Vanko relame sus labios cuando despega la cabeza del pecho de Samay, ella seguía acariciando su cabello y él ni siquiera se había dado cuenta de que se había quedado dormido prácticamente en sus brazos por toda una hora, algo que lo ponía un poco incomodo, por el simple motivo de sentirse débil frente a su mujer, cuando él tiene que estar siempre de pie y fuerte para y por ella. Por eso mismo carraspea pasando una mano por su cabello. —¡lo lamento!— achina sus ojos y aprieta sus labios mirándola fijamente a los ojos. A lo que la rubia sonríe arqueando sus cejas, porque no comprende porque sus disculpas. —solo te quedaste dormido vanko, lo necesitabas— le deja en claro con su voz dulce. Pero él niega con la cabeza angustiado. —no debería de ser así, te deje desprotegida y sola, otra vez