Luego del baile, Brett y Rhiaim subieron a su vehículo. Pero, en lugar de regresar a la mansión, se dirigieron hacia el Instituto de las reinas. Bajaron ahí y dieron un par de pasos, para corroborar que no hubiese ningún sospechoso rondando por los alrededores.
En eso, se percataron de que algunas personas comenzaron a mirarlos, especialmente a Brett, ya que las fotos que le tomaron en el evento del baile se distribuyeron por toda la población. Sin embargo, ya antes de eso llamaban la atención debido a que una gran mayoría nunca antes vio a un príncipe de cerca y eso les generaba curiosidad.
- Her… hermano, escuché que Ja… Janoc contrató una espía – dijo Brett a Rhiaim, tratando de ignorar a los curiosos - ¿Ella está ahí a… adentro?
- Sí. Está ahí adentro – respondió Rhiaim – pienso que ese chico lo hizo bien, juzgó que podría haber atacantes infiltrados en el instituto. No podemos descartar que quien orquesta esto haya contratado mujeres sicarias.
- Sí, creo que sí. Pe… pero pienso que no solo el in… instituto debe ser vi… vigilado.
- ¿Ah, no? ¿Por qué dices eso?
- Po… podemos pasear por la Ca… Capital en coche para ha… hablar mejor.
Rhiaim se fijó en los curiosos y entendió lo que Brett intentaba decirle. Así es que accedió a entrar al coche y recorrer las calles de la ciudad, mientras charlaban.
- Sos… sospecho que hay cons… conspiradores en el palacio – explicó Brett a Rhiaim – como la gente me su… subestima por mi a… apariencia, bajan la gu… guardia y se les es… escapan algunas cosas. Y es… escuché que quieren dis… distraer a la re… reina para que se des… desvíe del camino.
Rhiaim se quedó reflexionando las palabras de Brett. Si bien era algo que solía pasar en los gobiernos inestables, nunca creyó que en el reinado de Aurora surgiese tan pronto un grupo conspirador con apenas unos meses de haber restaurado el trono. Intuyó que muchos no estaban de acuerdo con el nuevo régimen que ella propuso y que esa idea surgió con el propósito de que los antimonárquicos accedieran a apoyarla temporalmente en su lucha por la independencia.
- Pu… puede que la Corte lla… llamó a esos chi… chicos para que la dis… distraigan – continuó Brett – pe… pero no sé el por… porqué vol… volvieron a llamarme a mí, si la re… reina me re… rechazó. Quizás sea para ar… armar el ju… juego del amor, emulando a la a… alianza de antaño para “conquistar” a la re… reina del sur, y por eso…
- Hagamos esto: tú irás al palacio en las actividades recreativas que organicen para todo público y yo patrullaré las calles – decidió Rhiaim.
- ¿Y no pa… patrullaré con… contigo?
- Llamas demasiado la atención. Y pienso que todavía eres joven para estas cosas. Por ahora, permanece al margen, reúne la información necesaria para descubrir el misterio y, de paso, ayuda a Janoc.
- E… entiendo hermano, así lo haré.
Y tras recorrer un trecho más, regresaron a la mansión para pasar el tiempo con la familia.
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Janoc se encontraba en su habitación, con el corazón roto, al ver que Aurora en verdad estaba tan enfadada con él que no le dirigió la palabra en todo el baile. También se sentía humillado, ya que esos dos chicos no pararon de burlarse de él por su condición de plebeyo, mirándolo por encima del hombro por creerse superiores solo por tener estatus.
“¿Cómo puedo hacer para que nos reconciliemos?”, pensó Janoc. “¿Cómo hacerle saber que solo quiero luchar por nuestro amor?”
Abrió su libro de lecturas, a modo de distraerse, pero no tenía ni energías para leer. Luego, tomó un par de cartas para jugar con ellas, pero tampoco le entusiasmó. Y, entonces, decidió mirar por la ventana, la cual daba hacia el bosque.
Y, ahí, vio al marqués Remo y a la duquesa Sara, charlando seriamente, con un par de personas que no recordaba haberlas visto dentro del personal del palacio. Por sus expresiones, parecía que estaban dando indicaciones, lo cual le pareció sospechoso. Y cuando notó que uno de ellos dirigió su mirada hacia él, de inmediato cerró la ventana y salió de su dormitorio.
“¿Quiénes serán esas personas?”, se preguntó Janoc. “¿Serán sirvientes nuevos? O quizás…”
No pudo pensar mucho sobre el asunto porque vio que, a lo lejos, se encontraban el rey Gilberto y la ex reina Nadelina, también hablando entre si y mirando cada rincón del palacio.
Se escabulló por detrás de un pilar y se mantuvo quieto. Los dos monarcas pasaron cerca de él, casi sin notarlo, y escuchó algunas frases que se decían entre ellos:
- El palacio cuenta con un ineficiente sistema de seguridad.
