Samay se mira al espejo y suspira cerrando los ojos, no sabía el motivo correcto, pero se encontraba de bastante bajos ánimos. Se había cruzado con Vanko en dos oportunidades durante el día y ella había decidido ignorarlo por completo, pero por supuesto, que el vínculo le recordaba que no debía de hacer eso y su pecho dolía en cada mirada que ella la esquivaba al musculoso. —Dios...— Susurra. Al menos agradecía que él no se acercaba a insistir sobre su postura, debido a que estaba muy ocupado con los arreglos para el movimiento que debían de hacer de algunos miembros de la manada hacia el castillo del clan de los vampiros. Si había algo para destacar del rubio era que se tomado muy en serio su labor en la manada, puede que pareciera que siempre estaba entrenando o protegiendo a la mism