Tell Don’t Care About Os

1400 Words
EL GIAOUR Por Lord Byron. Pero antes, sobre la tierra, como vampiro enviado, tu cadáver del sepulcro será exiliado; entonces, lívido, vagarás por el que fuera tu hogar, y la sangre de los tuyos has de arrancar; allí, de tu hija, hermana y esposa, a medianoche, la fuente de la vida secarás; Aunque abomines aquel banquete, debes, forzosamente, nutrir tu lívido cadáver andante, tus víctimas, antes de expirar, en el demonio a su señor verán; mal diciéndote, maldiciéndose, tus flores marchitándose están en el tallo. Pero una que por tu crimen debe caer, la más joven, entre todas, la más amada, llamándote padre, te bendecirá: ¡Esta palabra envolverá en llamas tu corazón! Pero debes concluir tu obra y observar en sus mejillas el último color; de sus ojos el destello final, y su vidriosa mirada debes ver helarse sobre el azul sin vida; con impías manos desharás luego las trenzas de su dorado cabello, que fueron bucles por ti acariciados y con promesas de tierno amor despeinados; ¡pero ahora tú lo arrebatas, monumento a tu agonía! Con tu propia y mejor sangre chorrearán tus rechinantes dientes y macilentos labios; luego, a tu lóbrega tumba caminarás; ve, y con ghouls y afrits delira, hasta que, de horror estremecidos, huyan de un espectro más abominable que ellos.  —Bastardo ¿no tenías un mejor nombre para ponerte? —dice en medio de un sonrisa suave y ladina mientras observa una de tantas cartas que había escrito su amigo ahora muerto por el destino indeseable de todo ser inmortal y sanguinolento: La caza. Los vampiros no son exactamente amigos de los seres humanos que ellos alguna vez fueron, y por supuesto que no lo serían, la ira y el deseo hambriento por la inmortalidad es tan sucia y perturbadora que dar tal virtud, si es que es algo de lo cual se deba regocijar, no puede ser otorgada así nada más. El peligro a que el ser humano enloquezca por tanto poder impide de buena forma que todos tengan aquella extraña y misteriosa condición que jamás se podrá descubrir con claridad, solo aquellos originales tienen la capacidad de hacer conocer al mundo aquel secreto, pero incluso así la más mínima palabra los convertirá en polvo de manera dolorosa. —Oh, hola, señoritas. —Harriet saluda de manera seductora y caballerosa a tres mujeres que lo miraban con coquetería. —Hola. —responden de vuelta entre risas y siguen en lo suyo con sus cafés Latte. —Sss… podríamos divertirnos con una y luego romperle el cuello ¿qué te parece hermanito? Harriet mira a su lado y observa a su hermana Avellana disgustado. —Si sigues haciendo eso alguien se dará cuenta y estaremos acabados mocosa. —Nah, eres todo un anciano paranoico. Te falta coger con alguien hermano. —dice de manera burlona. —No, gracias estoy bien así. —dice realmente disgustado e incómodo a lo que Avellana baja su sonrisa y asiente culpable. —Lo siento, solo bromeaba no te lo tomes tan a pecho. —suspira y niega con su cabeza. —Está bien. —acaricia su cabeza y observa a las personas pasar deprisa con sus teléfonos. —Joder hace 100 años la gente sí hablaba, ahora parecen paredes frente a otras. —dice con suavidad sin dejar de observarlos. —Por supuesto que hay una forma y se llama chat, luego puedes verte con ellos a la cara. —No me interesan tus métodos de estúpidos Dilleniales sin poca actividad neuronal y mucha masa encefálica. —ríen a carcajadas sin resistirse. —Esa estuvo buena. Pero hermano, no te haría nada mal hacer un amigo humano. —No creo que dure, en algún momento se dará cuenta de lo que soy. —Por favor ¿qué dices? Tengo un amigo humano desde hace 4 años. —Es tu novio, admítelo ya. —No, corrección es mi Ángel y acordamos utilizar menciones especiales. Así que dilo o te parto el cuello delante de todos. —Por Dios, aja, tu Ángel. —Exacto, muy bien. Como decía… —Estás loca. —Lo sé y como decía, deberías intentarlo. Solo