POV EMILY
―Te casaste.
No había ninguna pregunta en la frase pronunciada con brusquedad, lo cual no me sorprendió viniendo de nuestro capataz. Cameron y su amigo Jax intercambiaron una mirada silenciosa, y yo cambié mi peso a una pierna, con los brazos cruzados sobre el estómago.
―Veo que las buenas noticias vuelan. ¿Me has traído un regalo?
―No. ―Se rascó un lado de la cara―. Yo podría haberlo hecho.
Arqueé las cejas.
Cameron estrechó la mirada hacia Wade.
―¿Hacer qué? ―preguntó.
―Casarme ―dijo.
Jax se atragantó con su café. A Cameron se le cayó la cinta métrica en la mano. Mi estómago tocó fondo porque si mi hermano mayor le contó a nuestro capataz lo que hicimos, le daría un puñetazo en la garganta.
―Yo... ―Se me cortó la voz. Se me escapaban las palabras, al menos las de cortesía, porque Wade tenía edad suficiente para ser mi papá y nunca había sido ni un poco inapropiado conmigo.
Resopló, exasperado.
―Quiero decir, podría haber hecho la ceremonia por ti. Si tenías prisa.
Mi cabeza se inclinó hacia un lado.
―¿Qué?
Cambió su peso entre sus pies, claramente incómodo.
―Soy uno de esos pastores de internet.
Se me desencajó la mandíbula.
―No lo eres ―dijo Cameron.
Jax podría haber estado sonriendo, pero su rostro estaba oculto tras su taza, y en realidad no estaba segura de haberlo visto sonreír alguna vez.
Wade hinchó el pecho.
―Así es. Mi prima se casó en su patio y me preguntó si yo oficiaría. Pagó cuarenta pavos y rellenó algo en su ordenador. ―Su cara se sonrojó un poco y yo luché por contener la risa―. Yo podría haberlo hecho por ti. Como amigo.
Despacio, para no asustarlo, le puse la mano en el antebrazo y me incliné para besarle en la mejilla canosa.
―Gracias, Wade ―le dije―. Estoy segura de que habrías estado genial.
Apenas pudo mantener el contacto visual, carraspeó y murmuró una felicitación mientras salía prácticamente corriendo del remolque.
―Dios ―respiré―. Estos tipos nunca dejan de sorprenderme.
―Piensa ―dijo Cameron―, si Wade lo hubiera hecho, no habrías tenido que robarle la licencia a un verdadero hombre de Dios, y podrías simplemente haberle dicho lo que estabas haciendo y por qué.
Puse los ojos en blanco.
―Me alegra saber que tu promesa de mantener esto en secreto no se extiende a Jax.
El hombre en cuestión me dirigió una mirada inescrutable.
―Lo sé ―dije―. No te importa y no se lo dirás a nadie.
―No. ―Fue todo lo que dijo. Cameron sonrió ante la escueta respuesta.
―¿Sabes que cuando alguien te cuenta un secreto, tienes un pase tácito para contárselo a tu cónyuge? ―dijo Cameron.
―¿Es así como funciona? ―pregunté.
Me ignoró.
―Jax es el cónyuge al que me toca contar.
―Gracias ―dijo Jax secamente.
Asentí sabiamente.
―Considerando la completa falta de una mujer en tu vida, te concederé ese punto.
Cameron suspiró.
―No tengo tiempo para una mujer. Trabajo demasiado.
―Llevo dos años diciéndote que necesitamos un director de oficina. Quizá si tuviéramos a alguien más aparte de mi becaria ayudando con las cosas administrativas, tendrías tiempo para salir.
―Lo sé, lo sé. ―Señaló hacia los planos―. Hablando de trabajo, tenemos que resolver esto, si no te importa.
Los dejé solos, sin prestar atención a su conversación, mientras abría el portátil y me ponía a trabajar. Respondí a unas cuantas llamadas, pasé una hora con los correos electrónicos, retoqué unos cuantos diseños para clientes potenciales y luego recorrí el sitio cuando Cameron tuvo una pregunta sobre la colocación de la luz.
Los tres nos colocamos en medio de la gran sala y medimos algunas opciones para colocar la mesa del comedor en relación con el lugar donde colgaríamos la enorme lámpara.
―Si lo enfrentas de esta manera, podría obstruir el flujo natural de la habitación ―dije.
―Pero la colocación de la luz tendrá más sentido con los colgantes que tenemos sobre la isla ―señaló Cameron.
―¿Qué piensas, Jax? ―le pregunté.
Había permanecido callado durante nuestras discusiones, como solía hacer, pero retrocedió para ver la habitación desde más atrás, con los ojos entrecerrados mientras imaginaba el espacio.
Estaba de espaldas a la puerta principal y, como era tan grande, no pude ver quién entraba cuando la puerta se abrió detrás de él.
―¡Oh!
Al oír la exclamación de Poppy, Jax se volvió. Tenía los ojos muy abiertos, claramente sorprendida al verlo, y en esa sorpresa no se fijó dónde daba el siguiente paso. Su dedo del pie se enganchó en una bobina de tubo que estaba conectada al compresor de aire más cercano, y se lanzó hacia adelante.
