Prólogo. La horma de su zapato
Pov Norman
El sol brillaba con intensidad mientras observaba el bullicio en la lujosa mansión. El día había llegado, y aunque siempre se había mostrado como el amigo incondicional, no podía evitar sentir una ligera incomodidad ante el papel que debía desempeñar.
Desde el vestidor, veía a Steven luchar con el moño de su traje, sus manos temblorosas eran una clara evidencia de sus nervios.
No pude evitar una sonrisa socarrona.
—Tranquilo, Steven. Estás más nervioso que un adolescente en su primera cita —le dije sonriendo sin poder evitarlo.
Sin esperar respuesta, me acerqué para ayudarlo, deshaciendo el desastre de tela que mi amigo había hecho. Mientras ajustaba el moño con la destreza de quien siempre tiene todo bajo control, Steven suspiró profundamente.
—No puedo evitarlo, Norman. Esto es importante para mí, para nosotros —dijo Steven, y luego, con un carraspeo, agregó—. Y necesito pedirte un favor.
Lo miré y levanté la ceja, siempre listo para lanzarle un comentario mordaz, sin embargo la seriedad en los ojos de mi amigo me hizo callar.
—Lo que necesites, hermano. Sabes que siempre estoy aquí para ti…
La explicación de Steven me tomó por sorpresa. Cuidar de Ekaterina mientras él y Sasha estaban en su luna de miel no era un favor cualquiera, y menos cuando la relación entre la joven y yo, siempre había estado teñida de cierta tensión.
¿En serio me pedía ESO como regalo de boda, que sea la "niñera" de su cuñadita durante su luna de miel? pensé un poco azorado.
Steven sonrió con un aire casi culpable. Y cómo si hubiera leído mis pensamientos, agregó:
—Es lo único que te pido como regalo de boda, Norman. Para Sasha, Ekaterina es como una hija. Y la joven está saliendo a bailar con una chica que conoció en el hospital. Parece decidida a perder la virginidad o algo así. Seguro que te escuchó alguna vez…— murmuró con algo parecido a la culpabilidad.
MIERDA.
No pude evitar soltar una risa sarcástica.
—Aunque pierda la virginidad, va a seguir teniendo ese aura virginal. No entiendo qué me ve realmente — dije y me encogí de hombros despreocupado—. Nunca le presté demasiada atención después de todo…— agregué frunciendo el ceño pensando realmente en eso.
Steven sonrió levemente, y al final no le prometí demasiado...Carajo Steven ¿Niñera de tu cuñada frágil y virgen que me mira con los ojos brillantes como un cachorro apaleado? ¿En qué carajos estabas pensando cuando se te ocurrió esta idea tan pero tan brillante?
Cuando salimos del vestidor, Steven -que ya me había adjudicado su "regalito de bodas"- ahora parecía más tranquilo. Y la ceremonia transcurrió de forma impecable, y me permitió sentir un leve orgullo al ver a mi amigo tan pleno. Sin embargo, mi mente vagaba hacia lo que me esperaba: Ekaterina.
Más tarde, en la recepción, claramente evité deliberadamente a la joven. Hasta que, durante los fuegos artificiales, la encontré sola en el jardín. Sus ojos estaban fijos en el cielo, la explosión de luces reflejándose en su rostro. Se veía casi infantil, una figura delicada en un vestido color pastel.
—Hola, Ekaterina —la saludé, intentando sonar despreocupado.
Ella giró lentamente la cabeza hacia mí, su expresión neutral, aunque sus ojos parecían brillar con un conocimiento que me incomodó por alguna razón.
—Hola, Norman.
Alcé la copa hacia el cielo, buscando algún tema trivial para romper el silencio.
—Deslumbrantes, ¿no crees?
—Sí, son muy lindos —respondió ella, sin apartar la vista de las luces.
El silencio entre ambos se alargó, y finalmente decidí aventurarme.
—Supongo que estarás feliz por ellos.
Ekaterina soltó una risa seca, girando por completo hacia mí.
—Feliz por mi hermana y mis sobrinos, sí. Pero él… no se la merece.
La franqueza de sus palabras me tomó por sorpresa, lo admito. Había algo en su tono que me resultaba desconcertante, casi malicioso. Y me desencajó por completo, ya que venía de ella.
—Al final, Steven se llevó todos los premios —añadió Ekaterina con más sarcasmo, cruzando los brazos frente a su pecho.
La miré sin dar crédito y entrecerré los ojos, estudiándola. Entonces, algo hizo clic en mi mente. Y uní las piezas: ya que antes de postularse como gobernador mi amigo tenía un puesto en el congreso que perdió por el escándalo de tener un contrato con su amante, en ese entonces Sasha, y por tener una hija oculta con ella, Natasha...Pero esa información a la prensa, jamás hubiera imaginado que la filtró justamente Ekaterina. Nunca supimos quién había sido, hasta ese momento. Así que sí, me quedé de una pieza.