un amigo, sé… que no tienes la más mínima intención de… —Exacto, por eso me evito la desgracia de que termine alguien por enamorarse de mí. —...Como quieras hermano. —suspira y mira su reloj de muñeca. —Es tarde y tengo una cita con mi Ángel. —¿Qué, te lo vas a follar? —Por Dios Harriet, la pregunta ofende, obviamente. —se levanta dramática y supuestamente ofendida y luego sonríe. —Nos vemos idiota. —mueve su mano para pedir un taxi y sube. —Adiós, Avellana. —dice más para sí mismo. —Me pregunto ¿cómo harás cuando sepa la verdad? —se cuestiona mientras observa la carta. —Señor, aquí tiene el croissant relleno y el café con leche con azúcar. —Gracias linda. —dice observando su rostro sonrojado y la señorita sonríe en agradecimiento. Parecerá extraño, pero a pesar de los mitos que se tienen respecto al si los vampiros pueden o no sentir el sabor de la comida este varía dependiendo del grado en el que se encuentren un vampiro, el organismo evoluciona y le permite saborear alimentos de toda clase. Pocos infortunadamente llegan a tener la virtud de poder disfrutar la comida humana. Los Hienas Blancas como él, sí pueden disfrutar de ello sin duda. La mañana era fría y poco agradable para los ciudadanos que les tocaba madrugar para este día. Harriet, al contrario, disfruta de la lluvia y el viento frío, es como sentir una ligera sensación de humanidad, además de poder comer comida humana. Ver a las personas y no a cazadores como hace tantos años, lo tranquilizaba, a pesar de tener la fuerza para matar a 100 hombres, aquellos años habían quedado atrás de aquel incidente Alcaeda Bricos, ahora un pueblo olvidado en el país colombiano. Solo se encuentran detalles en los libros de historia, entre ellos la anatomía de los Exsanguis por Antonio Valtaro quien fue alguna vez residente en el pueblo de Bricos. Mientras caminaba en la acera de la biblioteca de nuestra señora Antonia, recordaba haber leído aquel libro en el año 1812 con tan solo una vela negra y un poco de pan y vino de uvas blanqueadas. —Qué recuerdos. —suspira sonriente. — Qué tonto eras, Valtaro. —dice riendo ligeramente al recordar la anatomía ocular según Valtaro. En su libro aseguro que los vampiros disponían de cuatro ojos, dos internos y dos externos, según con la intención de poder cambiar la capacidad de visión, y por ello seguramente podrían ver a sus víctimas a largas distancias. La evolución no fue una opción para él, pues consideraba inútil y poco coherente que aquellos ojos tan humanos fueran los mismos con los que observará a sus presas. “Es una teoría tan tonta”, piensa y sonríe, para luego detenerse en la puerta principal de la biblioteca.  —Muchachas, ya llegó mi esposo. —chilla con alegría Julián, uno de los trabajadores de la biblioteca hace cuatro años y medio, si mal no recuerda el señor Harriet. —Ya te dije que no estoy disponible. —ríe a carcajadas y frota sus manos al entrar del todo a la tienda de libros y artesanías. —Ya tengo a alguien, déjame en paz, mocoso. —sonríe y niega al ver sus lágrimas falsas y cara de ofensa. —¿Cómo te atreves a decir tanta mentira cochina? Fuera de mi tienda, hoy no te vamos a vender nada. —Ah, bueno, si tú lo dices. —Da media vuelta y camina despacio. —¡Julián!, deja de joder. —Marta grita con enojo la madre del joven que al instante huye del lugar entre risas. — Harriet pasa, esta es tu casa. —sonríe mostrando aquellos pequeños hoyuelos y rostro maternal. —Deja de copiarle al marica ese todo lo que te dice, por eso es tan mimado, todo se lo celebras. —palmea varias veces su espalda mientras lo regaña, a lo que Harriet cubre su cuerpo mientras ríe. —Perdón, perdón. —súplica y luego respira en paz cuando deja de pegarle. —Oiga, ¿ya llegó la versión en español de Harry Potter y llámame por tu nombre? —pregunta mientras finge estar adolorido.
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