Abrió un ojo notando un leve dolor de cabeza recordando de pronto los copazos de la noche anterior, giró la cabeza mirando el despertador sorprendiéndose de que fuera sábado, ni se acordaba del día que vivía, no le sorprendió tanto que fueran las siete y media porque era la hora que se levantaba los días entre semana, dio un respiro de tranquilidad y se giró entre las sábanas encontrándose con el cuerpo de Aisha, su dulce mujer que dormía plácidamente con una respiración acompasada, se acercó intentando no molestarla y le pasó un brazo por encima de la cintura, ella hizo un pequeño gesto acercándose también a él apoyando la cabeza en su hombro y su mano en el pecho acomodándose bien dando un suspiro volviendo a sus sueños. Con los ojos cerrados descansando intentaba que le llegara el sueño de nuevo, pero lo que le venía a la cabeza eran las imágenes de la noche anterior, como Marga había perdido los papeles enseñándoles el coño a su marido y a él, recordó aunque estaba bebido como notó las tetas de la mujer de su amigo apretándose contra su pecho al besarlo para despedirse y como le tocó los abdominales, le pasó la mano acariciándolos haciendo un comentario soez de la fuerza con la que debía follar, su mujer hizo un pequeño ruido con la boca y le pasó un brazo por su espalda posando la mano en su culo desnudo siguiendo con su sueño, pensó en ella, como se enfadó por la actitud de Marga y aún así no discutió con él, que sol de mujer que tenía, estando celosa y cabreada pensó en él ayudándole a dormir.
Alan sonreía pensando en la suerte que tenía de estar con una mujer como Aisha cuando notó un beso en sus labios, un beso de unos labios sedosos que sabía perfectamente a quien pertenecían.
—¿De qué te ríes borrachín?, que menuda cogorza agarraste anoche. — susurró Aisha
—Estaba pensando en ti amor, de lo buena que eres conmigo y la paciencia que tienes.
— Pues anoche cuando me metiste toda la cara en el culo no sé en quien pensabas, si en mí o en el coño de Marga.
Dejaron ir una carcajada, él giró a su mujer dejándola boca abajo subiéndose encima besándole el cuello.
—Ahora te voy a enseñar en quien pensaba.
Aisha reía mientras su hombre le besaba el cuello pasando a su espalda por encima del camisón, sus manos se deslizaron por su piernas subiéndoselo por encima del culo, su boca le besó la parte baja de la espalda a la vez que una mano le amasaba el culo, Alan le abrió las nalgas metiendo la lengua en medio de la raja de su culo bajando con la lengua, se la pasó por el ojete haciéndole dar un pequeño gemido, él lo interpretó como que le gustaba volviendo atrás pasándole la lengua por encima unas cuantas veces seguidas, Aisha no estaba muy cómoda sabiendo lo que le hacía su marido, le daba algo de pudor jugar con aquella parte del cuerpo, ninguno de los dos lo había pedido jamás, pero no podía negar que sentía un gustito cuando su marido se lo tocaba o como en aquella mañana de sábado le pasaba la lengua por encima, se movió un poco incomoda y él lo capto siguiendo con su reconocimiento con la lengua, ella levantó el culo abriendo las piernas para dejarle el paso libre y pudiera llegar a donde más le gustaba que le chupara, Alan le abrió bien el coño y metió la boca en medio chupándoselo, Aisha dejó ir un gemido y él siguió bajando la lengua buscándole el clítoris, con dos lamidas la había puesto tan caliente que no se pudo estar quieta, se giró y agarró a su marido de los hombros girándolo dejándolo boca arriba, se quitó el camisón y dejó la cara de su marido entre sus dos piernas avanzando el cuerpo para agarrarle la polla y metérsela en la boca, la postura del sesenta y nueve, a Aisha le habían cogido unas ganas tremendas de sentir el sexo de Alan en su boca, de saborearlo, pasarle la lengua por los lados, chuparlo y succionarlo sintiendo que era suyo, oír como su marido gemía de placer a la vez que se lo proporcionaba a ella comiéndole el coño, sentir su lengua recorriéndole los labios del chocho sabiendo donde tenía que lamer presionando donde él sabía que le iba a gustar, a la vez que ella se metía su polla succionándosela para hacerle perder los papeles, Aisha sabía que estaban llegando al momento cumbre, él se había enfrascado en lamerle y succionarle el clítoris y ella en succionarle la polla sin parar haciéndole una paja por debajo de sus labios, empezó a gritar de gusto corriéndose y notó como la polla de su marido empezaba a palpitar a punto de correrse, levantó el cuerpo apartando la boca siguiendo con la paja mirando entre gemidos como Alan se corría disparando leche que le manchaban las tetas, ella inconscientemente apretaba su coño contra la cara de su marido frotándose suavemente para acabar aquel orgasmo escuchando los gemidos de él junto a los suyos, levantó el culo para liberarlo y el pudo ver el coño de su mujer en todo su esplendor, recién corrido, todo mojado y con un reguerito de flujo que le salía del agujero cayéndole en el cuello, no se pudo contener pegándole un lametazo desde el agujero de la v****a hasta el clítoris, ella se salió de encima de un salto.
