CAPÍTULO CINCO Oliver parpadeó, atónito ante lo que estaba viendo. Al contrario que la parte polvorienta y cubierta de telarañas de la fábrica, que estaba al otro lado de la pared mecanizada, este lado de la fábrica era luminoso y acogedor, relucía por la limpieza y rebosaba de señales de vida. —¿Tienes frío? —preguntó Armando—. Parece que has estado bajo la lluvia. Oliver fijó rápido la vista otra vez hacia el inventor. Estaba estupefacto por estar realmente cara a cara con su héroe. A pesar de que pasaban los segundos, estaba completamente mudo. Oliver intentaba decir que sí, pero el único sonido que salió de su garganta fue una especie de gruñido incoherente. —Ven, ven —dijo Armando—. Te prepararé una bebida caliente. Aunque sin lugar a dudas era el Armando de su libro de inventor