? Ese dicho de la comida creo que te queda genial. Ya sé porque sos tan buena en todo lo que haces.― Comenta. ― Diego ― le susurro mientras siento cómo me va arrinconando poco a poco. ― Tranquila, no te voy a comer, sólo quiero besarte de pronto me entraron unas ganas incontrolables ¿no me diste comida afrodisíaca? ¿O sí?― Me pregunta. ― Tal vez ― contesto dejándome llevar de nuevo. ― Debe ser eso entonces ― me contesta. Me toma de la cintura y rosa mis labios ― Me muero por pasar de nuevo un rato a solas con vos… me encantas. ― ¡Guau!― digo entre risas nerviosas ― Hace unos minutos eras un niño bueno sentado en el comedor con mi madre y ahora eres el chico intenso que quiere besarme en cada oportunidad. ―Lo mismo digo de vos ¿tu mamá sabe lo que podes hacer con esos labios y esa boca? ― Me pregunta. Otra vez me sonrojo, creo que es imposible ganarle. ― Touché ― le digo mientras trato de gobernarme. ―¡Valle! ― escucho la voz de mi hermano y alejo a Diego de inmediato. Él sonríe. ― Dice mi amá que me des un taco... Órale ¿Qué hace el chico de la foto en la cocina? ― dice Valente. ― ¿Valente cierto? ― dice Diego de inmediato ― Mi nombre es Diego ― y le estira la mano para saludarlo, mi hermano hace lo mismo. ― Mi hermana estaba viendo una foto tuya la otra vez.― Le cuenta. ― ¡Cállate! ― le digo apenada. ― Sabía que era un nuevo prospecto, al menos este está mejor que el antropólogo. Ese güey me cayó en la punta del hígado.― Le cuenta. Diego vuelve a reír, al parecer todo lo que mi familia le dice le gusta y le da risa―un antropólogo ¿Tú hermana con un antropólogo? Cuéntame más ― dice interesado y a la vez burlón. ― Un wey medio raro y bien aburrido, ni siquiera tomaba, se la pasaba sentado todo el tiempo y no platicaba con nadie. En la familia le decíamos el mudo porque no hablaba. ― ¿No venías a algo Valente? ― pregunto interrumpiendo todo. ― Sí, ha, echarme un taco. ¿Me haces uno? ― Háztelo tú ― contesto enojada mientras me ocupo de nuevo. Diego sonríe ― ¿Así que viendo fotos mías en la computadora? y ¿salías con un antropólogo?― Me pregunta. ― Mira, puedo explicarlo.― Trato de defenderme. ― Aquí no, después, porque si sabes que habrá un después ¿no? ― me susurra ―no me imagino a una mujer como tu con un novio como el que describió tu hermano, necesito que aclares eso. ― Mejor vamos afuera para que conozcas a los demás y recuerda― le advierto. ― Les creo el 50% de lo que dicen ― repite él mientras me mira sonriente.
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