Narra: Morgana
—Su alteza, es hora de que le cortemos su cabello, su largo es... problemático. Ya no podemos dejarlo pasar, están comenzando a murmurar otra vez—esa es mi sierva personal, su nombre es Dalila y cuando se refiere a “problemático” es porque me veo femenina.
Con un suspiro algo cansado enredo un grueso mechón rubio en uno de mis dedos. Aunque suene tonto, mi cabello era una de las cosas que más me agradan de mí, lo cuido mucho a pesar de que la mayor parte del tiempo lo tengo amarrado, sin embargo, en la privacidad de mis aposentos puedo soltármelo y siento que soy «yo» suena algo exagerado, pero así es como lo siento.
—Córtalo hasta la altura de mis hombros —digo con una expresión seria, viendo como mi sierva obedeció, cogiendo las tijeras comenzando a hacer su labor.
—Por cierto, su alteza... —dice ella mientras yo escucho sonido: «chic, chic» que hace la tijera cuando corta mi cabello — siento un aroma distinto en usted... huele a sexo.
El tono que usó al decir “sexo” fue oscuro, como si le costara articular esa simple palabra ya que, al hacerlo, podría caer una maldición sobre ella. Yo lo que hago es sonreír de una manera tan disimulada que apenas mis labios se movieron, en mi reflejo se pudo ver como esa enorme sonrisa que tenía dentro de mí ni siquiera se mostró en el exterior. Perfecto, fue lo que pensé al mismo tiempo que le respondo a mi sierva:
—No sé de qué me estás hablando, sierva mía, mejor... enfócate en tu trabajo. Prepárame para mi coronación, finalmente hoy seré rey del reino de Severin —respondo emitiendo un suspiro pensando que... el motivo de mi sonrisa interna es que ella estaba en lo cierto...
La noche anterior
Cuando ya estoy lista, me doy el tiempo necesario para ver mi reflejo en el espejo de tamaño completo de mi lujoso aposento real. Mi cabello rubio estaba oculto bajo una peluca de color castaño tan común que podría perderme entre el bullicio, mis ropas reales las había suplantado por un vestido con estampado floral típico de las cortesanas con un escote tan vulgar que me encantaba, mis senos apretados con el corsé de color vinotinto parecían quererse escapar en cualquier momento, justo como lo deseaba. Para la mala suerte del destino, había nacido con pechos voluptuosos, así que con ese escote descarado las mostraba al mundo.
Mi cintura se veía tan pequeña que yo misma me impresionaba, mi figura en ese instante se asemejaba a un reloj de arena, con lentitud pasaba mis manos sobre mis curvas, me veía tan bien, me decía a mí misma, sin embargo, esos brazos con sutil musculatura que tenía debido a mis entrenamientos no eran tan fáciles de disimular. No tenía brazos delgados como los de una doncella o una cortesana, así que me los ocultaba con una manta de color beige para no parecer una guerrera de alguna fábula de algún reino lejano. En mi bolsito barato cargaba un antifaz y un lápiz labial que siempre usaba para mis salidas nocturnas donde podía ser “Morgana” y no “Cameron” como siempre me llamaban en el palacio.
Con todo listo, lo único que delataba mi verdadera vida eran mis botas masculinas, intenté caminar con zapatos femeninos, pero eran una tortura así que eso era lo único que mostraba de mi mientras me adentraba en ese pasadizo secreto que estaba en mi habitación. Era una salida de emergencia en casos de alguna invasión al castillo, la descubrí cuando tenía diez años mientras jugaba con mi amigo Jim, y desde entonces nueve años después le estado dando un uso excesivo para escaparme de la prisión de oro donde vivía.
Cuando llegué a la ciudad capital, el bullicio de la noche me recibió con alegría, el olor a humo, humedad y suciedad me hacían recordar que ya no estaba en el palacio, ese simple detalle me llenaba de júbilo, así que mientras caminaba me coloqué mi antifaz y fui al lugar donde siempre frecuentaba: la cantina. Al llegar a mi lugar favorito de la ciudad real, esa campanita de la puerta me dio la bienvenida, en mi andar yo caminaba pavoneándome, meneando mis caderas, exagerando cada paso que daba, en ese instante yo era la protagonista de mi mundo de mentira, así que para llamar la atención bajaba mi manto hasta la altura de mis hombros para mostrar mi osado escote, mañana me coronarían rey así que hoy tenía planeado hacer algo más que solo jugar a las cartas y a beber, en esta ocasión buscaría un hombre para tener sexo. Mi meta era experimentar el placer carnal porque tenía el leve presentimiento que, cuando me coronaran mañana mi segunda vida sería silenciada, como siempre ocurría cuando deseaba ser libre...
