Sin embargo, Lady Roysdon estaba segura de que al cuñado de su amiga le importaría poco lo que su majestad pudiera decirle. Su vida social no era muy activa y no tenía nada en común con la realeza. Su actitud, como la de muchos hombres, era de aversión hacia la casa real, en especial al heredero al trono. No estaba de acuerdo con sus extravagancias ni con la forma de vida que llevaba. «Puedo intentarlo», pensó y, en voz alta, le preguntó a Lady Dorridge: —¿Sabes dónde se encuentra en este momento? —Anoche se hospedó en el Hotel Castle, pues tenía asuntos pendientes con agentes de bienes y raíces y con sus abogados, y esta tarde partirá a Shoreham. —¿Conoces la razón de ese viaje?— supongo que visitar a su hermana. —¿Y crees que ella nos ayudaría? —No, Miriam hace lo que Francis quier