Desperté abrazada al amor de mi vida, me tuve que tallar dos veces los ojos para comprobar que no era un sueño, que junto a mi dormía Gael, el hombre que en tan sólo una noche me había hecho sentir las cosas más hermosas del mundo. Me trató como una princesa, con suavidad y delicadeza; mi cuerpo se derritió varias veces en sus manos y en su boca y me llevó a alcanzar la cima con tanta naturalidad que llegué a pensar que estábamos hechos el uno para el otro. Comencé a creer en el destino, ese que tanto me había nombrado Catalina, el mismo al que yo me rehusaba a escuchar. -Sofía- escuché pronunciar mi nombre en sus labios -Aquí estoy- le dije abrazándolo de nuevo, y esperando que ese segundo se transformara en una eternidad junto a él. -Lo siento...-me dijo -¿Por qué- le pregunté intrigada