—Morgana, llegas temprano como siempre —dice el que atendía el bar, su nombre era August, él conocía mi alter ego y podría decir que éramos “amigos de la noche”.
El era un hombre regordete de cabello oscuro, nariz redonda y con un aspecto algo desarreglado, parecía ese típico familiar borracho que arruinaba una celebración cuando se pasaba de copas.
—Si, sabes que aquí siempre consigo buenos clientes —miento porque como en mi segunda vida era una “cortesana” fingía tener una vasta experiencia con hombres... de hecho, lamentablemente si tenía experiencia con hombres, pero no de la manera como pretendía con este disfraz.
En mi vida real yo era uno de ellos, así que los conocía muy bien para mi desgracia...
—Todos en el reino andan emocionados porque el principito será rey —August estaba muy enfocado limpiando el vaso de vidrio opaco a donde serviría mi trago, hablando con un tono de voz chismoso —, además muchos nobles de otros reinos han venido, eso ayuda a la economía de nuestra ciudad. ¿Cuántos años es que tiene el príncipe?
—Tiene diecinueve —respondo rápidamente carraspeando un poco mi garganta, mirando entre todos los que estaban ahí, para ver quien era lo suficientemente limpio para que sirviera como mi vulgar primera vez.
—¿Diecinueve? ¡Por la diosa luna! Creí que tenía menos, parece un niño. Siempre he pensado que no parece un alfa, es demasiado delicado. Su rostro es muy femenino para ser un hombre —dice August entregándome mi bebida.
Sin que él lo supiera, estaba hablando de mí, y sus palabras me ofendían más de lo que él siquiera pudiera imaginar...
—¿No lo sabías, August? —comento sorbiendo de mi cerveza que, bebía como si fuese agua —el príncipe Cameron es así porque su madre era una luna, ya sabes, esas mujeres con dones especiales de cabello rosa, de ahí viene el rostro tan delicado del príncipe Cameron. Según dicen, el rey Cahen tenía dos lunas: una era su esposa y la otra su amante... ¡No me creas! Pero una vez escuché de mis clientes, que Cameron es hijo de la amante, no de Pandora... ella tenía una hija, pero murió, por cierto ¿Nunca has visto el hijo de una luna? Se caracterizan por ser hermosos.
—Eso es lo que todos dicen, pero no importa... lo importante es que nuestro reino finalmente tendrá un rey, es mil veces mejor que esa “reina de la muerte” que nos gobernó por poco tiempo. Una desgracia para nuestro reino. No te ofendas, Morgana, pero las mujeres en altos cargos no sirven... ellas son buenas solo en la cocina, y, por ejemplo —me miró de pies a cabeza —haciendo el trabajo que haces.
Yo me echo a reír y después le doy otro sorbo a mi bebida, en el fondo esta vez no me ofendió, así pensaban todos los hombres de este reino. Había tenido la mala suerte de nacer en el reino más severo con las mujeres, quizás de ahí su nombre “Severin” seguro era un idioma antiguo para referirse a: “Severo con las mujeres”. En el reino del cual mañana me coronarán “Rey”, tenían a las mujeres limitadas a ser creadoras de vida, cuidadoras del hogar, siervas y prostitutas, no había mucho para escoger así que ni siquiera quise hacer una discusión con respecto a ese tema con August, dejé pasar sus comentarios arraigados de mi reino y lo que hice fue cambiar la conversación a temas más afables. August me caía bien, era como ese amigo del que podías hablar lo que sea, menos tus secretos...
Él no sabía nada de mí, y yo sabía poco de él, eso me encantaba. August no tenía idea de que yo era el “príncipe Cameron”, yo era ese príncipe de rostro delicado, realmente no era un hombre con rostro femenino, yo soy una mujer, bien tetona para la desgracia de algunos, pero me disfrazaban de hombre porque estaba prohibido en mi reino que una mujer fuera reina, eso era imposible. También, August no tenía idea de que “Cameron” no era el hijo de ninguna luna amante del rey, mi madre era esa que llamaban “la reina de la muerte” pero la odiaron tanto en el reino durante su corto reinado, que ocultaron ese hecho de todos los habitantes de estas tierras para que no me odiaran a mí también. El castillo real de Severin estaba tan lleno de secretos, mentiras e intriga que sería demasiado tedioso para alguien normal poder soportarlo, esa era una de las principales razones por las que siempre escapaba, de vez en cuando necesitaba un respiro de mi vida, mi realidad era mas triste de lo que se veía a simple vista así que este disfraz de cortesana me hacía olvidarme de todo. Lo apretado de mi corsé me relajaba, por muy loco que sonara.
