CAPÍTULO NUEVE Oliver y Ester intercambiaron una mirada. —¿Lo echaron? —repitió Oliver, con el corazón encogido—. Ahora nunca lo encontraremos. Ester negó con la cabeza. —No nos vamos a rendir tan fácilmente. Vamos. Ester atravesó el campo y entró en una de las cafeterías que lo rodeaban. Al fondo había unos ordenadores. Llevó a Oliver hacia uno. —Mm, Ester, ¿no crees que tienes que pedir algo? No puedes entrar y usar los ordenadores gratis. —Vale. Un brownie de chocolate estaría bien —Se sentó y alzó la mirada sonriendo hacia él—. Gracias. Oliver fue hacia el mostrador y pidió un brownie para compartir. Para cuando volvió a Ester, ella ya estaba navegando en una página web de gente de la ciudad. —R… Rui… Ruise… Aquí. ¡Ruiseñor! —Sonrió a Oliver—. En Cambridge solo hay uno. ¡Debe