1. Por siempre amigos
Era la última semana de clase y la última vez que vería a Gerónimo Zunz.
Estuvimos desde el inicio, pero nunca nos hablamos ni nos juntamos. Éramos compañeros, nada más.
En tercer año de la escuela, empecé a manifestar mi esquizofrenia. Tuve un tratamiento para ello.. Nadie se dio cuenta, lo mantuve en secreto. No sé cómo, pero Gerónimo lo supo y comenzamos a hablar más seguido. Algunos lo sospechaban, quienes decían ser mis amigos. Gerónimo era un gran chico con las cosas claras y un corazón noble pero un aura oscura lo rodeaba siempre. Su familia no era fácil de entender ni de llevar una buena relación. Nos hicimos más cercanos, amigos.
Gerónimo era un excelente estudiante, estudiábamos matemáticas porque me iba mal y él no tanto. Él estaba saliendo con su vecina, Priscilla. Yo la conocía muy bien. Era una chica insegura y celosa de cualquier cosa.
—Yo sé que vas a pasar el examen.—me dijo. Levanté mi cabeza, mirando su rostro empezando a tomar madurez. —Estudiaste durante todo el verano, ¡Te va a ir muy bien!
—¿No tenías que verte con Priscilla? Ya estás llegando tarde y sabes que se pone histérica cuando te tardas .—Le dije. No quería ser responsable de una de sus peleas.
—No nos vamos a vernos hoy.
—¿Por qué?
—Voy a terminar con ella, ¡Me cansé! Es una mina caprichosa. No es feliz con nada.
Me crucé de brazos, mirándolo, intentando buscar las palabras para animarlo. No me importaba perderme los exámenes. Gerónimo era mí mejor amigo y más.
Él me demostró una verdad. Las personas más cercanas son las que menos nos entienden. A veces aislarse y permanecer en diferentes círculos sociales nos enseñan a abrir los ojos a la realidad que nos rodea.
También, que sentir amor, es una gran emoción que, con la persona equivocada, se vuelve una condena. Pero lleva tiempo enamorarse de la correcta.
—Me voy a Mendoza. Es otro tema que quería contarte, Nati.
—¿Qué?¿Por qué?
No eran las noticias que esperaba. Él hizo un gesto con la boca, en forma recta, como resignado a dejar todo atrás y comenzar de nuevo. Su padre, Ricardo, tenía mucho dinero manejando uno de los mejores viñedos del país.
—Perdón. Tampoco, vamos a vernos, Natalia.
—Pero, ¿Así lo decís, Gero? ¿Cómo si fuese tu ex novia?—dije apenada. El chico tomó mis manos, apretandolas con cariño.—No quiero que te vayas. Sos mí amuleto.
—No tengo otra opción. Es un trabajo familiar. Soy el heredero.
—No sé qué haré sin vos. Sos todo.
—¡Y, vos, sos toda mía, por siempre!
—¿Por siempre?
—Te hago una promesa. Vendré a buscarte y te daré todo lo que necesitas.
—Una promesa...¡Más te vale volver por mí!
Tenía que irse a otra provincia. Me daba miedo recaer en una crisis psicótica sin él. Me dio tantas alegrías y sonrisas en momentos oscuros durante la secundaria, ¿Cómo podría estar sin Gerónimo? Intentaría estar lo mejor posible cuando él cumpla esa promesa.
Me levanté de la silla, sentándome sobre sus piernas, rodee su cuello con mis brazos y me acurruque en su hombro, mientras Gerónimo me abrazaba con fuerza. Mí cuerpo se estímulo. Sentí un fuerte deseo de darle un beso en la boca, ¡Estaba loca! ¡Loca por Gerónimo!
—Natalia.
—¿Qué?
—Mi promesa es real. No te voy a olvidar.
—Prometeme que vas a hablar conmigo, escribirme y llamarme.
—Sí, por supuesto. Eso no se cortará. Estaremos en contacto.
No me gustaba perder a Gerónimo. Esto no lo ataba a Buenos Aires, a mí. No permitiría que se quedó conmigo. Eso es egoísta y yo no soy así. Al contrario, mí amigo es muy inteligente. Hará grandes negocios en Mendoza. Más allá de la distancia, esperaba que tuviera éxito en la vida, con esa mente tan rápida en las matemáticas y las leyes federales. Él sería un gran heredero.
—Vales la pena.—me dijo.
Gerónimo me miró, alcé una ceja. Me acerqué más, imposible de darle un primer beso. Lo miré insegura que me correspondiera. Las palabras del muchacho eran románticas, endulzan mis oídos y nada más. Creía en él, en aquel momento todo era perfecto.
—Sos mio. No olvides quién soy.—Le dije y lo besé, al fin.
Gerónimo se quedo inmóvil, inesperado, imposible que mí amistad sea mucho más.
Mí corazón latía con mucha fuerza, sintiendo el sonido de otros estudiantes en otros salones. Las manos de él me sujetaban de la cintura. No me respondió el beso, y me dolió. Se puse toda roja. Me agite, me dolía el pecho y el orgullo llegó a mis pies. No iba a olvidar esto, cómo decidí besarlo por primera vez.
Desaparecieron todos mis conocimientos. Mi mente quedó en blanco. Me fui. Ya no me importaba terminar los exámenes. Así tomé todas mis cosas y salí del colegio. Era mi decisión.
Me quedé en la esquina, fumando. Pensé en lo ocurrido. Nos llevábamos muy bien. Era increíble la conexión que teníamos, como dos piezas de un rompecabezas por completar. Era dificil pensar que no estaba en los planes futuros de Gerónimo Zunz. Estaba muy enamorada de él. Crucé la calle, caminando hacia la plaza donde me quedé un rato, escuchando música