— Que bruto eres ostia.
Se levantó riendo con las tetas llenas de leche, su pareja se la miraba enamorado.
—Estas preciosa con las tetas y el chichi mojado.
Sabía que hablarle así a ella le daba un puntito de vergüenza no pudiendo evitar reírse.
— Que marrano eres, cállate anda.
Caminó al cuarto de baño metiéndose en la ducha, estaba dejando caer el agua por encima de su pelo quitándose el semen de sus tetas cuando sintió como le pasaban unos brazos por delante besándola en la nuca, el contacto en su culo de la polla de Alan hizo que se girara besándolo con pasión.
— ¿Qué querrás hacer hoy amor?
—Primero creo que iré a correr un rato, tengo necesidad de sudar y quitarme la resaca de ayer, después podemos desayunar y ya veremos cómo se presenta el día.
Su mujer le sonrió y le abrazó.
— Me parece una idea genial.
Bajaron al salón los dos juntos, él vestido con ropa de deporte y ella con una camiseta que le llegaba por encima de las rodillas, se despidieron con un beso en los labios, Aisha aprovechó para agarrarle el paquete.
— Aiiisss! como me gustas con estos pantaloncitos que te pones para correr sin ropa interior.
—Me parece que ya sé que vamos a hacer esta mañana.
Rieron mientras uno salía por la puerta para hacer ejercicio y el otro se dirigía a recoger los vasos y la botella que había quedado de la noche anterior en la mesita de la sala de estar.
Alan salió a la calle ajustándose los auriculares poniendo en marcha el pequeño aparato de música que se enganchaba en el pantalón iniciando una carrera suave para ir calentando.
Aisha entraba en la cocina para limpiarla y recogerla un poco antes de preparar el desayuno para los dos.
El calentó al trote hasta el final de la calle y se desvió por un camino de tierra que se adentraba en la montaña, escuchando la música le vino un pensamiento a la cabeza, “Si a Giselle la trajeron expresamente de Paris es que ya sabía que ella sería la nueva socia del bufete, y que me buscara con la vista después de su discurso de mierda es que también sabía quién era, la hija de puta se puso a mi lado en la cinta sabiendo perfectamente quién era yo, me tomó el pelo como a un gilipollas y no tuvo cojones de decirme que iba a ser ella la socia y que trabajaba conmigo”. Sin darse cuenta había acelerado el ritmo corriendo que se las pelaba de la mala leche que le había cogido, llegó antes de tiempo al punto donde quería dar la vuelta bajando la montaña de nuevo a todo lo que le daban las piernas.
Aisha preparaba la mantequilla y algo de jamón cocido esperando para hacer el café y las torradas cuando llegara su marido. Escuchó antes de tiempo como se abría la puerta de entrada, miró el reloj de la cocina confirmando que la carrera de Alan había sido más rápida de lo normal, salió a su encuentro, Alan pasaba caminando rápido.
