Mi pequeña maleta, mi celular y yo. Ya estaba en el aeropuerto después de al fin lograr irme de casa de Alessia. Esta me había visto salir con la maleta y había ido a impedir mi partida entre lágrimas y súplicas. Le aseguré que volvería cuando supiera qué iba hacer y que si tardaba mucho o iba solo jugando con mi trabajo, renunciaría. Cuando estaba frente a la puerta de embarque, dos hombres se acercaron a mi, pertenecían a la seguridad del aeropuerto o eso decían sus uniformes grises. — Buenos días, señor. Acompáñenos, por favor. — dijo uno de ellos con ceño fruncido y expresión seria. — ¿Sucede algo? — pregunté extrañado. — Acompáñenos. — volvió a repetir, colocando ambas manos en su cintura y parándose de forma autoritaria. Tenía que acompañarlos. Caminaba uno frente a mi y