Bajo una nueva luz

2221 Words
Habría sido el escenario más perfecto si la situación no hubiera sido tan delicada. Allí estaba él, su antiguo maestro y capitán de escuadrón, el siempre alusivo Manuel Reyes, con su cabeza en su aplastada almohada, cuerpo relajado y lo mejor es que estaba completamente dormido. Y su máscara estaba rogando por ser removida... Porque si, desde que Carmen lo conoció el a usado una máscara o mascarilla que cubre la mitad de su rostro, nadie sabe cómo es su cara completamente y es famoso por ello en todas partes, entre otras particularidades de su persona y su fama como oficial. Si, hubiera sido un escenario perfecto, aquí estaba Carmen Ramírez, una mujer inocente que paso por el apartamento de su ex maestro para transmitirle un mensaje. Ella había golpeado la puerta pero él no había contestado, por lo que se permitió entrar mirando por un minuto entero al hombre dormido que obviamente estaba fuera de este mundo antes de recordar su propósito allí y dar un paso más cerca hasta que estuvo parada junto a su cama, se quedó mirándolo fijamente, su chaleco estaba abierto y las sabanas estaban alrededor de sus piernas vestidas con sus típicos pantalones, su cabello plateado estaba despeinado y respiraba tranquilamente, definitivamente estaba fuera de este mundo, flotando en la tierra de los sueños muy probablemente. No quería nada más que llegar y despegar lentamente esa molesta máscara y revelar el misterio que lo envolvía, sus dedos prácticamente picaban ante la idea de hacerlo. Por lo general su sentido del honor se interponía en el camino antes de que pudiera tener el coraje de hacer algo así, sabía que era como hacer trampa y no importaba que, prometió que se ahogaría con su propia saliva antes que hacer algo tan engañoso como eso. Pero ahora mismo, estaba demasiado irritada como para que le importara si ese supuesto honor realmente valía la pena, especialmente porque sabía que Iker habría ganado la apuesta hace un minuto si él hubiera sido el encargado de entregar el mensaje. Además todo era justo cuando se trataba de juegos de apuestas ¿no? Con los dedos anticipándose, Carmen levanto una mano, acercándose más y más a su cara. Tocó la tela deteniéndose, vacilando... y se quedó sin aliento, cuando la mano de Manuel de repente cobro vida y se aferró a la de ella. Y en menos de una respiración se dio la vuelta y la mando de espaldas a la cama con un golpe sordo, con el encima de ella, los ojos aun cerrados. Murmuró algo ininteligible y de repente antes de que ella pudiera reaccionar, su boca enmascarada estaba repentinamente en su oreja, su mejilla, su boca... y sus manos estaban por todas partes. En su estado normal lo habría golpeado en la mandíbula en ese momento sin importarle que él fuera su antiguo maestro y debería ser respetado incluso cuando ya había crecido. En su estado normal habría mordido los labios y la boca hasta que se desangrara, entonces le habría dado un puñetazo en bruto para asegurarse de que se desangrara rápido, pero ella no hizo nada de eso... no pudo. En cambio, se quedo quieta incapaz de comprender lo que estaba pasando, incapaz de moverse y pensar las cosas, podía sentir sus labios a través de la máscara y eran suaves y estaban besándola tan profundamente, casi con hambre. Su cuerpo era duro y casi la inmovilizaba en el lugar, ella era fuerte pero en ese momento estaba demasiado sorprendida como para siquiera considerar hacer algo. Muy débil. Su propio cuerpo se estaba volviendo suave mientras continuaba con lo que estaba haciendo, poco a poco pudo sentir como se le calentaban las entrañas, todo a causa de su boca y sus manos malvadas y fuertes, aquellas que se deslizaban por toda su piel como si pertenecieran allí. Su mente se estaba oscureciendo, a través de su cabeza solo una sensación dominaba y era la de responder y dejar que ese delicioso encuentro continuara. ¿Delicioso? ¿Continuar? ¿Pero qué carajos me pasa? Estaba bajo su ex maestro y capitán, quién era mayor que ella, el cuál estaba obviamente borracho anoche dado el leve olor a alcohol en su aliento y con ese aroma delicioso en su cuello expuesto... y quién estaba bastante segura la había confundido con otra persona, lo que explicaría