—Y ya que mencionas a hijos de luna, en la cantina allá en el fondo en el otro salón hay unos jóvenes en una mesa, juzgando por sus ropas elegantes se me hacen que son nobles de otro reino, pero uno de ellos es muy extraño, tiene el cabello de color azul celeste. Seguramente es hijo de una luna, de eso no hay dudas.
Cuando escuché eso abrí mis ojos de par en par. Hace varios años atrás había visto a un joven bañándose en un lago, estaba de espaldas no pude distinguir su rostro, pero lo que más recuerdo fue su inusual cabello azul celeste parecido al color del cielo despejado. Tiempo después asumí que fue parte de mi imaginación, porque nunca más vi alguien similar, quizás me confundí o que se yo... pero ahora que August mencionó eso me mostré tan interesada que dejé con mas fuerza de la necesaria mi vaso vacío sobre el lustroso mesón de madera.
—¿Un joven de cabello azul dices?
El viejo August asiente con la cabeza.
—Anda y velo con tus propios ojos, todos tienen auras diferentes. Sin duda no son de por aquí.
—Espera un segundo, August, estoy muy sobria todavía, dame mas cerveza —le dije porque quizás si iba buena y sana a su mesa sacaría mi lado “Cameron” por nerviosismo.
Narra Aslan
Había venido desde mi reino en nombre de mis padres para demostrarle al reino de Severin que apoyábamos la coronación del príncipe Cameron, nunca lo había visto, pero escuché rumores de que parecía un niño. Según decían que el pobre tenía problemas de crecimiento porque para ser un alfa no tenía la musculatura, el rostro ni el cuerpo de un hombre. Pobre tipo, fue lo único que pensé cuando escuché esas historias. Mañana sería su coronación, pero a pesar de eso, no nos quedaríamos en el palacio, mis amigos y yo nos quedaríamos en una posada a pesar de que mis padres los reyes de Albagard deseaban que me quedara en el palacio ¡Que aburrido! Hoy aprovecharíamos, nos emborracharíamos y disfrutaríamos de los placeres de este reino de clima espléndido.
—Aslan debiste ocultar tu cabello azul, nos quedan viendo los hombres de las mesas vecinas, si espantas a las cortesanas no te lo perdonaré nunca ¡Es nuestro momento! —ese era mi amigo Ezequiel que estaba bebiendo y comiendo quien sabe qué.
—¿Por qué debo ocultarme? Me da igual que me miren —digo con mi típica confianza de siempre.
Mi cabello no era común, quizás no había dos en el mundo como yo, de eso estaba muy seguro. Mi nombre es Aslan Atreus Moon y soy el único hombre luna y mitad bestia ancestral que existe en todos los nueve reinos, mi lado bestia era el lobo blanco de ojos celestes, me puedo transformar en este mismo instante, pero eso no era necesario. Estaba orgulloso de lo que era y nunca me molestaba por ocultarlo. Yo no era el único “especial” en mi mesa, también lo eran los tres camaradas que decidieron acompañarme en este viaje. Félix era una bestia ancestral lince, mi hermano menor Jaret, un lobo como yo, y Ezequiel, que se convertía en león. Los cuatro éramos príncipes y bestias ancestrales así que yo sospechaba que quizás no era el único que captaba la atención en esta mesa.
Pasado el tiempo, la mesa se llenó de botellas y vasos vacíos, mis tres amigos y yo nos fuimos a esa área de la cantina donde podías bailar y encontrar mas que una simple compañera de baile, así que, los cuatro, tambaleándonos un poco por los efectos de ese alcohol nos fuimos a esa área para buscar una pareja de una noche, puesto que los tres estábamos solteros y sin compromiso. En medio de mi búsqueda, mis ojos al instante se dirigieron a una chica con antifaz, en una de sus manos tenía un vaso de cerveza, ella se encontraba en un rincón del área de baile, como una fiera que acechaba a su presa buscando entre la oscuridad a quien comerse.
Mis labios sonrieron imaginándome eso, yo también era un depredador... quizás mis ojos brillaron en ese azul celeste como mi don, ese poder que tenía dado por mi lado luna, porque como si tuviera una especie de hechizo, mis pies caminaron hacia ella de una manera extraña como si ella me estuviera llamando con el pensamiento. Aunque no podía ver su rostro y estaba algo borracho, mis pies caminaron hacia esa prostituta juzgando por su vestido revelador, ninguna mujer decente estaría en este ambiente de perdición y usando ese escote tan exquisito a la vista.
—¿Me estabas llamando? Yo creo que si... —le digo sujetándola por la cintura atrayéndola hacia mí, como era de esperarse, ella lo permite.
