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-Nico- -¿Entonces… básicamente eres mi niñero?- sonreí al escuchar su tono divertido de voz. -Así es. Encargado de darte las nalgadas que necesite para enderezarte- se rió. -¿En serio? ¿Y qué le gustaría a mi señor inmaculado divino profesor que hiciera ahora mismo solita en mi recámara? Peiné mi cabello con las manos. -¿Sola?¿Tus compañeras no están? -No. Alguna fiesta se las habrá llevado bien lejos- dijo sin que sonara importante para ella. Suspiré. -Quiero que… masajees tus pechos, de la manera en la que tanto me gusta acariciarlos. Unos segundos de silencio y una respiración alargada me indicó que me estaba obedeciendo. Estaba acostado en mi cama mirando al techo y sintiendome un puberto como cada vez que estaba en contacto con mi bruja de ojos amarillos. -Mmm… tengo los pez

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