—Se me ha hecho corto, voy un rato al gimnasio para rematar.
Se dio cuenta que algo había pasado, la cara que tenía solo la ponía cuando algo le había hecho enfadar. Fue detrás de él entrando al gimnasio, Alan estaba estirado en el banco de pesas haciendo pectorales con la barra.
— ¿Ha pasado algo cariño?
Alan dejó la barra de pesas en su soporte sentándose en el banco, le explicó lo que había pensado durante su carrera volviéndose a estirar colocando las manos en la barra.
— ¿Y es muy guapa la nueva socia?
—Si, es más joven que nosotros, se le nota que va al gimnasio asiduamente y creo que a cualquier hombre le gustaría tener algo con ella.
Estaba a punto de levantar las pesas tensando los brazos y los pectorales cuando notó una mano que se le posaba encima del paquete apretándole la polla, subió la cabeza y vio a Aisha que estaba jugando mordiéndose un labio con el otro.
— ¿A cualquiera dices?
Alan la vio venir.
—A cualquiera que no tenga en su casa una preciosidad como tú amor.
— ¿Te he dicho que estos pantaloncitos me gustan mucho?
Se le empezó a escapar la risa de ver a su mujer en aquella situación tan insinuante, Aisha se subió la camiseta hasta la barriga enseñándole unas braguitas blancas muy finas, Alan se sentó de nuevo olvidándose de las pesas.
— ¿Te gusta así?, ¿o mejor así?
Se había puesto en cuclillas abriendo mucho las piernas para que pudiera vérselas con la forma de su coño.
— ¿O así?
Se metió un dedo por el lado abriéndose las bragas enseñándole directamente su chichi depilado.
—¿Dónde quieres llegar Aisha?, ¿esto es por lo de Marga ayer?
— Si hostia, me puse celosa.
Adelantó el culo en el banco poniéndose en la punta, ayudó a su mujer a incorporarse y la sentó en su regazo acariciándole la cara.
—Ya conoces a Marga, si sabes que en las tiendas cuando vais de compras sale en bragas fuera del probador si ningún pudor.
— Claro que la conozco y se lo descarada que es, pero que se las enseñe a mi marido es otra cosa, además movió las piernas para que se le separara el tanga y enseñarte el coño, que me di cuenta.
A Alan le entraba una risilla floja.
—Yo creo que se lo enseñaba a su marido para que le diera caña en su casa.
— Pero si Leo ya está harto de vérselo, Alan no te hagas el tonto. Y ese repaso gratuito que te dio en los abdominales antes de irse diciéndote con aquella voz de tonta, (la puso ella imitándola), “guapísimo con estos abdominales debes follar con mucha fuerza”, (volvió a cambiar la voz enfadándose), y a ella qué coño le importa como folla mi marido ostia.
Alan se dio cuenta que su mujer se empezaba a ir por las ramas, le acarició entre los muslos subiendo la mano tocándole el chichi besándola con pasión.
—Cómo te puedes comparar con ella con este chochito tan bonito que tienes.
Su mujer lo miró mordiéndose un labio, como le excitaba verlo sudando, oler su piel de cerca, ella se notaba que se ponía en celo solo con el olfato y como se le mojaban las braguitas con él tocándola, lo besó mordiéndole un labio poniéndole una mano en la cara sudada.
—Está bien, dime qué quieres hacer.
Aisha lo miró con una risilla picarona.
— Quiero que desayunes conmigo tranquilamente y después te cuides de este chochito tan bonito que es tuyo y de nadie más.
—Me doy una ducha rápida y nos encontramos en la cocina amor.
— No. Vienes tal como estás.
—¿No quieres que me duche?
— ¿Ya te he dicho que me gusta mucho ese pantaloncito?
El se partía de risa.
—A ti lo que te gusta es lo que hay debajo listilla.
Se volvieron a besar como si no hubiera mañana.
— Cómo me conoces cabroncete.
Fueron los dos agarrados de la mano como si se acabaran de hacer novios. Desayunaron uno delante del otro intercambiándose miradas cómplices y sonrisas.