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Origen

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Blurb

Las cosas se complicaron para la chica común que solo pensó en deshacerse de los maleantes que la atormentaban. Ahora, Rachel tendrá que aprender a sobrevivir con estos seres superdotados para descubrir su verdadero origen.

SEGUNDA PARTE DE "VIVIENDO CON UN VAMPIRO".

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Prefacio
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Oscar Wilde. Alemania - Hamburgo Septiembre, 1996 Ella va caminando como todas las noches, aunque, esta vez es diferente a las anteriores; aquellas veces en las que iba de la mano de su amado. Es la primera vez que va sola, ¿dónde está él? Hoy tuvo ''algo importante que hacer''. Algo que ella no sabe y que prefiere no saber, cree fielmente en él. ¿Será por el amor que siente o porque él nunca le dio razones para quebrantar su confianza? Cualquiera fuera el caso, ahora está paseando sola, a pesar del mal presentimiento con el que despertó este día. Siente una extraña sensación ¿acaso es el bebé que lleva en su vientre? Acaricia suavemente su barriga. Respira. Mira alrededor, está muy alejada de la multitud, pero nada podría pasarle ¿verdad? En todo caso, hay un hospital y una comisaria algunos metros más allá. Continúa con su trayecto. Entonces, lo siente, su vientre se está moviendo; sin embargo, lo hace con tal b********d que comienza a hacerle daño. Se siente mareada ¿Qué le está sucediendo? No lo sabe. En cuestión de segundos cae al piso, lo último que siente antes de cerrar los ojos, es algo mojado entre sus piernas. Es la fuente, se ha roto. La gente que pasa se percata de lo sucedido, todo ocurre tan rápido. Muchos ojos curiosos la observan sin hacer nada, entonces alguien con sentido común llama a emergencias. Por fortuna, no tardan en llegar los paramédicos, revisan sus signos vitales y se la llevan de emergencia, saben que es cuestión de tiempo salvar a la mujer y al bebé. El hospital, como todas las noches, está a la espera de cualquier emergencia. Esta noche parece como cualquier otra; pero no es así. Esta noche nacerá la primogénita del gran Klauss, quien por cierto aún no tiene conocimiento de lo que está sucediendo. — ¿Cuál es su estado? — Comienza el breve interrogatorio de uno de los internos, mientras conducen a la paciente por la sala de emergencias. — Ha perdido los sentidos... — Informa el paramédico al mando. — ¡Su pulso se está yendo! — Se percata un asistente. Todos vuelven sus miradas hacia el pequeño cuerpo tendido en la camilla. — ¡Rápido, a la sala de operación! — Demanda una voz varonil. — ¿Doctor? — Vuelve a intervenir el mismo asistente. — ¿Qué sucede? — Cuestiona con impaciencia. — Es probable que el bebé aun no haya cumplido las 40 semanas de gestación, Señor. — El doctor lo mira de reojo. Sabe que están en problemas. Aún con el problema evidente llevan al paciente por el pasadizo, mientras el mismo doctor va dictando algunas órdenes a sus subordinados. Pronto se pierden en una habitación, que al parecer es el cuarto de operaciones. Alguien debió avisar al padre y esposo de la mujer, pues minutos después entra como un alma perseguida por demonios al lugar, exigiendo con desesperación saber dónde y cómo se encuentra su esposa. Segundos después y con un poco más de cordura, se conduce hacia recepción, donde le dan la información necesaria. A pesar de eso, se siente intranquilo, él sabe que el bebé aún no debía nacer. ¿Cómo era eso posible si, apenas la semana anterior había cumplido los siete meses de gestación? «... En ella se alberga el gran mal que se hizo leyenda en nuestro mundo. Sí la criatura nace, será causa de muchas muertes. Y comenzará con el ser que le dio la vida... ¡Debes matarla! ¡Mata al demonio!» La misma frase retumbaba en su cabeza. Eso había dicho aquella mujer, hace algunos meses. No era una bruja de magia negra, era más bien una especie de vidente. Recordaba el rostro de su esposa al escuchar esa noticia, recordaba como protegía su vientre con sus manos, como sí así pudiera evitar la predicción. Ella sabía en lo que se había metido, enamorarse de un vampiro no era algo que pudiera hacer, así como así, sin esperar consecuencias devastadoras a cambio; su lógica siempre les había hecho conformarse con lo que tenían, hasta que supieron de la existencia de un ser vivo en su vientre, sea egoísta o no, querían tener a ese niño o niña. Algo iba mal. Por primera vez en tantos años, Klauss sentía el miedo desplazarse por todo su cuerpo, el miedo de perder lo que había formado en estos años. Una familia. No quería