Capítulo III

2790 Words
La semana transcurrió igual y aunque ya era la segunda semana en la que Macarena trabajaba con Iker, aún se sentía incómoda en su presencia. Debían preparar un informe para la comisión de valores y habían estado trabajando horas extras, menos ella por ser aprendiz, ella se iba a la hora habitual y ellos quedaban trabajando. Ese día en particular había tanto movimiento como los días anteriores, las fechas límites se acercaban. Iker salió de su oficina y se dirigió a Macarena, ella se puso tensa, y lo espero. —¿Puedes quedarte hoy Macarena? Roraima no podrá —le pidió él. —¡Si! No hay problema.  —¡Gracias! Un chófer te llevará a tu casa o yo mismo si hace falta, saldremos algo tarde —advirtió. Ella suspiró, cerró los ojos, esperaba no tener que quedarse sola con él, se ponía muy nerviosa y muy tonta, él casi no le hablaba, se dio cuenta. Ya no era tan amable como cuando la entrevistó, era cortés pero frio, procuraba mantenerse alejado de ella, eso parecía. Macarena estuvo toda la tarde imprimiendo hojas de cálculo y verificando cuentas de los informes de finanzas, solo debía sumar y ver que en todos lados los números fueran los mismos. Roraima la instruyó con cuidado antes de retirarse, él apenas salía de su oficina, ella no necesitó preguntarle nada, lo evitaba, buscaba y lo intentaba, les escribía a las chicas de finanzas cuando no entendía algo. Cuando ya eran las 7 de la noche solo quedaban ellos dos, cuando lo notó se puso nerviosa. Macarena estaba cansada, no estaba acostumbrada a quedarse hasta tan tarde, era la primera vez que lo hacía, sentía que ya no veía nada de tantos números que reviso. Sintió que Iker se acercó a ella, con pasos lentos, ella se tensó de nuevo y trago grueso, levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de él, le sonrió con amabilidad y él le devolvió la misma sonrisa. —¡Gracias por esto Macarena! No estuvo a tiempo el informe que hay que enviar y es mi deber revisarlo antes, nos tomamos horas extras, pero se va revisado. ¡Vamos a comer! Ya Will trajo la comida —le informó Iker. Ella se levantó nerviosa sin decir nada. Se dirigieron a su oficina y Macarena observó que Will había colocado sobre el escritorio de Iker toda la comida, era comida china, sonrío, lo que Iker notó. —¿Te gusta la comida china? —pregunto él un poco más relajado. —¡Me encanta! Es mi favorita. —¡Tenemos algo en común! —observó él. Macarena sonrió y se sentó en la silla frente al escritorio. Ella observó sus brazos musculosos con detenimiento justo cuando él se había quitado la chaqueta, se arremango la camisa hasta debajo de los codos y la abrió un poco arriba, su perfecto cabello siempre bien peinado lucia entonces más desordenado y más natural, se veía hermoso y varonil, su olor era embriagante y Macarena lo observaba encantada mientras servía la comida. —¡Aquí tienes! —dijo él colocando delante de ella el plato servido. —¡Gracias! —se limitó a responder ella con una sonrisa. —¿Tú novio no se molestara porque te quedas hasta tarde? Espero que no, no será frecuente, además —dijo él sin mirarla. —¡No tengo novio!  —¡Muy bien! —dijo él—. Digo porque estás acá, y seguro se pondría celoso de que no estés con él a esta hora. Yo lo estaría. —¡No tendría un novio celoso!  —¡Imposible! Cualquiera en su sano juicio te celaría. Ella sonrió y se puso roja de nuevo, sintió el calor en sus mejillas, y la voz suave de él la siguió turbando de forma inapropiada. Se sintió feliz de que al menos al comer podía distraerse de la atención de él. —¡Preferiría que no me celara! —sonrió. —¿Has tenido novio alguna vez? —¿Es tan obvio? No, solo uno en el colegio. Fue a la universidad, las primeras semanas hablamos, pero ya luego nunca más nos vimos, no he salido con nadie más desde entonces. —¿Por qué? —inquirió él con expresión divertida. Después de suspirar profundamente, respondió. —¡Los chicos de mi edad me parecen inmaduros! No he conocido a ninguno que me atraiga lo suficiente, sabe, que no sea solo algo físico. No me he sentido cómoda con ninguno que haya conocido. —¡Te entiendo perfectamente! Estoy igual, no he conocido a alguien con quien quiera establecerme de forma definitiva. ¿Seré muy quisquilloso? —¡Igual yo entonces! Quizás lo seamos sí. —¿Qué te gusta? ¿Qué es lo que buscas que no consigues? Ella se encogió de hombros. —No sé, esas conversaciones tontas de las parejas de mi edad, no sé, solo quisiera alguien con quien conectar intelectualmente, emocionalmente. —Quizás los valgamos, estoy igual que estoy que tú, no es fácil conseguir eso. —Quizás nos quedemos solteros si somos tan exigentes —rió ella. —No nos machaquemos tanto, eres muy joven también, ¿Cuántos años tienes? —Veintiuno —respondió en voz baja. —Joven si. Eres muy joven —observó él con seriedad. Ella lo miró y negó con la cabeza comenzó a reir tontamente y él la imitó. Rieron los dos y continuaron hablando de la universidad y de las personas de la compañía, él se burló de ella por la queja que hizo de Tomás. —¡Se comporta como un adolescente! —se quejó ella. —¡Tú dime si te molesta! Yo me ocupo. Ella bajó la mirada y se quedó callada con una sonrisa apenas perceptible. Terminaron de comer y ambos se levantaron a tirar los desperdicios. Quedaron tan cerca que Macarena suprimió la respiración por un segundo, y escuchó los latidos del corazón de él ¿O eran los de ella? se humedeció los labios y bajó la mirada, él pasó sus brazos alrededor de su cintura y ella soltó un ligero gemido, él sonrió, tomó uno de los descartables de la comida y lo saca por debajo de los brazos de ella, se giró y comenzó a guardarlo todo en una bolsa. —¡Maldita sea Macarena! Que estúpida eres. Eres una niña idiota —se reprendió. Ella quedó de espaldas, avergonzada de mirarlo de frente.  —¡Ve recogiendo! Te llevaré —indicó él. Salió de prisa hacia el baño, se aseo y verificó su ropa, llevaba un vestido blanco manga larga de lana ajustado al cuerpo, exactamente igual al que llevaba Miranda el día de la entrevista con Iker, pero blanco, se recogió el largo cabello castaño en una cola de caballo y salió, tomó su cartera y lo esperó en su puesto hasta que el saliera. Estaba avergonzada pero no podía hacer nada ya. Él salió y la miró sonriente, la guio hasta el ascensor y se quedó en la puerta de modo que ella pasó muy junto a él.  —¡Ocho de la noche! Vaya, salí más temprano hoy, ayer nos fuimos a las diez de la noche, Roraima insistió en ir ella misma por la comida y eso me retraso algo. —¡Bueno! Hoy avanzamos. —¡Me gusta oírte hablar de nosotros! Como equipo, me gusta esa actitud. Ella le sonrío y baja la mirada, se sentía muy rara junto a él, le parecía que a veces hablaba con doble sentido, que le insinuaba cosas y a veces parecía simplemente casual. Caminaron hasta el estacionamiento y al bajar por las escaleras que daban a la planta donde él tenía estacionado su auto ella se tropezó y perdió el equilibrio, él la sostuvo de inmediato con fuerza por la cintura, quedaron frente a frente y ella se quedó mirándolo a los ojos, observó que sus ojos eran hermosos, él le sonrió y la mira a los ojos también pero con una mirada un poco más oscura. Estaban tan cerca que Macarena podía sentir su calor. —¿Estás bien? —preguntó él. Ella asintió con la cabeza y se incorporó. Sintió que él se aferró un