Una inmensa marquesina colgaba ostentosa del segundo piso de la universidad, donde se leía en grandes y brillantes letras: "Audiciones abiertas para la obra teatral La bella durmiente. Personas interesadas, acudir al teatro en su tiempo libre" —Dime que vas a audicionar —apuntó Beth. La fanfarria de los cuentos clásicos comenzó un mes atrás, cuando no eran más que especulaciones. La multitud comenzó aglomerarse afuera del gimnasio y dentro del auditorio, dos semanas atrás, cuando fue oficial la realización de la obra. —¡Antes me corto la garganta! —exclamó Dana. Caminó con pesadez antes que la última campanada, anunciando el inicio de clases, resonara a través de los antiguos parlantes. Las obras teatrales eran una porquería en esa universidad. Dana suponía que al entrar a estudiar u