Cuatro años atrás.
Este año me encontraba emocionado, pues era mi primer año en preparatoria y lo único que deseaba era dar lo mejor de mí por el simple hecho de ver a mis padres orgullosos de lo que se estaba convirtiendo su hijo; deseaba que el tiempo volara para así ir a la universidad y prepararme para seguir los pasos de papá en su empresa de contaduría. Él me repetía a menudo que no estaría aquí para siempre, por lo que debía de aprender el oficio para así seguir con el negocio familiar.
No sabía en el futuro, pero por lo pronto, ahora a mis casi trece años, me encontraba muy emocionado de ser como papá: un hombre enamorado de su familia, responsable, respetuoso y trabajador. No acostumbraba decírselo a menudo, pero estaba muy orgulloso de poder llamarlo papá.
Mi vida se resumía en simples y pequeñas cosas como lo era ir y venir del colegio, cazar pokemones en la montaña junto con mi hermana Thiara, cubrirla cuando ésta escapaba por la ventana para ir a una fiesta, además de sentarme frente a la isla de la cocina solo para ver a mamá preparar la cena.
Todo en mi vida era simple, hasta el día que apareció ella.
Me encontraba sentado frente a una de las mesas de picnic del colegio junto con Alfonso, esperando la hora de entrada, cuando la vi.
Una hermosa niña de cabello rojo bajaba de un auto alto color n***o, ella sostuvo su mochila en uno de sus hombros mientras se giraba para despedirse del hombre que la acompañaba para después entrar al colegio.
Parpadeé en varias ocasiones incapaz de perderla de vista, nunca había visto a una niña tan bella a como lo era ella. Llevé una mano hasta mi estómago, al sentir un pequeño y agradable malestar que se instalaba ahí, un malestar que nunca había sentido.
—¿Quién es ella? —le doy un pequeño codazo a Alfonso para que vea a la chica que estaba a punto de desaparecer por las puertas del colegio.
—No lo sé —responde mi amigo, siguiendo mi mirada—, debe ser nueva, nunca la había visto por aquí.
—Es muy linda —confieso—. ¿Estará en nuestro curso?
—¿Por qué no vas y le preguntas, Tyler? —ríe él, poniéndose de pie para comenzar a caminar hacia el interior de la clase—, ¿Acaso la chica nueva te flechó tan pronto?
—Calla, Alfonso.
Me pongo de pie y comienzo a caminar a su lado, pues el timbre acababa de sonar.
Las primeras dos lecciones no había podido concentrarme, pues lo único que pasaba por mi mente, era el poder ver a la pelirroja otra vez, para así comprobar que en realidad no había sido una visión. Cada vez que la puerta del salón de clases se abría, miraba en esa dirección esperando verla entrar, pero no sucedió.
Cuando el timbre nos mostró que podíamos salir al receso, me encontraba desilusionado, pues tal parecía que quizás estaba en un grado superior.
Caminé hasta mi casillero para cambiar los libros, cuando una pequeña y tímida voz me habló al lado.
—Hola —dijo.
Tragué saliva con fuerza al escucharla, sosteniendo el casillero con firmeza. No quería voltear, pues en ese momento me sentía tan inútil, que temía desmayarme.
—Disculpa, ¿Sabes dónde se encuentra el baño de chicas?
Me volteé con lentitud, quedando de frente a unos hermosos y chispeantes ojos verdes. Moví mi cabeza en afirmación, incapaz de poder gesticular una sola palabra.
Nunca me había pasado esto al estar frente a alguna de mis compañeras, y justo ahora me sentía tan imbécil al no poder reaccionar frente a ella.
Ella sonrió con amabilidad y pasó sus dedos dentro de las hebras de su cabello.
—¿Podrías mostrarme dónde está?
Volví a mover mi cabeza como todo un idiota.
Ella volvió a sonreír, pero esta vez lo hizo con incomodidad.
—¿Puedes hablar? —indagó, estrechando sus ojos en mi dirección.
—Sí, perdona —contesté, al fin pudiendo reaccionar—. Ven, están por aquí —señalé con la mano hacia la derecha, ella asintió y después comenzó a caminar a mi lado.
Mordí mi labio inferior, caminando a paso lento para no tener que dejar de mirarla pronto. La observaba de forma disimulada, para así no verme como un loco frente a ella.
—Me llamo Ariel —habló después de algunos segundos—, y estoy algo nerviosa. Todo esto es nuevo para mí.
Me detuve y la miré, ella sonreía con timidez, a la vez que jugaba con sus dedos.
—Soy Tyler —dije, extendiendo mi mano en su dirección—. Y puedo ser tu amigo para que no te sientas sola —me ofrecí, a lo que ella suspiró en agradecimiento y asintió.
—Gracias, Tyler. La verdad es que sí me vendría bien tener a alguien con quien hablar.
Le sonreí en respuesta, apretando la mano que acababa de darme.
—¿De dónde vienes? —indagué, comenzando a caminar otra vez.
—Soy de Tennessee, pero nos mudamos a Denver por un nuevo proyecto que tiene mi madre con sus hoteles.
—¿Entonces te quedarás?
—Tal parece —responde, levantando los hombros—. ¿Tú siempre has vivido aquí?
—Sí. Toda mi vida en un mismo estado. Mi vida no es tan emocionante —ya habíamos llegado al baño, pero estaba tan interesado en querer saber un poco más de ella, que no se lo mostré.
—No es como que la mía lo haya sido —habló con timidez—, solo se ha basado en aprender buenos modales y ser una buena chica.
—Nunca es malo romper el estereotipo alguna vez.
Ella estrechó sus cejas y sonrió de lado.
—¿Me estás diciendo que debería ser una chica mala?
Me apresuré a negar con la cabeza en repetidas ocasiones a la vez que sentía como mis mejillas ardían de la vergüenza.
—No, claro que no —dije, rascando mi cabeza—. Los modales, digo. Tal vez te pueda mostrar lo divertido que puede ser comer una hamburguesa sin fijarse en los modales.
Ella arrugó la nariz y negó, viéndose aterrada.
—Soy vegetariana.
—¿En serio? —cuestioné, abriendo mis ojos como platos—. Pero si comer carne es necesario para el crecimiento de los niños. Mamá me lo ha dicho.
—Pero los animales sufren. No puedo hacerles eso.
—Es delicioso, ¿Eh?
Ella rio y elevó sus manos.
—No lo recuerdo en realidad —observó hacia la puerta del baño y después comenzó a pasarme por un lado—. Me ha dado gusto hablar contigo, Tyler —dijo antes de desaparecer.
Miré la puerta cerrada como un idiota, con una enorme sonrisa marcada en mis labios que no podría borrarla muy fácilmente. Nunca había sentido algo parecido a como lo que estaba sintiendo en ese momento, por lo que no me dejaba ninguna duda de que la chica nueva en algún momento iba a convertirse en mi chica.