CAPÍTULO OCHO Merk estaba en el lodo de frente a los diez matones restantes que lo miraban con nerviosismo. Sostenían sus rudimentarias armas y pasaban la mirada de su líder muerto hacia Merk, ahora menos seguros de sí mismos. Mientras las llamas crecían a su alrededor y el humo n***o le lastimaba los ojos, Merk se mantuvo en calma preparándose para la confrontación. “Suelten sus armas y corran,” dijo Merk, “y vivirán. Esta es mi única oferta.” Uno de ellos, un bruto alto de anchos hombros y con una cicatriz en la barbilla le gruñó. “Eres orgulloso, ¿no es verdad?” dijo en un acento tosco que Merk no pudo entender. “¿En verdad piensas que puedes con todos nosotros?” “Aún quedamos diez y tú estás solo,” dijo otro más. Merk rio negando con la cabeza. “Aún no lo entienden,” dijo. “Uste