El momento es tan vergonzoso para mí, como lo es para el traductor Berthelot, la condesa Le Roux no me necesita, puede hablar con su hijo sin necesidad de observadores, pero en cuanto llegó, dio la orden de que fueran por mí y me sentó junto al traductor para que no me pierda una sola palabra. El príncipe Nicolás tiene las piernas y los brazos cruzados. – Debiste recibir la invitación para la fiesta, sabes que siempre soy muy dedicada, sí no muestras la invitación en la entrada, no importa que seas mi hijo, no podrás entrar, por si acaso preparé una segunda invitación en caso de que suceda lo mismo que pasó en el festival de invierno – dice la condesa con una sonrisa petulante. – Te lo dije, mi perro se la comió. Esa escusa es mala, el príncipe Nicolás no tiene perros. – Tome precauci