- Será sencillo tomarlo cuando consigamos que el guerrero Zafiro se case con la reina.
El corazón de Janoc dio un vuelco, al saber que los del reino del Norte accedieron a entrar en el juego para apoderarse del trono. Había escuchado que la ex reina Nadelina se ofreció a guiar a Aurora para ser una buena monarca, pero esa ayuda “desinteresada” iba con otra intención. Los reinos de La Alianza todavía querían tener el control del reino del Sur. Y ya sin una Doctrina que controlara las acciones de las reinas, podían actuar a sus propias anchas y tener, así, los recursos naturales que tanto atesoraban.
“¡Esto debe saberlo Aurora!”, pensó Janoc. “Sé que me pidió que no le hablara. En ese caso, ¿qué debo hacer? ¡Ah! ¡Para eso están los dispositivos comunicadores!”
Con eso en mente, regresó a su habitación y le envió un mensaje de texto a la muchacha.
LA EX REINA NADELINA Y EL REY GILBERTO PLANEAN APODERARSE DE TU REINO. EL MARQUÉS REMO Y LA DUQUESA SARA ESTÁN CONTRATANDO GENTE EXTRAÑA.
Envió el mensaje y esperó unos minutos, pero no obtuvo respuesta. Supuso que estaría ocupada, por lo que prefirió tomarse un descanso y no pensar en nada más que confiar en que Aurora se encargaría de todo.
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La razón por la que Aurora no atendió el mensaje fue que, en esos momentos, supervisaba a los aspirantes a sirvientes que trajeron el marqués Remo y la duquesa Sara. Ambos nobles se veían muy entusiasmados, por lo que la muchacha los dejó hacerse cargo de ellos, aunque no le gustaba la forma en que querían controlar los asuntos internos del palacio sin consultarla.
- Le juro, su alteza, que solo queremos ayudarla – dijo la duquesa Sara.
- Confía en nosotros. Hemos servido a su madre y nos enorgullece servirla a usted – dijo el marqués Remo.
Aurora suspiró. Al final, se retiró y se dirigió al patio, en donde se encontró con la ex reina Nadelina. Eso le extrañó, ya que solía verla en compañía del rey Gilberto, por lo que supuso que se pelearon. Pero, en lugar de preguntarle sobre sus asuntos privados, solo atinó a saludarla.
- Buenas tardes, su alteza.
- Buenas tardes, majestad.
- Me estaba preguntando si va bien en el palacio.
- Sí. Los sirvientes han sido muy atentos conmigo. Y el palacio tiene un toque diferente al palacio de mi reino.
- ¿Entonces es cierto que tu palacio está hecho de hielo?
Nadelina se rió ante la ingenua pregunta de Aurora. Y es que esa leyenda era bastante popular entre los reinos, que se contaba que el palacio real del reino del Norte fue hecho con hielo gracias a los poderes celestiales de la diosa de las nieves. Si bien la gente dejó de creer en esa deidad pagana cuando se instauró la Doctrina, la idea del castillo de nieve todavía permanecía vigente.
- Está hecho de rocas – respondió Nadelina – y tiene un jardín interno, donde las plantas crecen bajo cierto tratamiento. Pero aquí ustedes no necesitan eso, ya que reciben la luz del sol en abundancia. Pienso que es una buena manera de ahorrar recursos.
Ambas recorrieron el patio. Aurora notó que Nadelina en verdad estaba fascinada por las flores del jardín, como si nunca hubiese visto algo similar. Supuso que, al vivir en un país de nieve, casi no había vegetación. Y se preguntó si, en el fondo, ella había accedido a invadir el reino del Sur para poder disfrutar de la naturaleza propia de la región en sus “días libres”.
- ¿Sabes, querida? Me siento culpable por lo que le hice a tu familia – comentó Nadelina – juzgamos mal a tu madre y destruimos su imagen. Pero te juro que jamás pretendíamos matarla.
- Eres una reina. Hiciste lo que creías correcto – dijo Aurora – Pero, aún así, me preguntaba si, de haberme encontrado de niña, ¿me habrían tomado de trofeo?
- Puede ser – respondió Nadelina – eran otros tiempos. Pero Abigail se habría opuesto, argumentando que una niña no debería ser considerada un trofeo.
- ¿En serio?
- ¡Así es! Ella habría buscado darte una buena vida, en calidad de princesa extranjera. Está en contra de usar a hijos de nobles y reinas caídas como “premios”. Por eso me he estado preguntando: si fueras tú quien invadiera nuestro reino, ¿tomarías a mis hijas como trofeos?