perder a su amada esposa, y mucho menos al pequeño ser, fruto de su amor por la humana, su único y verdadero amor. La angustia lo consumía mientras las horas continuaban su curso. Klauss había perdido la noción del tiempo que transcurrió desde que piso la sala de espera, sin embargo, aún no había noticias de ella. Ya de madrugada vislumbró una silueta caminar hacia él. Respiro tomando valor para lo que venía, el miedo aún ocupaba cada parte de su célula. — Señor... — Comenzó el doctor sin saber el apellido del hombre. — Benson — Lo ayudó Klauss. — Bueno, Sr. Benson tengo buenas y malas noticias para usted. — El nombrado le miró con añoranza. » La buena noticia es que la operación salió bien. Déjeme felicitarlo porque es usted el padre de una hermosa niña. — Al instante sus ojos brillaron de la emoción. Era papá, nada podría hacerle más feliz. — Dígame, ¿cómo están? — Se volvió nuevamente al doctor. — Como la pequeña nació antes de tiempo, está en una incubadora. — Klauss inhaló como sí tratara de recuperar el aliento. — También, debe saber que ambas están en riesgo. » El parto se anticipó, debe dar gracias a Dios que la pequeña y su esposa estén con vida. Realmente fue un milagro. — Él sólo asintió para no decir algo que lo comprometiera. — ¿Puedo verlas? — Inquirió con suplica. — Puede ver a la pequeña. — Bueno al menos podría ver a su hija. Eso ya era algo, se animó.         Un mes había pasado desde el parto. La señora Benson tenía una semana en casa, pues al igual que su hija había pasado las últimas semanas en el hospital. La pequeña, a diferencia de ella, saldría hoy, razón por la cual había tanta conmoción en casa. — ¿Cómo me veo? — Preguntó nerviosa viéndose al espejo. — Rosa Steven, señora de Bonson, su belleza reluce cada día más. — La abrazó antes de llevársela así la puerta, a Klauss no le gustaba la impuntualidad. Ambos caminaron hacia el Mercedes-Benz y entraron en él. Una vez dentro, la mujer dijo: — Aún no puedo creer que por fin la tendré en mis brazos. Siento tanta emoción y... Miedo al mismo tiempo. — Confesó. — Querida, esa sensación se te quitara cuando la veas, es realmente hermosa como su madre. — Tomó su mano para darle sentido a sus palabras. — Pronto la tendremos con nosotros y formaremos una familia, esa con la que siempre soñamos. — La animó. Esa misma tarde la pequeña de los Benson estaba en casa. Sus padres habían firmado todos los papeles para la salida de la beba y, oficialmente, ya se encontraban fuera del hospital, esperando no tener que regresar nuevamente. Los días continuaron pasando y la feliz familia desarrollaba su vida como cualquier otra; lo que llamó un poco su atención fue que para el mes siguiente la pequeña había crecido mucho para ser un bebé recién nacido. Era extraño ver crecer con tal rapidez a su hija, mas ellos pensaron que era normal puesto que Klauss era un vampiro. Algún efecto debería causar, ¿no? — Lo sé, lo sé. Creo que vivir tanto tiempo en tranquilidad me ha puesto ansiosa. — Bromeó la señora Benson luego de ver que había contagiado a su esposo de la incertidumbre repentina. — Siento lo mismo. — Le dio la razón Klauss, haciéndola sentir menos histérica. — Sin embargo, han sido solo días. — Ella lo miró sin entender. — No entiendo. — Arrugó su frente. — ¿Recuerdas lo que dijo aquella mujer? — Trató de recordarle el amargo momento que vivieron hace unos meses atrás. — ¿Mujer? — Lo pensó un momento tratando de acomodar sus recuerdos. — ¿La bruja? — Tentó. Él movió la cabeza en señal de afirmación. — Desde aquella noche no he podido dormir en paz. — Murmuró con pesar. — Cuando me enteré de ti en el hospital, creí lo que predijo... Tenía tanto miedo de perderlas. — Pero, ambas estamos con vida. — Le sonrió con ánimo. — ¿Me ves? Nuestra hija nació y yo no he muerto. — Quería tanto que fueran solo ideas locas, pero algo lo hacía dudar. — Sin embargó, es raro... Su nacimiento precoz. — Dejó las palabras casi al aire. — También pensé en eso. — Admitió ella. — Pero, eso no importa ya, me he decidido a cuidarla ya siga siendo una humana o se convierta en un ser poderoso como su padre. — Le sonrió a su esposo. — Es nuestro pequeño milagro. — Pase lo que pase la protegeremos, sin importar lo que suceda. — Le beso la frente viendo a su pequeña en su cuna. — Sin importar lo que suceda. — Su esposa reafirmó su promesa sosteniendo su mano. No sabía que iba a odiar esa promesa años después, no sabía lo que las pérdidas que iba a sufrir y las decisiones que tendría que tomar gracias a esa pequeña e inofensiva promesa tan común en los padres primerizos. 

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