Su aroma estaba empañado con un perfume muy fuerte, no podía olerla bien, pero a pesar de eso me sentía tan atraído que sin pensarlo un segundo la besé, impregnando mis labios con su labial rojo. Sin perder tiempo, ella me siguió el juego descansando sus brazos sobre mi cuello, susurrándome:
—Fóllame...
Aquel susurro me encendió así que, escondidos bajo el montón de cuerpos libertinos, el humo de los tabacos, el olor a alcohol, sudor y perfume barato, me dejé llevar. Ahí de pie como unos degenerados, le levanté el vestido, al mismo tiempo que ella me ayudaba despojándose de su ropa interior. En el instante que ya su zona íntima estaba a mi merced, la coloqué en mi cintura y le di lo que ella me estaba pidiendo, así que comencé a follarla. En medio de ese beso que ella no lo hacía nada mal, bajé mis pantalones y la hice mía. Cuando mi sexo entró en su zona intima, mis ojos se dilataron y sentí «algo» era como si... esa mujer que ahora penetraba, maniobrándola con mis brazos, moviéndola de arriba hacia abajo fuera más que una simple cortesana para mí...
Yo era un hombre luna, y al igual que las mujeres luna, se supone que tengo la capacidad para saber quien es mi compañera de vida con tan solo verla, mi destinada, esa persona que estará conmigo por el resto de mi vida, así ha sucedido con todas las mujeres luna, asumo que eso no cambia porque soy hombre, sin embargo... no se que pensar, ¿Mi destinada es una cortesana que ni le he visto el rostro? Quizás no, solo me estoy dejando llevar por la excitación.
—Ahh... —gemía ella arqueando su espalda.
—Debo confesar algo... —digo con voz jadeante sin dejar de moverla de arriba hacia abajo.
—No te ofendas, pero pensé que estarías más abierta, eres... bastante estrecha —confieso porque al inicio me costó introducir mi pene, por un instante pensé que la había desvirgado, pero eso es imposible.
Ella no respondió, solo vi que sonrió, no pude ver sus ojos porque el lugar estaba algo oscuro, pero puedo jurar que me estaba mirando cuando se acercó para besarme. Quizás en un intento para que me callara la boca, lo entiendo hablo demasiado, incluso durante el sexo... Nuestro fugaz encuentro terminó cuando yo acabé dentro de ella, durante todo el acto carnal donde nos convertimos en uno solo, lo disfruté más de lo que se merecía aquel acto, al mismo tiempo que en mi cabeza comencé a escuchar voces diciéndome: “es ella, ella es”. Yo simplemente omitía esos locos pensamientos quizás producto del alcohol y excitación, así que solo me dediqué a besarla un poco más, o, mejor dicho, ella me besó como si no existiera un mañana. Cuando todo terminó, esa enigmática mujer se acomodó su ropa íntima, su vestido, y después se fue corriendo.
—¡Hey, espera! —exclamo mientras me acomodo el pantalón, y luego me lanzo a correr, siguiéndola.
Salí de la posada y la perdí de vista, comencé a olfatearla, pero ese perfume que tenía me confundía, fue por esa razón que para agudizar mejor mi búsqueda entré a un callejón y me convertí en mi bestia ancestral lobo, tenía que encontrarla... me agradó mas de lo que imaginé, además quería saber su nombre y.… pagarle. No le había pagado. En mi forma de lobo comencé a buscarla por varias cuadras, asustando a los transeúntes que se atravesaban en mi camino, era normal, les parecía extraño ver a un lobo blanco corriendo por ahí. Mi búsqueda fue en vano ella desapareció por arte de magia, así que volví a convertirme en mi forma humana sintiéndome estúpido. Yo, el príncipe Aslan de Albagard, persiguiendo con desesperación a una cortesana de un reino extranjero... posiblemente debía verme patético.
—Ella no era normal, vendré mañana a buscarla...—murmuro regresando a la posada, quizás... ¿es mi destinada?, no era lo que pensaba, pero, si la volvía a ver y hablaba con ella lo descubriría.
Narra Morgana
¡Ese hermoso joven... se había convertido en un lobo blanco, yo lo vi todo! Entonces era una bestia ancestral del reino de Albagard, pensé que nunca iba a tener la oportunidad de ver uno en mi vida, pero me resultó mejor de lo que imaginé, mi primera vez fue con una bestia ancestral, que hermosa experiencia me llevaré. Es hora de ir al palacio, me prepararé un “té especial”, esos que impiden embarazos no deseados, y regresaré a mi realidad, mi fugaz primera vez fue perfecta, no puedo pedir nada más, o eso fue lo que pensé en aquel tiempo...