poco más a ella, y se turbó totalmente, hasta que sintió que sus zapatos se salieron y casi se volvió a caer. —¡Te quise advertir! Un hueco. —¡Oh! —dijo agitada. Él la subió con fuerza y la apretó contra él mientras la mantuvo abrazada por la cintura, ella tragó grueso y un impulso que desconoció, la llevo a apretar sus labios contra los de él. —¡Macarena! Pasante puta, estás besando a tu jefe —pensó. Iker la sostuvo en sus brazos pero separó sus bocas y la miró extrañado. Ella se dio cuenta de lo que acababa de hacer y se avergonzó, bajo el rostro, él la mantenía abrazada, con una mano subió su mentón y la miró a los ojos que ya se le llenaban de lágrimas. La besó en la boca con fuerza, con sus labios separó los de ella y entró en su boca con urgencia. Chupó su lengua y la apretó más contra su cuerpo, bajó hasta sus nalgas y las apretó manteniendo su pelvis contra la de él. Ella gimió y se abrazó a su cuello, él la guio hasta colocarla contra la pared que tenían cerca. Bajó hasta su cuello y lo besó, ella ladeó la cabeza y lo abrazó por la cintura.  Él siguió sobre su cuello y ella gimió, cerró los ojos y continuó apretada a él, sintió su rostro sobre el de ella, volvió a besarla con profundidad, acarició su lengua con la de él y también soltó un gemido. Seguía con las manos en su glúteos, la fue soltando de apoco y se separó finalmente de sus labios. —¡Quería! —dijo él respirando con dificultad sobre su boca. —¿Querías? ¡Ya no! —preguntó ella confundida. El rió en su cuello y la miró. —¡Quería! Ya nos besamos y podemos seguir adelante— Se incorporó. La soltó y se alejó de ella, señaló hasta el auto y le hizo un gesto de que lo siguiera. Ella quedó confundida, lo miró atónita pero lo siguió. Macarena subió al auto y lo observaba desconcertada. Él se concentró en encender el auto y salir del estacionamiento. La calle ya estaba sola a pesar de que solo eran las ocho de la noche. Ella estaba confundida, se había reprimido siempre de estar con otros, de dar el primer paso y ahora le saltaba encima a su jefe que la recibió y la rechazó después. ¿La rechazo? Fue extraño, se dijo Macarena, ella creyó que él la iba a besar, se confundió quizás pero él no la rechazó, su cabeza daba vueltas. Ninguno de los dos decía nada, ella aún sentía sus labios hinchados por su beso y estaba tan húmeda y excitada aún. Hizo un esfuerzo por recuperar la compostura y miró por la ventanilla. ¿En qué posición me deja esto en el trabajo? Pensaba, qué maldita estúpida, puta, que se comporta como una adolescente. Caliente por el jefe. Un maldito cliché. Se batió en el asiento sin darse cuenta y él se giró a mirarla. —¿Qué sucede? —preguntó él con seriedad. Ella negó con la cabeza y apretó sus labios. —¡No lo tomes a mal! Los chicos me apostaron a que te lanzarías encima de mí en la primera semana, Miranda lo hizo en la entrevista, así que me sentí aburrido, pensé que contigo sería un poco más difícil, pero resultó igual de fácil. No pasó nada ¿Si? A ninguno nos conviene. Ella se giró a verlo con indignación. Se acomodó en el asiento y logró recuperar un poco de altivez. —¡Una apuesta! ¿Les dirás a ellos lo que pasó? ¿Quiénes son ellos? —¡Tranquila! No le diré nada a nadie, solo quería que supieras que no fue nada, no te mortifiques. Ellos no tendrán que saberlo, pero confieso que quiero que lo sepan, porque todos han intentado ligar contigo y has sido de las duras, para mí es como un logro y ni siquiera hice nada y no lo compartiré. Macarena se sintió invadida por una ira repentina que la llenó de adrenalina, le atinó una bofetada que hizo que él  perdiera el control del auto por un momento. Él recupero el control apenas. —¡Estás loca! Nos podemos matar —le gritó. —¡Pues eso estaría perfecto! Maldito cerdo infeliz. Él se rió y la miró divertido, se llevó una mano hasta la mejilla. —¡Eso fue! Lo merezco quizás. Lo que te digo es por ser honesto. No tengo porque engañarte. Bien podría habértelo hecho en ese estacionamiento o en el auto o donde quisiera y no lo hice. Macarena le atinó otra bofetada que hizo que él detuviera el auto.  —¿Estás loca? —gritó. —¡Y tu enfermo! Déjame aquí y llamo un taxi —bajó del auto. Él la siguió. —¡No puedes quedarte en medio de la calle a esta hora! ¿Llamar a un taxi? Te dejo en tu casa y mañana olvidamos todo esto, si quieres te cambiamos  mañana mismo de área.  —¡Mañana no voy a volver! —gritó con lágrimas en los ojos y la voz quebrada. Iker quedó paralizado al verla. —¡Lo siento! Ahora no piensas con claridad, déjame dejarte en tu casa. —¡No! —sacó el móvil y comenzó a marcar un número. Cuando pareció que la atendieron dio indicaciones de dónde estaba. Se le ocurrió enviar la ubicación por la aplicación del teléfono. Al rato recibió una llamada de la línea de taxi indicando que en 10 minutos irían por ella. Iker se quedó fuera del auto observándola. Miro a los lados, preocupado de que se pueda acercar alguien a hacerles daño.  —¿Vienen por ti? —¡En diez minutos! Puedes irte. Él permaneció en silencio y la miró desde la distancia que ella le impuso. Estaba sentada en la acera con las rodillas flexionadas, soltó su cabello y lo peinaba hacia un lado de su cabeza y secaba sus lágrimas. —¡Lo siento! No debí decir nada. Creo que me equivoqué contigo.  Ella lo ignoró y siguió mirando a la nada. Llegó un auto y se identificó como su taxi, ella verificó el nombre del chófer, la placa y el modelo del auto y se subió. Iker se apresuró a hablar con el chófer del taxi. Y ella lo miró de reojo. —¡Amigo lo voy a seguir! Verifico que ella llegue bien y usted podrá seguir tranquilo, yo le pagaré. El chófer se encogió de hombros y asintió luego con la cabeza. Iker se subió a toda velocidad a su auto y los siguió. Macarena aún contenía más llanto, no quería llorar delante del chofer del taxi, reprimirse le estaba haciendo doler el pecho. Llegaron a un conjunto cerrado y pasaron los dos autos, ella bajó corriendo, se giró a ver hacia el auto de Iker y lo vio bajarse, ella abrió la puerta de su apartamento y se perdió dentro, al estar dentro corrió hacia la ventana, lo veía desde allí sin encender la luz, vio que él bajó y le pagó al chófer, cuando vio que finalmente se fue, se echó a llorar sin contenerse, se golpeaba la cabeza con las palmas de las manos. —¿Cómo puedo ser tan estúpida? —se decía a sí misma. Él solo estaba esperando el momento en el que se lanzara encima de él, todos conversaron sobre el asunto, pensó Macarena. —¡Mañana no iré! Deberé comenzar las pasantías en otro lugar. No podré volver —dijo. Pensó que al haberla rodeado con sus brazos así él quizás la iba a besar, ella quiso, no leyó bien la situación, él había sido tan amable con ella, pero entonces le dijo todas esas cosas hirientes sobre que se le lanzó encima, la primera semana, que todos habían intentado ligar con ella y ella se hacia la dura. Recordó sus conversaciones sobre Tomás. Aparentemente la iba a defender según le dijo pero en realidad hablaban de llevársela a la cama. Cerró los ojos echada en su cama llorando, se sintió muy humillada. ¿Por qué pensé que el sería diferente? No era más que otro idiota que la miraba por su cuerpo, por su cara bonita, era su jefe, no era cualquiera. ¡Fastidie todo! —se regañó Macarena con amargura.
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