DOS Asomándose apenas por sobre el mar había un grupo de islotes rodeados por olas que invadían sus riscos para luego partirse en una cortina de espuma y rocío antes de que el viento occidental las despejara para darle paso al próximo oleaje que acumulaba fuerzas para su siguiente ataque violento, uno tras otro sin fin aparente. El Separaolas bañó su proa con una marea errante que dejó a su paso agua salada a abordo, la cual recorrió el interior del bote, empapando a cada m*****o de la tripulación y luego fluyó por los imbornales. —Madre —Melcorka arqueó el cuello para ver la cima de los riscos—. ¿Por qué estamos aquí? Bearnas apretó su remo direccional hasta que sus nudillos se tornaron blancos—. Estamos aquí para que encuentres tu destino. Melcorka escuchó cómo la risa ronca de Oeng