―Estás muy extraña. Miro a mi madre que me observa con curiosidad cuando dejo a Damián en su casa. Hoy no tenía colegio y ella se ofreció a pasar el día con él mientras voy a trabajar al restaurante. ―No me pasa nada ―miento. ―Entonces, ¿Por qué esas ojeras? ―Solo tenemos más trabajo en el restaurante. Mira a un lado para asegurarse que Damián no escucha. ―No será que estás así por lo del padre de Damián. Suspiro. ―Mamá. ―No soy estúpida, ¿sabes? Te conozco como la palma de mi mano y sé que estás preocupada por el hecho que está vivo. ― ¿Quién está vivo? Me quedo de piedra al escuchar la pregunta de papá que mira a ambas con interés. ―Ay, Luis. No seas tan portera, son cosas de nosotras. ―Ustedes están cuchicheando mucho últimamente. ―Cosas de mujeres ―replica esta de manera