La princesa Carolina nos llama y nos sentamos en rededor de la mesa llena de comida, mi lugar está junto a Nicolás, desde aquí no puedo ver la tumba de Clarisa Lizar. – Bien, ¿quién comienza? – dice el rey levantando su copa – mi padre era alguien difícil de olvidar, les pagaba a tutores para que me enseñaran el arte de la espada y se la pasaba dándome palizas personalmente. – Estás envejeciendo, cuentas esa historia cada año – le dice la princesa – comamos, papá debe estar cansado de escucharte. De nuevo volteo la mirada pese a que no puedo verlo, ese collar es idéntico, el mismo color, material y la forma del cascabel es la misma, los he mirado desde pequeña, estoy segura. Esto podría ser una coincidencia, todos los preparativos para el mausoleo fueron hechos por la primera esposa de