La mano de Jax salió disparada hacia adelante, tomándola por debajo del brazo antes de que cayera de bruces contra la casa inacabada.
Su cara estaba roja, la de él arrugada en una mueca furiosa, y suspiré ante el dolorosamente obvio enamoramiento de mi hermana pequeña por el mejor amigo de Cameron.
―Oh, hombre ―respiré.
Cameron hizo un ruido de asentimiento.
―Lo sé. Le dije que lo superara porque es más de una década mayor que ella y... un poco imbécil.
Le eché un vistazo.
―Es tu mejor amigo.
―Mi mejor amigo que de vez en cuando es un poco imbécil y por suerte no tiene interés en mujeres más jóvenes porque entonces sería un problema.
Ahogué una sonrisa.
Jax retiró la mano cuando Poppy volvió a ponerse en pie y ella le dedicó una sonrisa forzada en señal de agradecimiento. Se alejó de ella sin mirar atrás.
―Pops ―dije, contenta de interrumpir la pesada nube de incomodidad que se cernía sobre todo el asunto―, no sabía que ibas a venir hoy.
Miré a Jax significativamente una vez que había pasado, y ella me dio una mirada dura a cambio.
―Yo tampoco esperaba verla, flamante señora Black.
El nombre fue chocante porque, por un momento, tuve que pensar a quién se dirigía. Exhalé una risa débil.
―Cierto.
―Me imaginé que estarías en cama durante días ―dijo.
―Poppy ―gimió Cameron.
Ahogué una carcajada, imaginando mi edredón beige en la habitación de invitados beige.
―Hay mucho que hacer para eso, mi querida hermanita. Liam está hoy en las instalaciones del equipo, y yo quería elegir unas últimas cosas para la habitación de Olive.
―Me sorprende que no estés en las instalaciones del equipo ―dijo, mirando distraídamente alrededor de la habitación―. Oh, espera, esa cosa es mañana.
Parpadeé.
―¿Qué cosa?
Poppy arrugó la frente.
―¿No te lo ha dicho? Está en todas sus r************* esta semana. ¿Cómo no lo has visto?
―Uh, estaba un poco ocupada casándome. ¿De qué estás hablando?
―Lo de la caridad, donde las esposas y novias van a jugar contra su pareja.
Levanté las cejas porque sabía de qué estaba hablando. Lo vi el año anterior, justo después del traspaso de Parker a Portland. Parecía divertido y recaudaba grandes cantidades de dinero para algunas de las fundaciones de los jugadores.
―Esa cosa ―dije en voz baja―. ¿Es mañana?
Ella asintió.
Le dirigí a Cameron una mirada suplicante.
―¿Qué te parece si hago novillos?
―¿No necesitas consultarlo antes con tu marido? Las cosas van más o menos como esperaba cuando me enteré de todo esto del matrimonio.
Sonreí, muy educadamente.
―Imagina qué dedo estoy levantando ahora mismo, Cameron.
Resopló y volvió al tema de la lámpara.
―Podemos ponerla como tú quieras ―dijo―. Y sí, puedes hacer novillos.
―Excelente. Ahora... tengo que recoger más cosas para la habitación de Olive.
Los ojos de Poppy se iluminaron.
―Ooh, ¿puedo ayudar?
Le pasé un brazo por encima del hombro mientras salíamos de casa.
―Sí. No hay presupuesto para el proyecto, lo que siempre es más divertido. Terminé de pintar la habitación antes.
Suspiró.
―¿Así que realmente no pasaste el fin de semana en la cama? Qué decepción.
―Anímate, Poppy. Había café caliente para mí cuando bajé las escaleras, y me compró una caja de avena con tarta de manzana para no tener que comer su mierda sana.
―¿Se supone que eso me hace sentir mejor? ―preguntó.
―Realmente no lo sé.
―¿Puedo ir a tu casa y ayudarte a preparar la habitación de Olive? Tengo muchas ganas de ver la casa. ―Me miró suplicante―. Es mi nuevo cuñado. Y eso la convierte en mi sobrina adoptiva, ¿verdad?
La risa histérica se me quedó atascada en la base de la garganta y asentí con la cabeza mientras intentaba tragarla.
―Ajá ―evadí―. No estoy segura de cuándo voy a hacer todo eso, pero ya encontraremos un momento para que vengas, te lo prometo.
―Era tan bonita ―dijo Poppy―. Y si no tiene familia, yo soy la tía favorita.
Se me heló un poco el estómago y el corazón se agitó inquieto.
Actuar primero, pensar después no parecía tan divertido como cuando me senté en aquel restaurante italiano para todas mis estúpidas citas.
A cada nuevo giro, recibía recordatorios tangibles y pesados de lo que estábamos haciendo y de las posibles consecuencias. No podía evitar el temblor de nervios al pensar que todo esto me estallaría en la cara algún día.
Y quién sería el que quedara atrapado en el fuego cruzado como resultado.