—Oh… —Melcorka sintió cómo esas manos exploraban su cuerpo, cerró los ojos y permitió que estos nuevos sentimientos, extraños y maravillosos, la guiaran. A Douglas no le fue difícil reconfortarla y le ayudó con todo lo que le causaba inseguridad. Después, mientras yacía a su lado, Melcorka miró su propio cuerpo impactada y al de Douglas con asombro. —No tenía idea de que sería así —dijo Melcorka. Douglas le sonrió, extendió su brazo y la acarició—. Cambia todo el tiempo. A veces te haces visitar el cielo con una liberación instantánea de tensión, otras te deja frustrado cuando las cosas no suceden como deberían—. La acarició del cuello a las rodillas y en otras partes en el camino—. Con un cuerpo como el tuyo no deberías tener problemas en encontrar un compañero cuando lo necesites. Me