Sus palabras me hicieron dudar de toda mi existencia, no era posible aquello que decía. Mis padres eran Javier y Reachell Roberts. No podía ser cierto, quizá lo estaba inventando todo para salvarse. Le seguía apuntando directamente al pecho, mi mente era un revoltijo de pensamientos y dudas. No sabía que hacer, una parte de mí queria creerle. Saber que viví todo ese infierno por error y que el odio que sentía por mis padres, era real. —¿Por qué me dice eso? Mis padres son los asquerosos Roberts.—respondí. —Eres mi hija, lo pude sentir al verte. Eres el vivo retrato de tu madre, Deyla.—dijo calmado.—, Permíteme decírtelo todo. Asentí y baje el arma, se sentó en la silla de su despacho y yo en la de enfrente. Me miraba atento y con una enorme sonrisa en su rostro. —Cuándo tenías cuatro