CAPÍTULO DOS
Riley y Jennifer Roston se quedaron mirándose en la sala de conferencias sin decir nada durante casi un minuto.
Riley no soportaba el suspenso.
Finalmente, Roston dijo: “Menudo show el de hace un rato, agente Paige”.
Riley se sintió incomodada y enojada.
“No tengo porqué aguantarme esto”, gruñó, comenzando a levantarse de la silla para irse.
“No, no te vayas”, dijo Roston. “No sin escuchar lo que tengo en mente”.
Luego, con una sonrisa extraña, agregó: “Quizás te sorprenda”.
Riley sentía que sabía perfectamente bien lo que Roston tenía en mente.
Se había abocado de lleno a acabar con Riley.
Sin embargo, Riley se quedó sentada. Ya era hora de solucionar este lío con Roston. Y, además, tenía curiosidad.
Roston dijo: “En primer lugar, creo que comenzamos por mal pie. Ha habido algunos malentendidos. Mi intención no era que nos convirtiéramos en enemigas. Por favor créeme. Te admiro. Y mucho. Llegué a la UAC ansiosa de trabajar contigo”.
Riley estaba un poco desconcertada. La expresión facial y el tono de voz de Roston parecían totalmente sinceros. La verdad era que a Riley le había impresionado mucho todo lo que había oído hablar de Roston. Sus resultados en la academia fueron sorprendentes, y ya había obtenido distinciones por su trabajo de campo en Los Ángeles.
Y ahora, aquí sentada mirándola, Riley se sintió sorprendida de nuevo por el comportamiento de Roston. La mujer era bajita, pero compacta y deportiva, e irradiaba energía y entusiasmo.
Pero este no parecía el momento adecuado para elogiar a la nueva agente. Simplemente había habido demasiada tensión y desconfianza entre ellas.
Después de una pausa, Roston dijo: “Creo que tenemos mucho que ofrecernos. Ahora mismo. De hecho, estoy bastante segura de que las dos queremos exactamente lo mismo”.
“¿Qué?”, preguntó Riley.
Roston sonrió e inclinó la cabeza un poco.
“Acabar con la carrera criminal de Shane Hatcher”.
Riley no respondió. Después de un momento, Riley entendió que las palabras de Roston eran perfectamente ciertas. Ella ya no consideraba a Shane Hatcher un aliado. De hecho, él era un enemigo peligroso. Y tenía que ser detenido antes de que le hiciera daño a sus seres queridos.
Para hacer eso, tendría que ser capturado o muerto.
“Continúa”, dijo Riley.
Roston metió la barbilla y se inclinó hacia Riley.
“Voy a decir algunas cosas”, dijo. “Quiero que las escuches sin decir nada. No niegues ni tampoco digas “sí” a lo que te diré. Solo escucha”.
Riley asintió con inquietud.
“Tu relación con Shane Hatcher continuó incluso después de su fuga de Sing Sing. De hecho, se volvió más intensa. Te has comunicado con él más de una vez, varias veces, de hecho, de vez en cuando en persona. Él te ha ayudado en casos oficiales, y él te ha ayudado en formas más personales. Tu relación con él se ha vuelto... ¿cuál es la palabra? Simbiótica”.
Le costó mucho a Riley no reaccionar ante lo dicho.
Obviamente todo era cierto.
Roston continuó: “Estoy bastante segura de que estabas consciente de su presencia en tu cabaña. De hecho, es probable que le permitiste quedarse allá. Pero la muerte de Shirley Redding no fue un accidente. Y no era parte de tu trato con él. Hatcher se descontroló, y ya no quieres tener nada que ver con él. Pero le tienes miedo. No sabes cómo romper la conexión”.
Un silencio inquietante cayó entre Riley y Roston. Riley se preguntó cómo sabía todo esto. Parecía francamente extraño. Pero Riley no creía en la telepatía.
“No, simplemente es tremenda detective”, pensó Riley.
Esta nueva agente era extremadamente inteligente, y sus instintos e intuición parecían estar a la par con los de Riley.
Pero ¿qué estaba tratando de hacer en este momento? ¿Estaba tendiéndole una trampa, tratando de hacer que confesara todo lo que había pasado entre ella y Hatcher?
Por alguna razón, los instintos de Riley le estaban diciendo lo contrario.
Pero ¿se atrevía confiar en ella?
Roston estaba sonriendo enigmáticamente.
“Agente Paige, ¿crees que no sé cómo te sientes? ¿Crees que no tengo mis propios secretos? ¿Crees que no me he sobrepasado, que no he hecho pactos con personas con las que no debería haberlos hecho? Créeme, sé exactamente con lo que estás lidiando. Tomaste un riesgo, y a veces hay que romper las reglas. Así que las rompiste. No son muchos los agentes que tienen las agallas para hacerlo. Realmente quiero ayudarte”.
Riley estudió el rostro de Roston sin responder. Fue impactada de nuevo por la sinceridad de la agente más joven.
