No pegue el ojo en el resto de la noche. Cada vez que cerraba los ojos la imagen de Dante vivo, viene a mi mente. Me pongo el brazo por encima de los ojos y resoplo mientras la luz del día se filtra por las persianas a medio cerrar. Más que verlo, escucho sus pasos por el pasillo y la puerta abrirse. Segundos después alguien se acuesta a mi lado. ― ¿Hoy no vas a trabajar? Sonrío y bajo mi brazo. ―No, cielo ―digo a Damián. Su carita aún está somnolienta y bosteza. Alargo el brazo y lo tiro contra mí. Absorbo su olor y siento tantas cosas. Una parte de mí quiere ir hasta Dante y gritarle a la cara todo lo siento, decirle que tenemos un hijo que ha crecido los primeros años de su vida sin su presencia. Pero sé que sería inútil. Él no sabe quién soy y al parecer Celina hizo u buen