porque la estaba besando como si no hubiera un mañana. Entonces... ¿porque demonios no estaba protestando? Y maldita sea ¿por qué podía oírse a sí misma gemir? Tratando de aferrarse desesperadamente a la cordura que quedaba en su mente, levantó una mano para ponerla en su hombro y evitar que hiciera lo que estaba haciendo. Era lo correcto ¿no? Lo que estaban haciendo estaba prohibido. Con un puño en la mano ella se aferró a su camisa determinada a empujarlo pero se detuvo cuando sintió que se bajaba la máscara, sintió sus labios desnudos ahora, vagando de regreso a su boca perezosamente, suavemente, maravillosamente. Su respiración se detuvo y sus ojos se cerraron, su agarre en su camisa se aflojo. ¡Oh por todos los dioses! ¿Qué estaba pasando? No se había dado cuenta de esto, pero en realidad estaba respondiendo ahora, moviendo su propia boca, buscando levantó las manos tocando su hombro, deslizándose lentamente hasta su cuello, trazando pequeños círculos suaves allí. Ella escucho un gemido, no estaba segura de si era ella o de él, ¿importaba? Sus manos continuaron subiendo... — No... Manuel— murmuro aturdida. Bruscamente la boca que la acosaba se detuvo y se desenredo, el cuerpo duro desapareció llevándose el calor con él, la cama se movió, antes de que pudiera comprender lo que estaba pasando otra vez o incluso abrir los ojos se escucho una voz. Rudo, escandalizado y casi acusador. — Carmen, ¿Qué diablos crees que estás haciendo? XXX Punto de vista de Manuel   Manuel dejó que sus manos recorrieran la piel que estaba debajo de él, era suave como el satén y muy sedosa al tacto, hacía calor y se calentaba más mientras dejaba que sus dedos acariciaran. Dejó que su boca permaneciera en los labios desconocidos, hambrientos por el sabor. No podía saborearlo mucho porque como de costumbre su máscara estaba en el camino. Se preguntó si quitársela le permitiría saborear mas de ella quién quiera que fuera esta maravillosa mujer, esta persona afortunada y sensual debajo de él. ¿Esto es verdad? O solo estoy alucinando después de esa borrachera de anoche. Impacientemente bajo su máscara, dejando que su boca cayera sobre la suavidad y el sabor. Las fresas y el calor, casi gimió ante la intoxicante combinación, sintió que un gemido venía de ella, sintió su mano deslizarse sobre su propia piel, escuchó un suspiro. — No... Manuel... El se congeló y sintió su corazón caer hasta su estómago con un ruido sordo. Reconocería esa voz en cualquier parte. — Carmen, ¿Qué diablos crees que estás haciendo? La abandonó en un instante, sintiendo como si hubiera sido golpeado por una enorme roca o los fuertes golpes de Iker, o peor aún, golpeado repetidamente por la ex alumna que había estado luchando en su abandono unos pocos segundos antes. ¡Oh mierda! Manuel la miró fijamente estupefacto. Carmen le devolvió la mirada, sus ojos verdes oscuros arremolinados de emociones, su boca estaba ligeramente abierta e hinchada, su vestido estaba casi abierto exponiendo la piel teñida casi tan rosada como el rubor en su rostro. Sus dedos picaban casi al instante, se maldijo internamente. La mejor defensa fue la ofensiva. — ¿Me harás repetir lo que dije? Te pregunté qué demonios estabas haciendo. Ella parpadeo y se deslizo fuera de la cama, su vestido crujió haciéndole mirar hacia atrás a una pierna ligeramente expuesta... cremosa de aspecto delicioso... el golpeo ferozmente el pensamiento para alejarlo. Ella continúo mirándolo. — No tienes cicatrices. — ¿Qué? — No hay cicatrices en absoluto. Se dio cuenta de que ella estaba hablando de su cara, con otra maldición interior el inmediatamente deslizó su máscara de nuevo en su lugar y trato de mirarla. — Estas fuera del tema Carmen. ¿Que estas tratando de lograr al seducirme de esa manera? Sus ojos se agrandaron y su cabeza casi se echo hacia atrás, aunque él la estaba mirando fijamente decidió deslizarse de la cama en caso de que ella entrara en otra de sus infames rabietas. Lo que hizo casi predeciblemente y lo fulminó con la mirada. — ¿Que dijiste? — Creo que me escuchaste la primera vez. — Pero que... tu… eso no es... yo… — Carmen, si estas tratando de seducirme de nuevo tartamudeando... — ¡Fuiste tú quién me atrapó y me beso sin