Introducción

492 Words
Ónix estaba en el bar, bebía un trago de whisky, aquella mujer lo miraba coqueta, mostrando su escote sensual, atrayéndolo a ella. La miró un segundo, fue suficiente para saber la clase de mujer que era, rubia y con unos fríos ojos azules como la porcelana. No le gustaba, sabía que ella no era de fiar, pero para él nadie era confiable. La escuchó soberbia hablar al mesero, un pobre chico de algunos veinte años, de aspecto humilde y apariencia fea. El jovencito estaba deslumbrado por la belleza de esa rubia.  Cuando ella maldijo, decidió acercarse e invitarle a ir con él. Ella aceptó en un instante. La llevó a su carro y pronto llegaron a un hotel. Comenzaron a hacer lo único que una mujer como ella podría darle; sexo. Era placentero, sí, un desfogue para su atormentada alma. La escuchó gemir, gritar y jadear. Cuando estuvo a punto de terminar sujetó su cabello con fuerza, la miró bien, pero el rostro de esa mujer ya no le era desconocido, se había transformado, ahora sus rasgos eran como los de aquella dulce chica que alguna vez le rompió el corazón —Dime que valió la pena, ¿Valió la pena, rusa, ganaste algo con tu traición?  —los ojos de Ónix estaban centellantes de odio, la chica no entendía sus palabras, y el agarre era tan fuerte que la lastimaba.   Ónix volvió a la realidad, salió de adentro de la chica y se fue al baño.  Se dio un duchazo, cuando escuchó a la mujer entrar, salió de prisa.   Unos minutos después ella lo alcanzó. —Ya te puedes ir. —dijo Ónix —Oye, no puedes tratarme así —dijo furiosa Ónix sacó de su billetera unos dólares y se los lanzó por encima —¿Quieres esto? ¡Tómalo, y lárgate! La mujer bufaba de coraje —¡Eres un arrogante, te crees perfecto, guapo, pero los he tenido mejores en la cama! —exclamó —Estoy seguro de que has tenido mejores que yo, me alegro por ti. Yo también he tenido mejores que tú. Pero, sobre todo he tenido mujeres con dignidad que toman el dinero y se van. La mujer intentó abofetearlo, pero la paró en seco. La tomó del brazo. Tomó su ropa y la empujó afuera del cuarto de hotel. Dejándola semidesnuda, la mujer hizo un escándalo que terminó por callar diez minutos después.   Ónix salió a la terraza, miró los rascacielos. Detestaba esa ciudad. Su alma estaba ennegrecida por el rencor, que año a año se apilaba en él. Pensó en ella, recordó su rostro, su voz, su sonrisa. Una punzada de nostalgia embriagó su ser. Miró el cielo azul. Sintió el aire frío, era Nueva York, otra vez. «¿Dónde estás, rusa? No podrás esconderte, he venido por ti, voy a vengar tu traición» pensó, entonces todos los recuerdos de hace seis años lo atravesaron como una bala en su interior.
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