Capítulo 16

1066 Words
Estados Unidos introdujo la llave en la entrada de su casa y abrió la puerta sin dificultad con Canadá tras él. Ambos estaban sudorosos y algo cansados; sobre todo USA que era un exagerado mega-quejón y no paraba de decir: «¡Ya me cansé!» «¡Tengo hambre!» «¡Quiero acostarme y ver una película!». Para cuando ambos pasaron al salón, lo primero que notaron es que había música puesta en el piso de arriba con la letra al español. El canadiense le dedicó una mirada a su mejor amigo levantando una ceja y se quitó la mochila de los hombros dejándola sobre el sofá con diversión. —¿Qué rayos...? —balbuceó USA frunciendo el ceño confundido. —Supongo que esas son tus visitas —comentó Canadá soltando una risa por lo bajo. —¡Y a ti eso te hace gracia! —no tardó en vociferar USA dándole un codazo en las costillas y el canadiense no hiso más que reírse aún peor—; espérame aquí. —Como quieras —dijo Canadá adentrándose a la cocina. El estadounidense posó su mano en una de las barandas de las escaleras y comenzó a subirlas velozmente. Llegó arriba buscando desesperado con la mirada a los chicos que había dejado a solas sin ningún tipo de vigilancia en la que él confía. Pudo ver a Argentina, México y Venezuela, todos acostados boca arriba sobre la alfombra hechos un mar de lágrimas infrenable. —POR ESO ESPERABA, CON LA CARITA EMPAPADA —chilló el mexicano a todo pulmón. —A QUE LLEGARAS CON ROSAS —vociferó Argentina sollozando como un bebé. —CON MIL ROSAS PARA MÍ —cantó el venezolano soltando hipidos a más no poder—, ¡AY, COLOMBIA, ¿POR QUÉ ME DEJASTE?! —¡NUNCA ME VOY A ENAMORAR! —lloriqueó el mexicano sentándose y limpiándose los mocos con la mano. —¡YO NI SIQUIERA SÉ PORQUÉ ESTOY LLORANDO! —confesó el argentino. Los tres chicos se quedaron en silencio por unos segundos y luego se abrazaron entre ellos chillando, llorando y lamentándose. —¡¿Qué demonios sucede con ustedes?! —preguntó USA confundido a más no poder. —ESTAMOS DEPRIMIDOS, ¿ERES CIEGO, PERRO? —cuestionó México. —Creo q-que los lentes no lo dejan ver —opinó Venezuela—, ¿por qué usas lentes pa' el sol adentro de la casa? —Dejálo que e-es pelotudo —respondió Argentina dándole un manotazo al venezolano. —¡¿POR QUÉ LE PEGAS?! —chilló  el mexicano. —¡SI MAMAGÜEVO! ¡¿POR QUÉ ME PEGAS?! —¡PORQUE ME SALE DEL ORTO! Estados Unidos se quedó mirando la escena paralizado sin saber que carajos estaba pasando en ese preciso instante. Llevó su mirada a varios lugares de la pequeña sala de estar, y prestó toda la atención que podía al sitio. Notó el frasco de pastillas azules e inusuales tirada en el piso cerca de la alfombra y, por lo tanto, cerca del trío de latinos que aún estaban lloriqueando como bebés desamparados. Se puso de cuclillas y tomó el frasco en sus manos (las cuales tenían guantes sin dedos) para luego dedicarle una mirada extrañada. ¿Qué era esa mierda brasileña? ¿tristeza en cápsulas? —¿Dónde están Rusia y Alemania? —preguntó el gringo todavía de cuclillas en el suelo. Ninguno de los tres chicos le prestó atención. USA soltó un suspiró pesado y se levantó del piso llevándose una mano al puente de su nariz; él tenía cosas más importantes que hacer. —Esto es ridículo —dijo el estadounidense por lo bajo. Y justo en ese momento de curiosa presión deprimente, Alemania salió de una de las habitaciones dando un fuerte portazo que se escuchó incluso en el piso de abajo. Se acercó a USA con paso decidido y furioso mientras sus mejillas estaban más enrojecidas de lo que normalmente estaban por su color de piel; le arrebató de las manos el frasco de pastillas al norteamericano y lo miró muy de cerca. —¿Hey, te encuentras bien? —le preguntó el más alto al alemán. —¡NO! ¡CLARO QUE NO! —gruñó Alemania en su dirección enojado a más no poder mientras su rostro se tornaba aún más rojo. USA se le quedó viendo sin saber que más decir y de repente el alemán dejó caer sus hombros rendido y se llevó una mano a la boca rompiendo en llanto. —¡N-no estoy bien! —sollozó sin entender porqué se sentía tan afligido y luego pasó ambas manos por debajo de sus gafas para tratar de ocultarse—. ¡Dios mío, Argentina! ¡¿qué me has hecho?! —¡NO SÉ! ¡ME LAS DIO RUSIA! El estadounidense negó con la cabeza preocupado y le preguntó muy suavemente a Alemania dónde estaba el ruso, a lo que este respondió: «En el baño». USA abrió cuidadosamente la puerta del baño de su casa y asomó su cabeza con calma; pudo ver que la cortina de la bañera estaba abierta y que de hecho Rusia estaba acostado dentro de ella. Los sollozos del chico de gorro le pusieron nervioso, sin duda alguna; no se imaginaba a alguien como él llorando. —Russia —dijo con acento en inglés—, ¿estás vivo? —preguntó USA con la esperanza de no recibir respuesta. —Lárgate. Oh, mierda, qué lástima. Sí estaba con vida. —Oye, ¿qué te pasa? —cuestionó el norteamericano adentrándose en el baño con una mueca indiferente; incluso su pregunta había sonado desinteresada. —Como si te importara. —No, no me importa realmente, pero la presión social me obliga a venir aquí y ser buena persona —dijo USA acercándose a la bañera con Rusia hecho una bolita dentro de ella. —Déjame solo —pidió el nórdico cubriéndose la cara con su ushanka. —Vamos hombre, sal de aquí —comenzó a decir USA quitándose sus lentes de sol—, ¿dónde están tus agallas, perra económica? El ruso soltó una pequeña risa mezclada con su llanto y se descubrió sus ojos dedicándole una mirada agradecida al estadounidense. USA sonrió. Maldición, ¿cuándo Rusia había crecido tanto? —Venga, bicho asqueroso, sal de ahí y vamos a caernos a golpes allá afuera —bromeó Estados Unidos.  
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