— Mamá, es un poco raro llevar zapatos. — se quejó Tom al raro de tenerlos puestos. — Pronto tus pies se acostumbrarán. — Le contestó Jake mientras conducía. — Ya verás que luego ni lo vas a sentir.Cuando llegaron a la enorme mansión, la señora Gladis los recibió. Ya la tarde estaba cayendo. Jake los acompañó a su habitación, ya que Ana se negaba a dar un paseo por la casa o por el jardín. No quería encontrarse con esas personas desconocidas. Se sentía muy vulnerable en aquella casa donde no conocía a nadie. — ¿A donde vas ? — preguntó ella cuando Jake salía de la habitación. — Voy a mi habitación. — Entonces vamos contigo. — Está bien, pueden venir. — Los dos lo siguieron por el pasillo del ala oeste. Cuando Jake abrió la puerta de su habitación, Sam lo esperaba tendida