Añorando a su Luna.

(Max Pov) Tenía apenas quince años cuando mi mundo cambió para siempre. Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos, un momento que nunca podría deshacer, pero deseé desesperadamente que pudiera. Comenzó de manera tan cliché... casi sería gracioso si no terminara tan trágicamente, pero era una noche oscura y tormentosa. Acababa de llamar a mi papá para que me recogiera de la casa de mi amiga Nicole. Habíamos sido amigas desde la escuela primaria y solía caminar con ella de regreso a su casa la mayoría de los días. Ella me estaba ayudando con un proyecto escolar para la feria de arte de este año y actuaba como modelo para mí. Siempre he amado pintar y dibujar desde que tengo memoria... Mi papá me compró mi primer caballete cuando tenía diez años y nunca he dejado de hacerlo. Nicole estaba acostada en su cama revisando su teléfono mientras escuchábamos música en su laptop. Yo estaba empezando a recoger mis materiales y miré por la ventana justo cuando un rayo iluminó el cielo nocturno, iluminando los árboles que nos rodeaban. Washington era conocido por sus tormentas de lluvia en otoño, pero hoy parecía ser mucho más intensa de lo habitual. Me puse mi sudadera con capucha antes de revisar mi teléfono, una sensación de inquietud se apoderó de mi estómago mientras mordía nerviosamente mi labio. —Oh, Dios mío, ¿viste lo que Skyler llevaba puesto hoy...? El azul realmente le queda bien, estaba tan malditamente sexy —exclamó Nicole, haciendo que rodara los ojos y soltara un bufido. —Pensé que dijiste que el rojo era su color la semana pasada —le recordé, lo que hizo que ella dejara su teléfono y me mirara con una expresión aburrida. —Juro que a veces parece que ni siquiera eres una adolescente. ¿Cómo puedes no sentirte afectada por Skyler...? ¿Cómo puedes siquiera hablar con él sin oler su sudadera? —se quejó ella, lo que me hizo reír mientras me ponía la mochila al hombro y agarraba mi estuche de arte. —Porque eso es espeluznante y, además, él no tiene interés en salir con una estudiante de segundo año, él está totalmente enamorado de Bethany —expliqué, haciendo que Nicole hiciera un puchero. Bethany era la capitana de las animadoras y también era una estudiante de último año al igual que Skyler. Skyler y yo tenemos arte juntos y ambos somos bastante apasionados al respecto, así que nos hicimos un poco amigos, pero Nicole ha tenido un flechazo por él desde el primer año. Siempre me hace mencionarla al menos una vez en una conversación cada vez que hablo con él... sacó la carta de la mejor amiga, así que tengo que hacerlo. Antes de que Nicole pudiera responder, mi teléfono empezó a vibrar y lo contesté rápidamente y lo acerqué a mi oído. —Hey, papá, ¿ya llegaste? —pregunté alegremente al ver que era mi papá quien llamaba. —Sí, Maxie, date prisa antes de que me lleve la corriente aquí fuera —bromeó mi papá, siempre me ha llamado Maxie desde que era bebé, es nuestra cosa especial. —Allá voy —respondí antes de terminar la llamada y mirar a Nicole con una sonrisa—. Nos vemos en la escuela mañana, ¡no te quedes despierta muy tarde stalkeando el i********: de Skyler! —bromeé, esquivando una almohada que Nicole intentó lanzarme a la cabeza mientras no podía evitar reírme todo el camino por las escaleras. —Oh, ¿no te quedas a cenar, Max? —preguntó la señora Fisher mientras bajaba las escaleras. Linda Fisher, la mamá de Nicole, era como una segunda madre para mí. A veces incluso nos gastaba bromas a Nicole y a mí, diciendo que yo era su verdadera hija y que a Nicole la habían cambiado al nacer. Considerando que soy más parecida a Linda y mi mamá es más como Nicole en cuanto a personalidad. En cuanto a apariencia, sin embargo, soy la viva imagen de mi mamá... excepto por el cabello rubio fresa y los ojos azules que heredé de mi papá. En cuanto a cara y cuerpo, soy igualita a mi mamá... así que gracias mamá por las curvas... es genial tener quince años y ya tener una talla de copa C... sí, digamos simplemente que florecí durante el verano. —No, tengo que llegar a casa, papá hizo lasaña. —Sonreí y me despedí mientras abría la puerta y corría hacia el camión azul de papá. Estaba lloviendo a cántaros y no pude evitar chillar mientras corría por mi vida, chocando contra el camión antes de abrirlo y soltar