Riley sentía una sonrisa sombría formándose en las comisuras de sus labios. Al parecer algo oscuro se ocultaba en el interior de Roston, al igual que se ocultaba en ella.
Roston dijo: “Agente Paige, cuando empecé a trabajar en el caso de Hatcher, me diste acceso a todos los archivos informáticos que tenías de él. Excepto uno llamado ‘PENSAMIENTOS’. Fue incluido en el resumen, pero no lo pude encontrar. Me dijiste que lo eliminaste. Me dijiste que solo eran notas y cosas redundantes”.
Roston se echó hacia atrás en su silla, al parecer un poco más relajada.
Pero Riley no estaba nada relajada ya que había eliminado el archivo llamado PENSAMIENTOS apresuradamente. Ese archivo en realidad contenía información vital acerca de las conexiones financieras de Hatcher, conexiones que le permitían permanecer en libertad con mucho poder bajo la manga.
Roston dijo: “Estoy bastante segura de que todavía tienes ese archivo”.
A Riley se le pusieron los pelos de punta. El hecho era que ella había guardado el archivo en una unidad USB. A menudo pensaba en borrarlo, pero por alguna razón no se atrevía a hacerlo. El hechizo de Hatcher sobre ella había sido fuerte. Y tal vez pensaba que podría tener que usar esa información algún día para sí misma.
En lugar de borrarlo, lo había llevado consigo a todas partes en un estado de indecisión.
Estaba en su cartera en este momento.
“Estoy bastante segura de que ese archivo es importante”, dijo Roston. “De hecho, podría contener información que necesito para poner a Hatcher tras las rejas de una vez por todas. Y las dos queremos eso. No me cabe duda”.
Riley tragó grueso.
“No debo decir nada”, pensó.
Pero todo lo que Roston acababa de decir tenía sentido.
Esa unidad USB podría ser la clave para liberar a Riley de las garras de Shane Hatcher.
La expresión de Roston se suavizó un poco.
“Agente Paige, voy a hacerte una promesa solemne. Si me das esa información, nadie sabrá que la retuviste. No se lo diré a nadie. Jamás”.
Riley sentía que su resistencia estaba perdiendo la pelea.
Sus instintos le aseguraban que Roston estaba siendo sincera.
Alcanzó su cartera, sacó la unidad USB, y se la entregó a la agente más joven. Los ojos de Roston se abrieron un poco, pero no dijo ni una palabra. Solo asintió y se metió la unidad en el bolsillo.
Riley se sentía desesperada por romper el silencio.
“¿Algo más que quieras discutir, agente Roston?”.
La agente más joven se echó a reír.
“Por favor llámame Jenn. Todos mis amigos lo hacen”.
Riley miró a Roston con incertidumbre mientras se levantó de su silla.
“Eso sí, no presumiré llamarte otra cosa que agente Paige. No hasta que te sientas cómoda con que te llame por tu nombre. Pero por favor llámame Jenn. Insisto”.
Roston salió de la sala, dejando a Riley atónita.
*
Riley se dispuso a terminar el papeleo que tenía pendiente en su oficina. Cada vez que no estaba trabajando en un caso, parecía que toneladas de trámites burocráticos y aburridos esperaban por ella.
Siempre era desagradable. Pero hoy le estaba costando más centrarse en lo que estaba haciendo. Le preocupada mucho que quizás acababa de cometer un error terriblemente estúpido.
¿Por qué le entregó ese archivo a Jennifer Roston, o “Jenn”, como ahora insistía en que Riley la llamara?
Era demasiado confuso.
¿Por qué se lo había entregado a esta agente en particular, cuando no se lo había mostrado a nadie? ¿Cómo podía una agente joven y ambiciosa no reportar esta transgresión de Riley a sus superiores, tal vez incluso al mismísimo Carl Walder?
Riley podría ser arrestada en cualquier momento.
¿Por qué no eliminó el archivo?
O también pudo haberlo botado, como lo hizo con la pulsera de oro que Hatcher le había dado. Había sido un símbolo de su vínculo con Hatcher. También contenía un código para comunicarse con él.
Riley lo había tirado a la basura en un esfuerzo frenético por liberarse de él.
Pero, por alguna razón, no había sido capaz de obligarse a hacer lo mismo con la unidad USB.
¿Por qué?
La información financiera que contenía era sin duda suficiente para al menos limitar los movimientos y actividades de Hatcher.
Tal vez hasta suficiente para detenerlo.
Era un acertijo, al igual que muchos de los aspectos de su relación con Hatcher.
Mientras que Riley estaba ordenando papeles sobre su escritorio, su teléfono celular sonó. Era un mensaje de texto de un número desconocido. Riley se quedó sin aliento cuando vio lo que decía.
¿Creías que eso me detendría? Ya moví todo. Para que después no digas que no te lo advertí.
A Riley le resultó difícil respirar.
“Shane Hatcher”, pensó.