—Así es, no lo hice —asintió Bearnas—ahora ve a dormir. Tuviste un día atareado y mañana no será más tranquilo. Melcorka no logró conciliar el sueño sobre los tablones de la cubierta del Separaolas, en su lugar se quedó mirando las estrellas que conocía sobre este ambiente desconocido. Su mente se entretuvo con una infinidad de preguntas, como querer saber quién era ella o qué es lo que iba a suceder el día siguiente. Melcorka tocó su espada y experimentó una emoción inmediata de poder, la cual se desvaneció una vez que retiró la mano. Fue así como se dio cuenta; el poder provenía de la espada, no de ella. Aún era la chica isleña que siempre ha sido. ¿Por qué fue que su madre le ocultó tantas cosas? ¿Y cuál era el pasado misterioso de su madre? —Quizás lo averigües, y quizás no sea así