una carcajada. —Pareces un perro mojado. —Se rio mi papá mientras me revolvía el cabello y luego frunció el ceño rápidamente cuando empecé a sacudir mis mechones de fresa, mojándolo todo—. Está bien, está bien, debería haberte puesto en la parte trasera como a Griffen —murmuró mientras cambiaba al modo de conducir. Griffen era nuestro golden retriever de tres años y mi papá solía llevarlo a todas partes con nosotros. Supongo que Griffen hoy no quiso venir. Sí, detesta la lluvia... ahora que lo pienso, es toda una diva—. Abrocha el cinturón, chiquilla —me recordó mi papá mientras yo alcanzaba el cinturón y me lo colocaba rápidamente. Miré por la ventana mientras la lluvia empezaba a arreciar aún más, esta era la peor tormenta que hemos tenido hasta ahora y no pude evitar sentirme inquieta mientras mi papá alargaba el brazo y encendía la radio. —No te preocupes, estaremos en casa pronto —me aseguró... una cosa de papá es que podía sentir cómo me sentía con solo mirarme y también podía calmarme con un solo toque. Extendió su mano y apretó la mía. Comenzó a mover la cabeza al ritmo de la música mientras conducíamos por la sinuosa carretera hacia nuestra casa. Vivíamos más cerca del bosque, en una casa tipo cabaña. A mi papá le encantaba la naturaleza y todo lo relacionado con la vida silvestre, incluso íbamos de camping todos los veranos durante una semana. Era nuestro viaje familiar anual y mi papá lo planeaba con un año de antelación, eso decía cuánto le gustaba. De repente, el coche dio un pequeño tirón, haciéndome respirar con dificultad mientras miraba hacia adelante... Ya no podía ver la carretera, estaba cubierta de agua y comencé a entrar en pánico. —Lo haremos despacio, el camión puede soportarlo —añadió mi papá con calma, apartando su mano de la mía para ponerla en el volante. Todo lo que pude hacer fue asentir con la cabeza... algo no se sentía bien... lo sentía en lo más profundo de mi ser, como una sensación que se agitaba dentro de mí, tratando de advertirme... y desearía haberle hecho caso. Desearía haber confiado en esa sensación porque lo siguiente que supe fue que un perro blanco corrió hacia la carretera, haciendo que mi papá girara el volante bruscamente. Todo sucedió en un instante... el coche salió de la carretera. Grité al mirar a mi papá, viendo su expresión preocupada mientras llamaba mi nombre. Luego todo se volvió ruidoso, un ruido estrepitoso perforó mis oídos y el vidrio roto voló hacia nosotros... tanto vidrio. Sentí un agudo dolor atravesando mis brazos y estómago. Mi cabeza palpitaba mientras el mundo se daba la vuelta y luego la oscuridad... La próxima vez que desperté, estaba tumbada junto a un árbol, mi cuerpo débil mientras el olor a gas y cenizas llenaba mis sentidos. Traté de incorporarme, pero mis brazos y piernas estaban paralizados, no podía moverme. —Papá... —murmuré, moviendo mi cabeza de un lado a otro, intentando todo para llegar hasta él. Necesitaba asegurarme de que estaba bien... necesitaba encontrarlo. —¡Aquí está ella! La encontré. —Una voz masculina resonó en mi cabeza, haciéndome gemir mientras me obligaba a hacer algo, cualquier cosa... ¿qué me pasaba? —Está bien, oh Dios... Max, todo estará bien. —El amigo de papá, Clark, se acercó, tocándome con cuidado mientras sus ojos se abrían de par en par y se llenaban de lágrimas. —P... papá... ¿dónde... dónde está? —murmuré, las palabras apenas audibles mientras la tristeza llenaba la expresión de Clark. —Está... está bien... la ambulancia está en camino... todo estará bien, te lo prometo, Max —susurró, sus mentiras dándome esperanza... pero no, no había esperanza... nada volvería a estar bien. Porque se había ido... mi papá murió ese día y de alguna manera yo sobreviví. ¿Cómo? Nadie lo sabe... pero no pude evitar pensar en si no hubiera ido a casa de Nicole ese día... o si me hubiera quedado a pasar la noche en su casa... si hubiéramos esperado a que la tormenta acabara, todo podría haber sido distinto... todo sería tan malditamente distinto a cómo es ahora. Mi vida nunca sería igual, y tengo que vivir con las cicatrices que lo demuestran... no solo en mis brazos y estómago, sino también en mi corazón... una cicatriz que nunca sanará. Una cicatriz tan profunda que me cambió... después de ese día, nunca volvería a ser la misma.