Recuerdo que ese día me perdí, el castillo de Gideon tenía cuatro pisos sin contar las torres y los pasillos parecían un laberinto, siempre me perdía y para encontrar el camino de vuelta debía salir al jardín, caminar rodeando las paredes hasta encontrar el sitio al que quería ir y entonces volvía a entrar. La señora Landevon debía cuidarme, pero su prioridad siempre fue Gideon, yo pude ser su hija adoptiva, pero la verdadera hija de Abigail Landevon, siempre fue Gideon. Fue así como llegué a ese estudio en el tercer piso con un gran escritorio, el librero de fondo y junto a la ventana una hermosa jaula dorada con una golondrina que miraba hacia el horizonte, caminé muy lentamente, no quería hacer mucho ruido y asustarla, me fui acercando y al dar la vuelta descubrí que la golondrina seg