Por un instante, Aurora recordó al príncipe Brett y cómo lucía cuando fue exhibido en la Corte como un objeto. El muchacho se veía muy incómodo, por lo que se indignó al ver cómo los adultos podían ser tan crueles como para hacer sufrir a un niño solo por ser de un reino enemigo. En eso, apretó los puños y dijo:
- No. No me gustan los “trofeos”. Por eso, si hubiese invadido tu reino, me habría asegurado de que tus hijas vivan bien y sean respetadas.
- Eres muy benevolente para ser una reina. Y por eso, querida, me tomaré la libertad de darte un consejo.
Nadelina se colocó frente a Aurora, apoyó una mano sobre su hombro y, mirándola fijamente a los ojos, le dijo:
- Busca gente en la que realmente puedas confiar. Que sean tus ojos y te indiquen cuando las cosas salgan mal, pero, a la vez, se mantengan siempre a tu lado. Y una vez que encuentres gente de confianza, retribúyelos cumpliendo sus más anhelados deseos, para que su fidelidad sea eterna y permanente. Fue así como duré por varias décadas en el trono, me deshice de mis enemigos personalmente y recompensé a quienes me ayudaron en los momentos más difíciles de mi reinado.
Aurora se quedó reflexionando por largo rato las palabras de Nadelina. Si bien sospechaba que la ex monarca tenía otras intenciones al acceder a guiarla en su camino, sus consejos le parecían bastante acertados. Ella ya sabía que podía confiar en el barón Orestes y lady Queral, pero los demás nobles aún le generaban mucha desconfianza. Y es que, en su mayoría, se resistían al nuevo régimen, por lo que intentaban persuadirla de que reinstaurase la monarquía hereditaria y creara un plan de ataque contra los antimonárquicos para que, a futuro, nunca fuesen una amenaza.
Cuando entró a su oficina, revisó su dispositivo comunicador y se encontró con el mensaje que Janoc le envió hacia rato.
Su corazón se aceleró. Si bien era algo que sospechaba desde el principio, que el propio Janoc lo confirmara le hizo dar un pequeño gritito de la impresión. Pero lo que más le conmovió fue que él, a pesar de todo, todavía seguía velando por ella, asegurándose de que estuviese bien y protegiéndola desde la distancia.
- Bueno, Janoc vio a los sirvientes que el marqués y la duquesa acaban de contratar – dijo Aurora – así es que no hay nada que temer porque no me ocultaron nada. Pero la ex reina Nadelina… eso si es otra historia. Por ahora, solo fingiré que todo está bien mientras hago mis propias investigaciones.
Mientras se preguntaba muchas cosas, escuchó que alguien golpeaba la puerta.
- Adelante.
Era el duque Rómulo, quien se encargaba de gestionar los títulos nobiliarios de los hijos de los nobles. En ese momento, le entregó unos informes y le dijo:
- Majestad, hay tres chicas que están gestionando sus títulos. A este paso tendremos una nueva generación de nobles que estarán deseosos de apoyarla para llevar adelante el país.
- Me parece bien. Gracias por su trabajo, duque Rómulo – dijo Aurora – a todo esto, ¿Sabe de nobles que tengan hijos pequeños? ¿Qué ronden de los cinco a diez años?
- Sí, lo sé. ¿Por qué quieres tener ese dato, si se puede saber?
- Es que quiero organizar un club de lectura donde puedan participar los hijos de nobles, burgueses y plebeyos. Será, más que nada, para fomentar a la transmisión de la historia y las costumbres por medio de los cuentos.
Aurora hizo una larga pausa. Lo del club de lectura era algo que quería llevar a cabo hacia tiempo pero, en ese momento, contaba con la doble intención de hallar posibles aliados a quienes pudiese apoyar a través de sus hijos. Y si simpatizaba con ellos, sería más sencillo crear vínculos difíciles de romper con el tiempo.
- Invitaré a los hijos de los nobles – continuó Aurora – también participarán los burgueses y plebeyos, así es que extenderé la invitación a los sirvientes con hijos. Y mandaré también otra invitación a mi prima, ya que algunos de los príncipes del reino del Este que tiene a cargo rondan esa edad.
- ¿Y por qué invitaría a los príncipes?
Aurora ensanchó una amplia sonrisa y le respondió:
- Porque presiento que, a futuro, serán una gran fuerza para nuestra nación. Y si me amigo con ellos desde ahora, la lealtad que tengan hacia su madre se disipará con el tiempo… y se pondrán de nuestro lado en caso de algún conflicto internacional.
El duque Rómulo se quedó impresionado por las palabras de la joven monarca. En el fondo intuyó que buscaba aliados fuera de la Corte y supuso que, iniciando con los niños, lograría que éstos le sean fieles mediante métodos pacíficos como lo es una simple lectura de un cuento. En eso, sonrió y dijo:
- Está bien, su alteza. Le daré la lista de los nobles con hijos. Buena suerte con su club de lectura.