—Fuiste tú. Tú filtraste el contrato a la prensa — le dije pasmado.
Ekaterina sonrió, con un gesto lleno de satisfacción.
—Por supuesto que fui yo— dijo como el gato que se comió la crema y no pude evitar sentir cómo la irritación me invadía, pero también algo más: curiosidad. ¿Quién era realmente Ekaterina? La fachada virginal y dulce parecía ser solo eso, una fachada ¿Acaso ese dechado de inocencia y virtud realmente nos había engañado a todos? Decir que estaba atónito era quedarme corto.
Ella dio un paso hacia mi, sus ojos clavándose en los míos.
—Ah, y por cierto —continuó, su tono goteando sarcasmo—, sé lo que te dijo tu amigo. Pero no necesito una niñera, contrario a lo que mi hermana piensa.
Y sin esperar respuesta, pasó junto a mí, empujándome ligeramente con el hombro. Al instante sentí una descarga eléctrica recorrerme con ese simple contacto, pero no hice nada por detenerla. Solo me quedé ahí, mirándola mientras se alejaba, sorprendido por la complejidad de aquella mujer que creía haber entendido desde el principio y que no se parecía nada a su gemela.
Pov Steven
El aire de la noche estaba cargado de una mezcla de celebración y calma, con los fuegos artificiales iluminando el cielo oscuro en destellos vibrantes de color.
Yo tenía los brazos alrededor de Sasha, mis manos descansando sobre el suave satén de su cintura mientras la abrazaba por detrás. Podía sentir el latido tranquilo de su corazón bajo mis dedos, un contraste perfecto con la intensidad del día. La escena frente a nosotros, con Norman y Ekaterina intercambiando palabras en un rincón del jardín, capturó nuestra atención de inmediato.
Así que ladeé la cabeza ligeramente, evaluando a mi mejor amigo. La postura de Norman era relajada, pero había una tensión perceptible en su mandíbula, una chispa en sus ojos que conocía bien. Era el mismo gesto que había visto tantas veces cuando Norman detectaba un desafío que valía la pena.
—Él se la comerá cruda… —murmuré, y mi tono era más de resignación que de broma, aunque un pequeño atisbo de diversión se colaba en mis palabras.
Sasha suspiró suavemente y se inclinó hacia mí, su cuerpo encajando perfectamente contra el mío, como siempre.
—No es el cuñado que habría elegido —admitió, girando ligeramente el rostro para mirarlo de reojo—. Sé que es tu amigo, pero es un maldito…
Obviamente solté una risa baja, el sonido reverberando en mi pecho.
—Pero… —continuó ella, girando sus ojos hacia la pareja en el jardín— es lo que ella quiere, aunque ahora esté molesta con él. Y yo… quiebro una lanza por mi hermana. —Sonrió, con esa sonrisa que yo sabía que reservaba para cuando tenía una pizca de esperanza a pesar de sus reservas iniciales.
Así que la estreché un poco más contra mí, mi corazón llenándose de gratitud al sentir su calidez. Mi mirada volvió a Norman, quien ahora parecía más desconcertado que nunca frente a las palabras de Ekaterina que lo dejó solo y se fue. Así que arqueé una ceja, considerando el panorama.
—¿Apostamos? —pregunté con un destello pícaro en mis ojos.
Sasha se giró parcialmente, su rostro iluminado por las luces de los fuegos artificiales. Había una risita en sus labios.
—Mmmm… creí que tu amigo Norman justamente era el especialista en eso… —dijo con una mezcla de burla y afecto.
Así que sonreí más ampliamente.
—Pues de vez en cuando yo también apuesto —dije, inclinándome para susurrar en su oído—, y a veces gano.
Sasha se giró completamente para mirarme, su sonrisa era suave y su mirada estaba cargada de ternura. Yo sabía que podría haber perdido muchas apuestas a lo largo de los años, especialmente con Norman, pero en ese instante, con mi esposa entre mis brazos y el recuerdo del camino que nos había llevado hasta allí, supe que había ganado la más importante de todas.
Había apostado por Sasha cuando todo parecía ir en nuestra contra. Había apostado por su amor, por una vida juntos, por nuestra familia. Y, finalmente, había ganado el premio mayor: a ella, a nuestros hijos, a una felicidad que ahora se sentía eterna mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo, y las risas de nuestros seres queridos llenaban la noche.
Así que miré hacia Norman y Ekaterina una última vez. Puede que Norman no lo supiera aún, pero había algo en esa chispa entre ellos que me recordaba a eso que no podía explicar, esa especie de electricidad que tenía yo con Sasha. Y pensé que tal vez, solo tal vez, mi amigo también estaba a punto de encontrar algo que nunca había esperado hallar.
La horma exacta de su zapato.
*La historia de Sasha y Steven es "La virgen comprada, del millonario".