sentido idiota! — ella dijo furiosamente acercándose, se detuvo frente a él levantando la barbilla y viéndole desafiante. Manuel no retrocedió, en cambio se acercó un poco más a ella. — No protestaste — respondió suavemente. Sus rostros estaban cerca ahora, unos pocos centímetros, algo más y estarían como antes. La cercanía y las palabras la hicieron sonrojarse y al instante retrocedieron ligeramente. Ella gruño y trato de mirar con más fuerza. — ¡Me tomaste por sorpresa, estaba irritada y con sueño! Y... ¡Realmente debería golpearte ahora mismo! Pero ella no se acercó y el casi suspiró de alivio ante eso. — No fue mi culpa, no sabia que... pensé que estaba soñando. Ella permaneció en silencio y en cambio salió de su dormitorio y entró en su sala de estar, se sentó en el sofá con tristeza. Odiaba verla triste, con cautela él la siguió y trató de animarla. — Oye, yo nunca dije que fue tu culpa, vamos a estar agradecidos de que no... progreso mas ¿de acuerdo? — intentó reírse. — Bien — Y estoy seguro de que solo sucedió porque no pudiste resistirte a mis encantos. Simplemente eludió la almohada que le lanzó, ella era tan predecible. — Es broma Carmen, ¿no puedes tomar bien una broma? — se rió. — ¡Eres un idiota! — ¿Usualmente llamas a tus maestros idiotas? — No, esta reservado solo para ti. — Me halagas— incapaz de resistirse le dio una sonrisa enmascarada. Ella simplemente continuó mirándolo con oleadas de frustración energética. — ¡Eres imposible Manuel! — Entonces, si no es para seducirme... ¿que te trae por aquí? Ella lo miró casi sin comprender, entonces como si saliera de un trance sus ojos se ensancharon, saltó del sofá con una mano en su boca. — ¡Oh mierda! ¡Lo olvide! Camila me pidió que te dijera que fueras a su oficina de inmediato. Supuestamente es urgente y... maldita sea perdimos minutos... pero una vez más, probablemente todavía llegarías tarde supongo. — Eso es un hecho. — Eres un hombre increíble... — ¿De verdad? Carmen debió haberse dado cuenta  de cómo sonaba porque se puso otra vez roja y él pensó que le quedaba precioso el rubor... suspiró y realmente debía dejar tales pensamientos. — No lo quise decir de esa manera... yo... solo... ¡oh no importa! — ¿Te estoy haciendo tartamudear? — preguntó en voz baja y ronca. — ¡No! Yo... es... no es... — Si, te estoy haciendo tartamudear. — ¡En tus sueños! Probando las aguas Manuel se acercó aún más. Sus ojos se lanzaron inmediatamente hacia él. — ¡Me tengo que ir! Todavía tengo tareas en el hospital y... y entreno mas tarde y... mejor no llegues demasiado tarde o estará enojada y yo estaría en problemas. Y antes de que él pudiera comentar o incluso dar un paso más cerca, ella se marcho. Salió corriendo tan rápido como un rayo por la puerta y la golpeó en el proceso. Las paredes se sacudieron un poco, pero eso era de esperar. Manuel se rió y no sabía porque, pero la acción le divertía. Ella siempre fue divertida cuando estaba nerviosa y así era como estaba antes de irse con tanta prisa. Miró a su alrededor y vio que al menos no había tirado cosas por la habitación cuando se había emborrachado la noche anterior, sabia lo extraña que era Carmen y prácticamente estaría en su garganta por vivir en un estado tan desordenado. No es que ella no estuviera cerca de su garganta antes, si solo ella dejara que el encuentro continúe... ¡Oh maldición, déjalo así! — gruño en su mente la cual estaba procesando algunas visiones distraídas sobre lo que ella podría haber estado haciendo con su garganta si las cosas hubieran sucedido... Prohibido... ¡PROHIBIDO! Ni siquiera debería considerar ir allí... no, j***r que no puede ir por ese camino. La cabeza de Manuel se volvió hacia el dormitorio abierto y la cama, sacudió la cabeza, si él iba allí la olería y eso llevaría a escucharla e imaginarla... no es una buena idea. Todavía tenía sueño, pero en realidad… ¿que debía hacer un hombre después de un encuentro así? Con un suspiro fue al baño concentrado en una ducha fría, después de eso hurgar en su armario si estaba en orden. Parece que era hora de cambiar las sabanas. Estaría maldito si durmiera en el sofá esta noche sobre todo con su olor allí también.
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